Puede ser el mayor desafío hallarle un contenido a la realidad. Fue muy fácil para los escolásticos, encontrarla en los objetos, en el mundo exterior, en la experiencia sensible. Hoy muchos la consideran inalcanzable para el entendimiento; inundados como estamos de escepticismo, de incredulidad y sorpresa cada que descubrimos que la humanidad es incapaz de encontrar un destino universalmente válido. Mejor que darle un contenido al concepto, puede ser más sabio tener la realidad como un límite a la imaginación, como el despertar de un sueño para ver el sol naciente por una ventana. La realidad es apenas una intuición de algo que aprehendemos, porque hay un patrón psíquico como explican los psicólogos; observamos un árbol, por ejemplo, no un conjunto de ramas, clorofila, moléculas, etc. Es decir, los objetos, de alguna manera, ya están incrustados en el sujeto. Y éste, no es un accidente; es parte de un proceso del cosmos, de la especie, de la información genética. Atar la realidad a los objetos, es un espejismo, porque el cerebro y el sistema de conocimiento, son la reproducción, la traducción del mundo externo. Aparte del yo, está el otro yo, el de afuera, que Freud denominaba el principio de la realidad, opuesto al principio del placer. ¿Qué es lo real? ¿El espejo que traduce, o lo traducido, de lo que no tenemos conocimiento en sí? Hegel y Marx, arreglaron el problema convirtiendo la realidad en necesidad histórica, en racionalidad. Pero el concepto siguió sin contenido, no satisface la inquietud. Los científicos persiguen a su manera la realidad y la misma materia, en una costosísima carrera en los superaceleradores de partículas, buscando los quantum, fotones y bosones, más allá de la profundidad de los electrones y protones. Desde luego, estos investigadores no tienen como oficio filosofar, solo aspiran a que una levísima descarga de energía, confirme la existencia de la partícula no percibida pero sospechada. Seguirá el misterio del contenido de lo real; y su búsqueda ya está muy lejos de aquella realidad sensible, ingenua y nostálgica; la que se palpa, ve y se siente por los sentidos. La realidad como resistencia a la voluntad (Dilthey), es una presentación más honrada del problema, la que no aspira a la gran revelación del mundo. Tal vez, lo mejor de todo esto, es obtener una enseñanza que no es material. Es moral. De una vez por todas, aceptar que el hombre no ha elaborado la doctrina de validez universal. El mundo, no está hecho de dogmas y verdades. Seguramente, esto es necesario para la vida.