La ‘femme fatale’ en ‘El amor es una mentira pero funciona’

La femme fatale o la mujer fatal corresponde a lo que en literatura se llama el personaje tipo que reúne ciertos rasgos físicos, psicológicos y morales que un lector puede reconocer con facilidad ¨femme fatale¨ Gustavo Bríñez Villa Especial LA NACIÓN La femme fatale o la mujer fatal corresponde a lo que en literatura se llama el personaje tipo que reúne ciertos rasgos físicos, psicológicos y morales que un lector puede reconocer con facilidad, pues forma parte de una larga tradición mítica y literaria, presente, además, en el folclor y en casi todas las culturas: la de la mujer bella, voluptuosa, sensual e inteligente, pero sin escrúpulos en la práctica de la explotación sexual y económica, y de una perversidad sin límites que conduce a la ruina y a la perdición a los hombres que se dejan seducir por sus encantos. La mujer ha sido también asociada con el amor y la muerte, y su cuerpo visto como un campo de batalla entre Eros y Tánatos en la fantasía del varón. E incluso su propio ser se concebía como un trasunto simbólico de la muerte, al representar la imagen de esta última en figura de mujer, al igual que al erotismo como el modo visual que asume la muerte al presentarse para destruir la energía del hombre, según puede apreciarse en la obra de pintores simbolistas del siglo XIX como Füssli. Y entre los impresionistas y la vanguardia pictórica hay que mencionar a Renoir y Picasso, que ilustran cómo la representación individual y artística del varón se sirvió de la manipulación y anulación femenina, de su muerte simbólica, para conquistar su libertad creadora. En este orden de ideas, y bajo esta premisa conceptual proveniente de las feministas Carol Duncan y Whitney Chadwick, recordemos una declaración de Renoir, “Pinto como mi verga”, o esta de Picasso: “Pintar es como hacer el amor”,  palabras en que la mujer, su cuerpo, al decir de Chadwick, aparece como un ser sojuzgado y objeto de representación al servicio del hombre. En cuanto a la mujer fatal, uno de los casos emblemáticos es Carmen, la novela de Próspero Mérimée convertida en ópera por Georges Bizet, en la cual se da la fusión entre la mujer, el amor y la muerte. Se cuenta allí la historia de la gitana Carmen, mujer fría e impasible ante cualquier demostración de amor, que enceguece de celos y lleva a la locura y a convertirse en asesino de cuatro hombres a José Lizarrabengoa, sargento del ejército de España. Pero aquí Carmen no sólo es victimaria sino también víctima, pues ella será al final asesinada por el militar, quien en prisión declara: “La vida ha hecho de mí lo contrario de lo que hubiera deseado ser”, para así expresar su infortunio y su desgracia, que empezó el día en que se dejó enamorar por esa femme fatale. Y sin embargo, cuando en su celda el escritor le pregunta si podría borrar a Carmen de su existencia, responde: “No, no, claro que no”, mostrando así el poder de Carmen, que después de su perversidad y de su muerte sigue viva en el corazón del hombre sentenciado.     En todo el arte De antiguo existen personajes de este tenor,  como la diosa Ishtar de Babilonia, la Circe homérica, las Dalila y Salomé bíblicas, y hace tiempo aparecen no sólo en la literatura, sino también en el cine, en la ópera, en las artes plásticas y escénicas, y en la música popular. Pero no siempre han sido objeto  de reproches y oprobio, pues para el marqués de Sade, que viene al caso, no eran un símbolo del mal, sino una suerte de síntesis de todas las mejores cualidades de las mujeres. Y para teóricos contemporáneos del asunto, una representación de la independencia femenina que en actitud de resistir se opone a la cultura patriarcal hegemónica. Bueno, siempre cabe la ambigüedad en la distinción entre la maldad y el bien, o aún más entre virtud y lascivia, pues en nuestro idioma el sentido cambia al decir que una mujer es buena, frente a cuando se declara que una mujer está buena. Una mujer fatal es el personaje protagónico de El Amor Es una Mentira pero Funciona, la novela del profesor Nacho Murcia, de la Universidad Surcolombiana, quien ganó recientemente el Concurso Departamental de Minicuento que programa el municipio de Palermo. Con esta nueva creación nos conduce al mundo de las aventuras procaces de la protagonista, desde joven experta en transgredir la moral al uso y capaz de ejercer sus artes amatorias con varios incautos a la vez, a los que envuelve en la telaraña de su maldad para derivar rendimientos económicos. Amor de fondo Como ocurre en el cine negro de los cuarenta, en la historia que se nos relata se miente en el amor. Sin embargo el personaje, que cruza de continuo el débil límite entre el amor por interés y la profesión más vieja del mundo, se actualiza para trascender aquel estereotipo de la mujer araña que prende a sus amantes en su red o el de la vampiresa que consume hasta la última gota del bolsillo y del alma de sus hombres, pues tampoco se resiste a la práctica del amor lésbico a los ojos concupiscentes del pintor Francisco. Sofía, ese es su nombre, es así un artefacto de amar que se ampara en las sombras en pena del reino de lo natural, del mundo del capitalismo de hoy en donde sólo vale el interés egoísta, como dice uno de los versos de Ala de Colibrí, la canción de Silvio Rodríguez. De lenguaje sencillo y directo, más en el entorno del habla que en el de la lengua, la narración transcurre en varios puntos de Neiva, tales como los barrios El Altico, San Silvestre, Los Pinos, Pizarro y Manzanares, el centro de la ciudad, las viejotecas Añoranzas, El Ayer y Tienda Garibaldi. Pero en especial en los ambientes de la vida nocturna de los bares de Cándido y Santa Inés y su público variopinta, en que se confunden los gotereros de oficio, las fulanas tentadoras y las que no lo son tanto, los que duermen en el andén, los aspirantes a narradores o poetas, los insurrectos de salón, los tiras de mil máscaras, los mantenidos con humos de gigolós, los travestis, las pre y pos pago, los gordos sin amor, la bohemia universitaria, algunos vejancones fieles del viagra y viejitas achacosas que se cruzan en el camino con los que recién acuden, mirando con desaprobación a la concurrencia. Pero en algunos episodios el lenguaje se refina en una sutil amalgama de timbre poético y erotismo, como en el del amor sáfico que observa en actitud lúbrica el pintor de la historia. Al final de la novela el pintor logra romper los lazos de la pasión morbosa que lo ataban a Sofía y lo habían puesto al borde de la muerte. He aquí otra vez el vínculo entre Eros y Tánatos, entre el amor y la muerte, que acompaña siempre a la figura de la mujer fatal. No en vano la última vez que hablan, la breve conversación se da en un funeral, el de la madre de la protagonista. El relato mismo es aquí una especie de catarsis que le sirve a Francisco como medio de negar la existencia inquietante y destructora de la femme fatale. Y ella, por su parte, en el monólogo con que termina el libro, admite su carácter de mujer vacía e incapaz de amar, y de objeto sexual que se vende al mejor postor, algo así como un ser inerte, sin vida, que se encuentra ya en el espacio de la muerte, el de su profunda alienación. Una sugestiva novela para leer y reflexionar en un país en crisis en que todo vale y en donde oro o billete verde matan cualquier cosa que les salga al paso. Felicitaciones, Nacho, valió la pena el ahínco y la dedicación para exorcizar con la escritura a esa Lilith o diabla del sexo, la avidez y la rapacidad que transita por tu narración. Luis Ignacio Murcia Luis Ignacio Murcia M. Pitalito, 1953. Licenciado en Lingüística y Literatura, USCO, 1980. Magister en Educación y Desarrollo Comunitario, USCO-CINDE, 1994.  Primer Puesto en el Primer Concurso Nacional de Tesis de Grado en Educación de Adultos con Sistematización del proyecto de Alfabetización, Postalfabetización y Desarrollo Comunitario de la Universidad Surcolombiana en la Comuna Ocho de Neiva, Cali, 1995. Ganador de la Segunda Convocatoria del Fondo de Autores Huilenses, en la modalidad de Testimonio con ¡He tenido más razones para morir que para vivir!, 1999. Primer Puesto en el XXII Concurso Dptal. de Minicuento Rodrigo Díaz Castañeda, 2012; Segundo Puesto en 1999 y Tercer Puesto en 2001 y 2006 del mismo concurso. Autor de los libros: ¡He tenido más razones para morir que para vivir! (Fondo Mixto de Cultura del Huila, 2000), Bajo la piel morena: Relatos (Fondo de Autores Huilenses, 2003). Incluido en los libros: Pasos en el umbral 2, de la colección La letra sin sangre (Bogotá, A seis manos, 2012), Boletín Literario Basta ya No. 98 (Córdoba, Argentina, 2009), La tarde está como para contar cuentos: Antología del minicuento huilense (Fondo de Autores Huilenses, 2007),  Parvulario: Dieciocho textos de maestros sobre la infancia (Altazor y Trilce, 2005), Memorias del Primer y Tercer Encuentro Nacional de Escritores José Eustasio Rivera (Altazor, 2006 y 2007). Memorias del Primer y Segundo Festival de Poesía y otros asuntos literarios (Altazor, 2011 y 2012). El tejido de la memoria: ensayo y antología de anécdotas sobre maestros (Inédito). Minicuentos (libro en proceso).

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