Si la economía del cuidado es importante para las mujeres en general-en Colombia hay 20 puntos porcentuales de diferencia entre las tasas de participación laboral de las mujeres, 50%, y las de los hombres, más de 70%, el tema es mucho más importante para nuestras mujeres del campo. Como decidieron que sus hijos e hijas debían estudiar, y sus parejas nunca han compartido labores del cuidado con ellas, la supuesta inactividad de las mujeres rurales puede llegar a más del 62%, ¿saben por qué? Porque el cuidado las absorbe y ese trabajo ni se reconoce ni se valora ni les da autonomía. Peor aún, las famosas Familias en Acción, programa estrella del gobierno, las saca del mercado porque les refuerza sus labores del cuidado, que sus hijos estudian, estén sanos, etc Por ello no tiene ninguna presentación que la política de desarrollo rural siga pensando en solo proyectos productivos para las campesinas: pobres de recursos, pobres en todo sentido que han sido la fuente de frustración de todas las mujeres en el mundo. Políticas públicas que redistribuyan el cuidado entre el Estado, el mercado, el sector privado y otros miembros de la familia, son la verdadera solución para sacar a las mujeres, todas pero especialmente, a las del campo, de esa posición desventajosa en que han vivido por siglos. Si ya el Banco Mundial reconoce que la llamada Brecha de Género es un problema de desarrollo, que espera Colombia para adelantarse e impulsar un modelo con equidad de género sacando el cuidado del lugar oscuro en que se ha ubicado. Es un nuevo modelo de bienestar que cuesta pero que también genera empleo y recursos: más mujeres trabajando, más productividad, más ingresos y sobre todo, más impuestos, señor Gobierno. ¿Cómo evitar que se frustre la revolución rural, entre otras con equidad de género, otro tema que asusta a toda la sociedad patriarcal? Esta podría ser la revolución más importante de este siglo en Colombia. Meterle pueblo ha dicho el Presidente Santos quien logró en Barranquilla y sobre todo en Necoclí, lo que se creía impensable: vencer el miedo de una población que ha vivido las peores crueldades posibles. Pero los primeros empresarios que pelaron el cobre fueron los bananeros de Urabá. ¿Cómo reaccionarán, si frente a otras amenazas se dieron alianza con el paramilitarismo ahora llamado Bacrim? ¿No acudirán a estrategias similares? Si esto por desgracia sucede estaríamos enfrentado otra ola de violencia. Por ellos es necesario un llamado no solo a meterle pueblo como ha dicho el Presidente Santos, sino meterle país. Es decir, hacerle ver a los poderosos, terratenientes, políticos regionales y nacionales y muchos más, que se acabó la fiesta, y que llegó la hora de construir ese país justo, incluyente que se merecen sus hijos, sus nietos sus próximas generaciones. Solo alguien que pertenece a esas élites como el Presidente Santos puede darse el lujo de meter en cintura a muchos que han abusado de su poder precisamente por pertenecer a los privilegiados en este país tan desigual. Si no puede el no puede nadie y por ello todos los colombianos y colombianas, desde cada una de nuestras posiciones, tenemos que defender y contribuir a que esta revolución no se muera ni se quede a mitad de camino.