José Eustasio Rivera se propone y logra reflejar el desconocimiento del mundo selvático, la improvisación, el desajuste social, la aniquilación de indígenas, colonos y las penetraciones del vecindario, situaciones descritas delicada y minuciosamente en el Diario de Cova. José Eustasio Rivera se propone y logra reflejar el desconocimiento del mundo selvático, la improvisación, el desajuste social, la aniquilación de indígenas, colonos y las penetraciones del vecindario, situaciones descritas delicada y minuciosamente en el Diario de Cova. LA NACION y las crónicas de los 400 años de Neiva. FÉLIX RAMIRO LOZADA FLÓREZ Especial LA NACION José Eustasio Rivera, además de excelente novelista, poeta y dramaturgo fue dirigente político, revolucionario, humanista, hombre de extraordinarias ideas y de gran visión a favor de las luchas de los desprotegidos, maltratados y emancipador de su Patria. Su ideario no sólo fue literario, sino que también incluye la defensa y consolidación del territorio nacional, por tanto, es parte de la historia en ambos sentidos, especialmente al ponerse al frente de la defensa de los territorios amenazados por la invasión de los explotadores del caucho, la Casa Arana y finalmente por el ejército peruano. Esta afirmación se puede apreciar en el periplo cumplido por Rivera a partir de 1911, donde están presentes los móviles y criterios que la sustentan, dado que son reflejo de un complejo proceso socio-político, a lo largo del cual se ve enfrascado en diferentes enfrentamiento con la clase dirigente, porque su pensamiento y visión no se circunscribe a corto, sino a largo plazo, de ahí que primero recoja suficiente información acerca de los acontecimientos que se desarrollan en el sur del país para enfrentar de manera implacable la naturaleza aburguesada y la displicencia de la dirigencia burócrata que se niega a ver los acontecimientos que encarnan este doloroso episodio, que lo convierten en parte activa y dinámica de un movimiento que lo lleva sin tapujos ni temores a confrontar a quienes han dado un manejo indecoroso a estos sucesos, en parte ignorados y desconocidos por intereses que seguramente van más allá de lo meramente político, dado que se sabía de abusos, atropellos y presencia de personal civil y militar en el Caquetá y Putumayo, confirmados al escritor por don Custodio Morales en Neiva, en la fecha arriba citada. Rivera en estos años atiende negocios personales, publica Tierra de Promisión, enferma en Purificación, es traído a Neiva para su recuperación, regresa a Bogotá, forma parte de la delegación a Perú y México, da entrevista para la revista Mundial en Lima, que generan duras polémicas con sus críticos. Se radica en Sogamoso donde empieza a escribir La Vorágine, es nombrado secretario de una de las comisiones de límites colombo-venezolanos, viaja a los llanos a atender ese compromiso, desde donde envía distintos informes, renuncia a raíz de ciertas discrepancias, pero en su ausencia es nombrado suplente de su tío Pedro Rivera en la Cámara a quien finalmente reemplaza. Vuelve a Neiva a comienzos de 1924, aprovecha para revisar, corregir e introducir nuevos elementos en La Vorágine y la publica. Viaja a Florencia, conversa con Leonardo Cabrera y Eulogio Carvajal, conocedores del Amazonas y de las atrocidades cometidas por la Casa Arana. Va a San Vicente y de vuelta, en Neiva informa a Bogotá de la presencia de caucheros peruanos en Colombia, asunto registrado por Ricardo Pizarro en telegrama a Rómulo González fechado el 4 de abril en Florencia. El 5 del mismo escribe una crónica para El Tiempo, titulada ‘Las penetraciones peruanas en el Caquetá’. Defensa social y política El 15 de abril dirige un mitin en los alrededores del Concejo de Neiva, de ahí pasa con simpatizantes al teatro Variedades en compañía de Reynaldo Matiz. A raíz de este hecho se crea la Junta Patriótica de Defensa Nacional de la que forma parte. Quizás este es un de los asuntos más importantes de la vida política y en defensa de la Patria llevado a cabo por Rivera, porque no sólo defiende, sino que anuncia el infierno que está por venir, de manera que el verdadero problema aún estaba por llegar. Una vez instalados tropas y civiles en el territorio nacional, silencioso y jadeante el Presidente debió pasar muchas veces las manos por su cabeza tan lisa como la mía por dejarse llevar por la insensatez de sus asesores y poner de lado, de manera ingenua las advertencias del escritor. Ahora los acontecimientos terroríficos y negativos no sólo son contra los indígenas, los caucheros y colonos esclavizados, sino que se extienden a Rivera al ser amenazado de muerte por el ciudadano francés Leónidas Norzagaray Elicechea, a raíz de las denuncias sobre los abusos de este en el Vaupés. Es decir, el escritor reúne las piezas claves del problema, llena los vacíos de manera admirable para llegar a la complejidad estructural de la novela al insertar de forma acertada el espejo de la conciencia colectiva arriba y abajo, por eso el lector se encuentra de frente con las descargas psíquicas y morales que rodean a cada uno de los personajes, asociados al quehacer fundamental de una sociedad en crisis, en desorden, palpada y reflejada a través de la literatura, tal como se aprecia en Cova, quien a través de sus disquisiciones y sueños entra en un mundo fantástico, en ambientes desconocidos, en conflictos con sucesos “realizados” e “irrealizables”; es lo que pasa en su sueño de la “Maporita” con su guía, don Rafo. El horror que es la selva, es a la vez símbolo de una sociedad descompuesta, en permanente pugna, expuesta a los ojos del lector, horrorizado por engaños, falsas promesas de gobernantes y politiqueros, lo que deja como consecuencia abandono y barbarie del Estado. Rivera se propone y logra reflejar el desconocimiento del mundo selvático, la improvisación, el desajuste social, la aniquilación de indígenas, colonos y las penetraciones del vecindario, situaciones descritas delicada y minuciosamente en el Diario de Cova que es lo mismo que decir Rivera; en donde los peligros, al contrario de lo que pareciera, no provienen sólo de animales como tigres, serpientes y demás alimañas, sino del propio hombre y los insectos que producen fiebres, las hormigas carnívoras que devoran rápido a la víctima, los caimanes, peces feroces y la desorientación en ese mundo espantoso y confuso. La selva elemento fundamental de la obra, tiene vida y se convierte en ser dinámico, victorioso y cómplice del hombre, al que encubre y refugia en sus entrañas para proteger de crímenes, pasiones, robos y cuanta crueldad se presenta en el destino trágico de cada uno de los protagonistas. En ella también cumplen una dolorosa peregrinación hasta ser sometido: La naturaleza devora al hombre, de manera que es antropomorfa y mítico-maligna, lo que está expreso en: “Selva profética – ¿Cuándo habrá de cumplirse lo prometido?”. José Eustasio Rivera, además de excelente novelista, poeta y dramaturgo fue dirigente político, revolucionario, humanista, hombre de extraordinarias ideas y de gran visión a favor de las luchas de los desprotegidos, maltratados y emancipador de su Patria.