El más grave caso de corrupción que ha sacudido al Gobierno de Gustavo Petro en sus dos años, el de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres, UNGRD, se convirtió en un absceso que por donde se le toca esparce pus.
Como si fuera poco todo lo que se ha venido sabiendo durante los últimos meses sobre las irregularidades en contratos, los sobrecostos, el desvío de dineros y el pago de coimas en esa entidad adscrita a la Presidencia de la República, se han sumado ahora los señalamientos contra el ministro de Hacienda, Ricardo Bonilla.
Los cuestionamientos no son de poca monta. Olmedo López, quien dirigió la UNGRD hasta febrero pasado cuando se destapó el escándalo de los inútiles carrotanques para llevar agua a La Guajira, acusó al ministro Bonilla ante la Corte Suprema de Justicia de haberle ordenado que diera contratos a varios congresistas, a cambio de obtener votos que le sirvieran al Gobierno en el Congreso de la República.
Por su parte, Sneyder Pinilla, quien también tuvo un cargo importante en la UNGRD, reveló ante la Fiscalía General de la Nación chats que comprometen seriamente al zar de las finanzas públicas nacionales en el entramado de corrupción. Y no estamos hablando de uno o dos millones de pesos ‘embolatados’. Pinilla ha hablado del interés del ministro Bonilla por contratos que sumaban los $92.000 millones dirigidos a atender emergencias que no existían.
Qué asco todo esto. Es una muestra más de cómo la corrupción es un monstruo de mil cabezas, de cómo miles de millones de pesos terminan en los bolsillo de unos pocos. Cifras increíbles en un país como el nuestro agobiado por la pobreza.
Es tiempo de unidad frente a la corrupción, de fortalecer las veedurías ciudadanas, de promover las denuncias de los medios de comunicación sobre la corrupción en la contratación pública y de exigir a las autoridades resultados.