La carta: un documento en desuso

Las personas que hacemos parte del programa de radio En la caverna, transmitido todos los viernes de 3 a 5 p.m. a través de la radio Universidad Surcolombiana 89.7 y su página de YouTube, decidimos jugar este año al amigo secreto. Inspirados por la lectura en voz alta del libro Memoria por correspondencia de la pintora Emma Reyes, los regalos que dimos fueron cartas escritas por nosotros mismos y leídas al aire. Gracias a esto reflexionamos sobre un documento que para algunos está pasado de moda y no es importante en un presente de mensajes instantáneos por las redes sociales.

La carta ha sido un medio de comunicación común hasta hace unas décadas, las distancias se han recortado y a través de estas se ha revelado la profundidad del ser de cada persona. Hace unos años recibir una carta era todo un acontecimiento. Una de las compañeras de la radio relataba sus sensaciones cuando identificaba su nombre en el correo; había llegado lo más ansiado: la carta de su hermana desde el convento. Cuando tomaba en sus manos el sobre, corría a su casa para leerla con mucha atención, decía que estaba llena de palabras bonitas y descripciones de la vida en el claustro. Por otra parte, científicos de todas las latitudes crearon conocimiento a través del intercambio epistolar, comunicaban sus nuevos descubrimientos, relataban sus viajes y entablaban debates que quedarían en la historia como parte de los sistemas de pensamiento elaborados durante años. El documento que inauguró la idea de nación en el periodo de las independencias latinoamericanas fue la Carta de Jamaica (1815) escrita por Simón Bolívar; en la misiva, el libertador se pregunta por la identidad del sujeto político en un momento de emancipación y plasma su perspectiva de nación sin el yugo español.

Hacer una carta exige enfrentarse consigo mismo. La soledad es una buena aliada para reflexionar conscientemente sobre lo que se quiere comunicar. Cuando hay un intercambio epistolar cada persona parte de aquello con lo que cuenta, es un ejercicio de desnudar lo que se piensa. La carta es exigente porque si bien se puede recurrir a otro texto para tomar alguna idea, el mensaje que se desea transmitir revela al sujeto que escribe. En la carta emerge la singularidad de cada persona, se despliega un estilo propio, la narrativa va evidenciando lo que, quizá, se ha querido ocultar en el ruido de los conglomerados de gente. Enfrentarse a la hoja en blanco, a ese abismo inconmensurable, es necesario de vez en cuando para detener la mirada en los detalles, en las minucias del mundo que lo hace un poco más agradable; esa es la ventaja de escribir cartas.

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