Martin Heidegger, pensador alemán, tiene un libro en el que se pregunta por el significado de pensar. La memoria es una condición para el pensamiento; pero no la memoria como recuerdo objetivo de algo, sino como, en palabras del filósofo, “la congregación del pensamiento”, esto es, pensar en lo que ya ha sido pensado. Remitirnos a la memoria para volver a reflexionar sobre aquellas ideas que se han ido constituyendo en la historia y sospechar de las doctrinas de moda es labor de quienes asumen la voluntad para pensar.
Pensar está del lado de la poesía, tiene que ver con ir a contracorriente para buscar el origen. Heidegger lo nombra como hacer un ejercicio en el que se medite sobre el recuerdo, ir en búsqueda de la verdad, develar lo oculto. Es ahí donde radica lo bello. Somos una sociedad que pierde su alma poética en medio del bullicio del mercado y el trajín de la cotidianidad. Se valora el rendimiento que produce riqueza; lo que se considera útil, generalmente, está más cerca de lo que se produce instantáneamente. El mandato es no perder el tiempo para quedarse en el plano de lo que, se cree, lleva al éxito y al triunfo. Dice el intelectual alemán que es importante preguntar por qué no pensamos, qué nos lleva a preferir lo antipolítico, lo feo, lo banal, lo superficial, aquello que no exige activar la memoria para navegar a contracorriente. Pensar requiere la voluntad de ir en sentido contrario al fluir de la sociedad para comprender a profundidad lo que nos pasa por en frente, pero que no vemos. Se viene hablando desde hace más de un siglo sobre el ocaso de Occidente, todos se suman a esta perspectiva aceptándola sin mucha profundidad. Nietzsche ya lo había planteado, advirtió algo mucho más grave que una crisis o el fin de la historia con la frase: “el desierto crece”. Con esto, advirtió la pérdida del sentido y de la voluntad de pensar en el mundo contemporáneo.
La carencia de pensamiento nos lleva al aislamiento, cada uno se concentra en su propia meta. Lo privado triunfa, mientras lo público se va desvaneciendo sin que a nadie le importe. Mnemósine, la titánide que representa la memoria, es la madre de las musas en la mitología griega. Pensar necesita inspiración y reflexión sobre lo que somos. Pero ¿quiénes somos? Esta es una de las preguntas más importantes para alguien que aspira a ser ciudadano. Dos apartados cita Heidegger de Hölderlin, uno de lo poetas que más lo inspiró: “quien ha pensado lo más profundo, ama lo más vivo” y “somos un signo por interpretar”.