Hace tres semanas, la Academia otorgó el premio Óscar a mejor película 2015 a Spotlight (En primera plana, en español), un filme de Thomas McCarthy que cuenta cómo el equipo periodístico de The Boston Globe –del grupo de The New York Times– sacó a la luz pública casos de pederastia perpetrados por sacerdotes de Massachusetts a lo largo de décadas. Y cómo enfrentó la actitud de negación de la Arquidiócesis de Boston ante un trabajo periodístico que sacudió fuertemente a la Iglesia católica.
Esta historia se queda corta, literalmente, con la que se conoció en Colombia la semana anterior con el descarnado testimonio ante La W de Julio César Cardona, un antioqueño de 42 años. El hombre describió con detalle cómo mantuvo desde que tenía 16 una relación sentimental con el sacerdote José Elías Lopera Cárdenas, párroco de Santa María de los Ángeles, en Medellín, cuestionado, además, por haber tenido apariciones públicas con el narcotraficante Pablo Escobar Gaviria en los años ochenta.
Julio César, con cierto dejo de descaro, reveló que el eclesiástico lo mantuvo durante más de dos décadas con un salario mensual de 8 millones de pesos, le patrocinó sus estudios profesionales, le proporcionó carro, tarjetas de crédito, viajes, e incluso gastos de manutención de su familia; todo, con dinero de las limosnas de los feligreses.
En conversación con SEMANA, contó que desde hace algunos años está inmerso en una disputa jurídica con Lopera con el fin de recibir una indemnización de 1.500 millones de pesos por cuenta del final de la relación, pues piensa que es una suma justa para una separación de bienes, como cualquier pareja. Dijo ser una “víctima” tanto del padre Lopera como de la Iglesia. Enumeró actos hostiles del sacerdote que incluyen sufragios, amenazas y calumnias. ¿La causa? Descubrió –dice– que el sacerdote tiene una nueva relación, una hija con la empleada de la parroquia y que “el sufrimiento personal y emocional ha llegado a un límite insostenible”.
Julio asegura que en la Semana Santa de 2008, José Elías le pidió que se bañara en alcohol para limpiar su alma, y que le lanzara un fósforo encendido a lo que cayera, lo que le produjo quemaduras en el 80 por ciento del cuerpo. Paradójicamente, eso hizo que la relación se enfriara. “Él perdió el interés en mí, me empezó a abandonar, poco a poco se alejó. Hoy en día él tiene otra relación gay. Usted sabe que esas cosas las juzga mucho la Iglesia, pero si nosotros nos separamos fue por esa circunstancia”, señaló. “El daño psicológico ha sido mucho y el sufrimiento, total. Me han criticado por el tema de la plata, que yo ‘por qué digo que era producto de la lismosna’, pero yo no tengo la culpa de que él siempre me diera la plata los lunes, luego del fin de semana. Yo dije toda la verdad”, añadió.
José Elías Lopera es un sacerdote ampliamente conocido en círculos sociales de Medellín, generalmente muy apreciado por sus feligreses, que le atribuyen un gran carisma. Cardona, por su parte, estudió administración de empresas y trabaja en una empresa de textiles. Durante su larga relación, los dos hombres compartieron actividades familiares, viajaban juntos y, como todos los indicios señalan, eran una pareja muy reconocida y poco secreta. Así lo testimonian las fotografías que muestran actividades sociales en las que no parecía haber nada fuera de lo normal.
Todo eso hace aún más chocante el bochornoso final, que llevó a las partes a presentar demandas que escalaron hasta la Corte Suprema de Justicia, que expidió la sentencia STP11445-2015 de agosto de 2015. En esta confirmó la del Tribunal Superior que reconoció una relación de hecho y la existencia de una deuda lícita para deshacer el vínculo.
El caso planteó, además de la atípica relación sentimental, unos puntos que resultan escandalosos: uno de ellos es que los dineros que le sirvieron para mantener a su amante (más de 3.000 millones de pesos mal contados) provinieran de las donaciones de la comunidad, y en especial de las limosnas de la misa. Y otro, es que un sacerdote ampliamente conocido haya celebrado ese acto notarial sin que el tema hubiera trascendido, ya que es una abierta violación de los principios que rigen el sacerdocio católico. “Él aceptó la relación ante notarios y abogados, se firmó la declaración de hecho y me entregó una parte (del dinero), 600 millones de pesos. Cuando llegamos a la negociación de los 900 –restantes–, fue cuando se presentó todo este problema. Me amenazó con un sufragio de la curia y con dos proyectiles”, sostuvo Cardona ante la emisora, con relación a hechos de 2013.
Por su parte, la Iglesia emitió un comunicado de prensa en el que resalta que de comprobar actos inmorales o conductas punibles de los sacerdotes –en general, no en particular- se aplicarán las penas establecidas por la normatividad canónica; también, que cada uno responderá por sus actos y consecuencias de los mismos. Al mismo tiempo, que estaría dispuesta a colaborar, confiando en que haya verdad y justicia. Pero no asignó ningún vocero para pronunciarse al respecto. SEMANA intentó por varios medios entrevistar al sacerdote, pero no fue posible contactarlo.
Por su parte, el diario El Colombiano, en su versión digital, y La W publicaron que el párroco Lopera radicó una solicitud de licencia ante el arzobispo de Medellín, Ricardo Tobón, para no administrar la parroquia La Divina Eucaristía del barrio El Poblado, con el fin de atender las acusaciones en su contra. En una carta enviada, Lopera dice que “en la Fiscalía cursan varias denuncias mías: una por extorsión consumada, aún no decidida; otra por extorsión tentada, en cuya sentencia el denunciado pidió perdón público, aceptó su responsabilidad penal de los hechos, se comprometió a no realizar ninguna acción contra mi vida, mi profesión, mi fama y mis bienes, para lograr su libertad condicional; otra por injuria y calumnia”.
Como todos los grandes escándalos, a este ‘spotlight criollo’ le faltan capítulos por contar y eslabones perdidos que, quizá, jamás salgan a la luz pública. Suele suceder en casos como estos, que se mueven entre lo prohibido y lo pasional.