La Nación
La crisis actual está en nuestras manos 1 22 septiembre, 2024
COLUMNISTAS OPINIÓN

La crisis actual está en nuestras manos

Si había alguna duda, queda disipada: la humanidad se encuentra en crisis Actualmente enfrentamos más de 50 conflictos armados a nivel global. Lo que sucede entre Rusia-Ucrania e Israel-Palestina es solo una pequeña, aunque muy dolorosa, muestra de nuestra realidad. Y, además de lo que la dinámica del conflicto significa a nivel multifactorial, tenemos que agregar lo evidente, el impacto del cambio climático. Estamos ante un coctel crítico y la esperanza de cambio está en cada uno de nosotros.

Pero lamentablemente no estamos haciendo nada. Quienes tenemos alimento, techo y un trabajo estable, cambiamos los canales de noticias y opinamos sobre lo terrible que está ocurriendo en el mundo; tal vez tomamos partido y sugerimos cómo debería resolverse el problema, nada más. Seguimos consumiendo la misma información, manteniendo los mismos conflictos interpersonales, optando por las mismas prácticas y cultivando el mismo tipo de pensamiento que ha creado la situación en la que nos encontramos como humanidad.

Sí, es nuestro pensamiento condicionado y condicionante el que se ha encargado de construir el mundo en el que vivimos. Si observamos, cada pensamiento que surge durante el día nos impulsa a realizar o no ciertas acciones, lo que significa que casi siempre hay un interés detrás de cada acto. ¿Qué dice el pensamiento? “No me dejo”, “tengo que ganar, tengo que demostrar”, “eso no me sirve, lo rechazo”, o “eso sí me sirve, lo quiero a toda costa”, “tengo que defenderme”…, y así, avanzamos por el camino de la proyección individual donde, aunque suponemos que consideramos al otro, siempre nos mueven nuestros intereses. Usamos y desechamos a cada paso que damos. ¿Qué más podríamos esperar sino una infinidad de conflictos y violencia en nuestra vida?

Veamos por ejemplo el fenómeno de Naciones Unidas que constituyó para evitar conflictos y una próxima guerra mundial, supuestamente por el bien de toda la humanidad. Pero si miramos con atención, Naciones Unidas no ha contado con una participación común y equitativa, pues hay quienes no participan, quienes participan a medias y quienes ostentan lo que llaman un poder especial: el poder de veto. Esto implica que “esos poderes” -pase lo que pase- son los que han administrado el mundo, han dicho quién tiene derecho a la vida y quién no, decidiendo qué partes de qué conflictos cuidar y/o atacar. Por lo tanto, no debería sorprendernos ver la disfuncionalidad de esta institución mundial al no cumplir con su objetivo hoy más que nunca. ¿Vendrá una reforma? Ojalá.

Mientras tanto, se vale comprender que todos y cada uno de nosotros formamos parte de esta gran revelación: el mundo que hemos construido es violento y doloroso, hemos fracasado en la cruzada por salvaguardar la vida sin distinción. Lo importante es saber que aún estamos a tiempo para que individualmente asumamos la responsabilidad de examinar el mundo que manifestamos y, asimismo, considerar que sí podemos forjar una revolución verdadera al disolver las estructuras invisibles de un pensamiento que solo ha conocido la corrupción y el egocentrismo.

Estamos en nuestras manos.