Colombia lleva más de 50 años luchando contra las drogas, y en este proceso, nosotros como país hemos sido los que hemos puesto los muertos y el sacrificio de muchos que han aceptado enfrentarse a este mal que nos agobia. Para nuestra desgracia, los resultados no han sido positivos.
A pesar de tantos años declarando la guerra contra las drogas, hoy vemos cómo han crecido los cultivos ilícitos. Actualmente, existen cerca de 300,000 hectáreas sembradas con coca en el país, y seguimos siendo el principal productor de cocaína en el mundo.
El narcotráfico es una verdadera tragedia, pues mantener vivo un negocio ilícito en nuestro territorio no solo sigue acabando con nuestros bosques, selvas y ríos, sino, lo más grave, con nuestros valores morales y nuestra cohesión social. Nada bueno ha dejado el narcotráfico a las regiones productoras de coca. Al final, solo ha traído violencia y más pobreza.
Acabar con este problema va más allá de una lucha armada. Basta con mirar las intervenciones que se vienen desarrollando en el Cauca, especialmente en El Plateado, donde miembros del alto Gobierno llegaron para una “bonita foto”, sin que hasta el momento se hayan obtenido resultados significativos. En un artículo reciente publicado por una revista, se observó cómo sigue floreciendo el negocio, a pesar de la presencia de la fuerza pública en la zona. El anhelo de erradicar los cultivos de coca y reemplazarlos por cacao parece ser sólo un sueño del Presidente. Este será otro capítulo que, en pocos días, será recordado como un fracaso más en la lucha contra las drogas.
Las incautaciones que se realizan no le hacen ni cosquillas al narcotráfico; el negocio sigue floreciendo a nivel mundial. Mientras exista un alto consumo de cocaína en los países desarrollados, el negocio continuará aquí en Colombia.
Por eso es urgente afrontar esta problemática desde el ámbito internacional, un aspecto en el que no ha existido una verdadera voluntad. Los países consumidores deben acompañar de manera decidida a Colombia en su lucha, generando una gran inversión que permita el desarrollo y el verdadero progreso en las zonas de cultivo, para que la legalidad sea una opción real. De lo contrario, seguiremos enfrentando una lucha infructuosa, donde los más perjudicados hemos sido y seguiremos siendo los colombianos.