Vegalarga, la tierra que vio nacer a uno de los grandes compositores de América, Jorge Villamil Cordovez, es una de las grandes acreedoras morales del Estado, depositaria de numerosos dolores y perjuicios por el conflicto interno y permanente protagonista, no propiamente de buenas noticias. Vegalarga, la tierra que vio nacer a uno de los grandes compositores de América, Jorge Villamil Cordovez, es una de las grandes acreedoras morales del Estado, depositaria de numerosos dolores y perjuicios por el conflicto interno y permanente protagonista, no propiamente de buenas noticias. Todos a una estamos en mora de devolverle a esa hermosa región del oriente neivano su merecido lugar. El año pasado revivieron el terror que ya los había azotado con todo su poder devastador a finales de los años 90, con tres atentados que casi nada dejaron en pie. En medio del humo y los escombros las autoridades les anunciaron a sus habitantes apoyo total, ayudas inmediatas, pie de fuerza y otro tanto de cosas que, un año después, poco o nada se han cumplido. Y como si no bastase con la mano criminal de las Farc, se detectó inestabilidad en el terreno del centro poblado, doblemente golpeado por el invierno cuyos efectos aun no se superan. Con razón sus moradores esperan los resultados de estudios técnicos que determinen la reubicación que parece inminente, o por lo menos, mientras esto ocurre que atiendan su grave problemática. Necesitan profesores, buenas instalaciones educativas, médico y odontólogo permanentes, buenas vías de acceso y posibilidad real de créditos agropecuarios. Pero lo que más les duele a los de Vegalarga es que les hayan puesto una marca, una señal invisible pero notable en los actos que los señala de colaboradores de la guerrilla, de milicianos o simplemente de sospechosos. A tal punto que, según sus líderes locales, las entidades bancarias no les otorgan, por esta razón, los créditos que necesitan para invertir en los cultivos; además denuncian que, después de soportar casi 10 retenes hasta el corregimiento, los soldados y los policías en muchas ocasiones los tratan como delincuentes. Las autoridades regionales han vuelto sus ojos. La señora gobernadora Cielo González y el alcalde de Neiva, Pedro Suárez, les han dado esperanzas, ilusiones que ojalá se conviertan, y pronto, en realidad. No soportarían sus habitantes nuevas frustraciones. Después de que se fueron las cámaras y los micrófonos y se le contó al país de una nueva tragedia para la región, Vegalarga volvió a quedar en el olvido, en un ostracismo que no se compadece para nada con sus laboriosos campesinos. Si algo se le quiere compensar a esa región, tan rica en recursos como en un espectacular paisaje que embrujó e inspiró al gran cantor del Barcino y los guaduales, se debe comenzar por reivindicar sus fortalezas y la capacidad de sus moradores y, desde las autoridades policivas y militares, darle un vuelco al manto de sospecha con que se les trata. Que por lo menos tengan el honor de cantar, como Villamil: “… En esta tierra nací, en ella también viví y en ella quiero mi entierro”. DESTACADO “Y como si no bastase con la mano criminal de las Farc, se detectó inestabilidad en el terreno del centro poblado, doblemente golpeado por el invierno cuyos efectos aun no se superan”. Editorialito El cierre nocturno anunciado por las estaciones de servicio, para presionar cambios en los márgenes de rentabilidad, terminan, como siempre, afectando a los usuarios. No al gobierno. Aunque los propietarios tienen la libertad de hacerlo, no deja de ser un atropello para los ciudadanos. ¿Quién podrá defendernos?