El Director del Programa Presidencial de Inclusión de Personas con Discapacidad, Juan Pablo Salazar, realizó un foro para hablar sobre todos los paradigmas que giran alrededor de la población en situación de discapacidad y como la sociedad y las empresas deben apostarle a la inclusión de estas personas.
Para Salazar es importante que los mandatarios de las diferentes ciudades agreguen a sus planes de gobierno, políticas donde se les de oportunidades a todo tipo de personas con discapacidad, además de adaptar los espacios de la ciudad con el fin de permitirles movilizarse como lo hacen las personas normales.
Llegó a culpar a Dios
Hace casi diez años, el entonces exitoso publicista bogotano de 33 años, Juan Pablo Salazar, sufrió una lesión en la médula espinal cuando celebraba la boda de su hermana. Quedó paralizado del cuello para abajo, condenado a una cama. Pero a diferencia de muchas personas en sus mismas circunstancias, que piensan que la vida se termina ahí, decidió que la vida le daba una oportunidad para hacer algo por los demás.
Después de pasar por todo el proceso de culpar a Dios, autocompadecerse e intentar un proceso de rehabilitación con los médicos de Teletón, viajó a Estados Unidos donde no solo llegó a aceptarse en su nueva condición, sino que decidió traer a Colombia el método de tratamiento que él había experimentado. Método donde era fundamental la aplicación del deporte para recuperar la motivación para luchar y vivir.
A partir de este momento inició un proceso vertiginoso y exitoso de lucha por mejorar las condiciones de la población con discapacidad en Colombia. En primer lugar, creó la Fundación Arcángeles en donde se brinda un apoyo a las personas con discapacidad que va desde la rehabilitación física a la inclusión laboral. Paralelamente, Salazar comenzó a incursionar en la dirigencia deportiva a través del desarrollo del rugby en silla de ruedas en Colombia. Más tarde creó el programa de inclusión laboral Gran Estación, que hoy ha sido replicado en más de cinco países de América y que se basa en emplear como guardias a personas con discapacidad.
En los últimos años se ha consolidado como dirigente deportivo, al punto que hace unos a la presidencia del Comité Paralímpico Colombiano, labor que alternó con su trabajo como activista de derechos humanos. En este campo su principal realización ha sido la creación y dirección de la campaña Remángate contra las minas antipersonales, que logró que personas de más de 70 países del mundo se solidarizaran con las víctimas de estos artefactos.
Juan Pablo hoy es el presidente de un grupo empresarial dedicado a la rehabilitación de personas con algún tipo de discapacidad y un destacado conferencista internacional, cuya principal bandera es que la discapacidad es una condición y una relación y, por lo tanto, al discapacitado no se le debe marginar, ni compadecer sino aceptar y vincular. Sin embargo y pese a los avances, aún hoy debe luchar diariamente para adaptarse a un entorno que no tiene en cuenta a las personas con discapacidad ni en su movilidad ni en su arquitectura.
La exclusión
Para Salazar es importante cambiar la forma de pensar de los colombianos con respecto a las personas discapacitadas, pues son personas que tienen las mismas habilidades y oportunidades que puede tener una persona normal.
“Por demasiado tiempo nuestros nombres han sido manchados con etiquetas de invalidez y de minusvalía, por demasiado tiempo hemos sido objeto de políticas paternalistas, de asistencialismo y de discriminación en general, por eso no he venido a tocar sus corazones, no vengo a conmoverlos de ninguna manera, ni vengo a pedir ningún favor, vengo a exigir derechos, vengo a pedir accesos a las misma oportunidades que tienen los ciudadanos sin discapacidad”, explicó.
Según este activista en Latinoamérica la discapacidad se entiende desde dos paradigmas el primero el tradicional, donde lo entienden como un castigo divino, algo cósmico, un karma por alguna mala acción propia o familiar, “esto lo vemos en todos los rincones de la sociedad, en las veredas esconden o encadenan en las veredas literalmente a los pelados y no los sacan al parque, la escuela o la iglesia, porque son un motivo de vergüenza para la familia, pero también en el estrato 10, el súper empresario que tiene una discapacidad, que tiene un accidente cerebro vascular, deja de ir al club, al restaurante, siente que las personas lo están mirando, juzgando”.
Sin embargo, la ciencia tiene otra perspectiva donde los médicos entienden la discapacidad como un asunto de salud. “Hay una raya que se llama lo normal, que es ver, caminar y oír, por debajo de ésta están todos estos subnormales que son los discapacitados que si tan solo hacen terapia, rehabilitación, que si tan solo avanza más la ciencia van a poder pasar esa raya y se van a convertir en normalitos y tiene mucho sentido, si yo aprendiera a saltar en esta silla de ruedas, podría adaptarme a este púlpito, pero ahí viene la pregunta porque debo ser yo quien se debe adaptar y no que las cosas se adapten a mí, si yo tengo los mismo derechos como ustedes”.