Graves problemas en la formación de niños y jóvenes están conduciendo, entre otros factores, a problemas como el matoneo escolar.
Hace dos semanas ocurrió un lamentable episodio en el país: el intento de suicidio de un niño de tan solo 9 años en el colegio Agustiniano de Suba en la ciudad de Bogotá. Afortunadamente, aparecieron algunos profesores y compañeros para frenar lo que constituía ya uno de tres intentos de suicidio por parte del niño (El Espectador, 2 y 3 de abril de 2014).
Este lamentable suceso prende nuevamente las alarmas de un aberrante fenómeno social del cual las mismas instituciones educativas son parcialmente responsables. El tema de matoneo escolar o bullying está siendo frecuentemente tratado en los medios, incluso en este mismo espacio ya fue abordado; sin embargo, considero urgente retomarlo, especialmente cuando se escuchan irresponsables y desatinadas posiciones de los que precisamente están llamados para combatir este flagelo. En otras palabras, trataré el acoso escolar desde la perspectiva de la mala educación, como he titulado el artículo, o de la inadecuada preparación de los docentes y directivos de las instituciones educativas frente a las características conductuales que presentan los niños durante el hostigamiento.
A pesar del diagnóstico médico (matoneo escolar con depresión, alteraciones nerviosas y cambios fisiológicos) y al proceso de hospitalización que fue sometido el niño del Agustiniano, el señor Rector aparece ante los medios dictaminando que lo sucedido no correspondía a un caso de bullying, sino a un simple juego de niños. No solo incurrió el Rector en la negligencia de responder a una situación de riesgo, sino que le agregó desfachatez a un indigno desenlace. Previo al intento suicida, la reconfortante respuesta que la madre obtuvo de parte de la institución fue un contundente: “Mamita, el niño solo quiere llamar la atención.”
Los padres, profesores, orientadores y directivos de instituciones educativas no podemos quedarnos en la especulación y mucho menos en la inacción frente a significativas y contundentes expresiones verbales, escritas o conductuales de nuestros niños y jóvenes, las cuales puedan indicarnos que algo anda mal. Que los análisis a priori y a posteriori realizados por los docentes y el rector del Colegio Agustiniano de Suba sean remplazados por un eficaz plan de acción que permita la detección temprana de un fenómeno psicosocial que se esté gestando dentro de los planteles educativos. En la medida de lo posible, un plan de acción que involucre a la víctima, el victimario, las familias y la comunidad educativa en general.
Una buena educación no se debe supeditar al carácter público o privado de la institución o a su ánimo de lucro (Atria, 2012). Una educación de calidad se mide no solo por su carácter bilingüe o su sólida instrucción, sino por su integridad. Una buena educación debe generar un gran sentido de realización y seguridad, entre muchos otros valores. Así, a la par del gozo por aprender y compartir en comunidad, nuestros hijos disfrutarán del pleno desarrollo de su personalidad, sin temores y sin fantasmas.
A propósito, ante los pobres resultados de nuestros estudiantes colombianos en la prueba internacional Pisa, la Ministra de Educación María Fernanda Campo desalentadamente expresó: “Eso ya se sabía que iba a pasar. Eso ya se esperaba”. Es precisamente esta actitud la que debemos combatir. Ni la ministra, ni los rectores, ni los profesores pueden justificar la inacción, la ineficiencia, la improvisación y la mediocre conformidad con escuetos diagnósticos que sin duda traerán fatales consecuencias para nuestros niños y jóvenes, no solo en el aspecto académico sino también emocional.
Frente a este fenómeno, es urgente que las instituciones escolares reconozcan que su labor va más allá de transmitir unos conocimientos, sino que a ellos también les corresponde formar y para ello han de estar estrechamente aliados con los padres. No es posible que, como en el caso que nos ocupa, en una institución un niño esté siendo acosado por más de seis meses y nadie se dé cuenta o asuma acciones correctivas que no se reducen a proteger al acosado sino a interpelar a los acosadores que también, a su manera, claman por atención.
Para ello, urge que las instituciones educativas inicien procesos rigurosos de capacitación y formación a su cuerpo colegiado en relación con la detección temprana de casos de matoneo escolar, y así identificar de manera oportuna visos de ideación y conductas suicidas en sus estudiantes. No es un niño de tan corta vida el que quiere llamar la atención, somos todos los adultos indignados los que queremos llamar la atención de los decisores de políticas educativas para que con su accionar ayuden a contrarrestar la mala educación en pro de la calidad de vida, o mejor, en pro de la vida.
“Urge que las instituciones educativas inicien procesos rigurosos de capacitación y formación a su cuerpo colegiado en relación con la detección temprana de casos de matoneo escolar”
Las expresiones de maltrato y acoso afectan de manera grave a nuestros niños.
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