La familia es insustituible

«A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas; todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: “Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.” Él les contestó: ” ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?.”» (Lucas 2,41-52).

 

La liturgia nos presenta a la familia de Nazaret como referencia para todas las familias. Encuestas y estudios sociológicos revelan que la familia ocupa el primer lugar. La familia es insustituible. El consejo del padre, el cariño de la madre, la observación del hermano, las cuitas y las alegrías compartidas en común… todo esto viene a definir el carácter y a preparar moralmente al hombre y a la mujer que uno va a ser el día de mañana.

Sin duda, el futuro de la Iglesia depende también, en gran medida, del grado de salud de la familia. La tarea pastoral, de evangelización y catequesis, sobre todo a nivel de niños y de jóvenes, sin el protagonismo educativo de la familia, es construir sobre arena. Así se suele decir: que “Catequesis sin familia es catequesis sin futuro”. Para que la familia sea fiel a sí misma y cumpla su misión, ante todo ha de realizarse como comunidad de amor. Y para lograr esa comunidad es imprescindible poner en práctica algunos medios: – La convivencia. La casa, no puede ser sólo una pensión.

La “convivencia” no consiste sólo en “estar en casa”, sino en compartir la vida. No es cuestión de estar sólo de “cuerpo presente” sino también con toda el alma. Una persona de un grupo de apostolado me contó esta experiencia: “Padre, llegué a casa a eso de las once de la noche, después de una jornada bastante intensa. Después de saludar a la mujer ya los hijos, les anuncié: ‘Mañana tengo un viaje de negocios’. Mis hijos menores protestan: “papá, no te vemos nunca”. Y yo les explico: ‘Es que tengo que trabajar mucho. Necesitamos mucho dinero. Tenemos que arreglar la casa, hay que cambiar de carro; y Ustedes están en una edad en que empiezan a necesitar muchas cosas’… ‘No, papá, me replican al instante, nosotros no necesitamos muchas cosas; te necesitamos a ti’. De momento, sus palabras me resbalaron. Pero, cuando estaba acostado, empecé a darle vueltas. Se lo comenté a mi mujer, que me dijo: ‘Los niños tienen toda la razón ‘. Las palabras de mis hijos, rematadas por la madre, fueron para mí una verdadera voz divina; a partir de ahí, mi vida familiar dio un gran vuelco. Empecé a tomar en serio la convivencia con los míos”.

El diálogo, sigue siendo una asignatura obligatoria. Especialmente en las parejas y entre padres e hijos… sobre todo cuando éstos se han hecho jóvenes… Hace unos años se publicó un libro en Francia que no tiene desperdicio: “Yo, tu madre”… Y en él se dice entre otras cosas… “… La comunicación con los hijos no es sólo difícil, sino imposible. Se cierran. Son impenetrables. No piensan más que en ellos mismos. Exigentes a la hora de comer y vestir. Vuelven por la noche cuando quieren. Se levantan cuando les place. No atienden al horario de comidas en casa. Van siempre a lo suyo. No echan una mano para nada. Gastan el dinero que sonsacan a sus padres con mil pretextos. No son capaces de buscarse un trabajo; son los padres los que tienen que estar pendientes de los periódicos para ver si sale algo que pueda interesar a los hijos desempleados. Viven a gusto en casa, a sus anchas, como niños grandes, pero a costa de la desazón de los padres a los que hacen sufrir.

Están muy bien viviendo con la familia; sin problemas de alojamiento y de comida, con la nevera siempre llena, sin impuestos, sin facturas, con el celular que pagan los viejos. Si quieren hacer su vida de acuerdo con sus ideas, que la hagan como los adultos, por su cuenta y riesgo. Y que nos dejen en paz a los padres…” Es sin duda, una clara denuncia de lo que pasa en muchos hogares nuestros…Si nuestras familias quieren ser comunidad de amor… es necesario, que en ella se den… – Expresiones de afecto. Es decisivo el lenguaje de los signos, de los gestos, de los pequeños detalles… Escribía Martín Descalzo: “El verdadero amor, con frecuencia, no se expresa con grandes gestos, entregas heroicas, sacrificios espectaculares, sino por la pequeña ternura empapada de imaginación, es decir con detalles… Por eso me preocupa cuando una mujer me dice que su marido no tiene nunca un detalle. Esto es signo de que ese matrimonio está siendo invadido por el aburrimiento, carcoma del amor. En cambio, un detalle inteligente puede llenar más el corazón que el más espléndido de los regalos.

La Sagrada Familia nos evoca que la familia es sagrada. Y, por ello, hay que concederle el lugar primordial que le corresponde. Y esta fiesta litúrgica en medio de la Navidad puede ser una buena ocasión para la reflexión y la mejora del clima hogareño de nuestras familias. Feliz Navidad a todos los lectores.

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