“La selva no es culpable de tanta maldad”

El pintor Mario Ayerbe recibió a los niños de la Normal Superior de Pitalito y recorrió con ellos la exposición “De la sombra a la luz”, que por este mes se exhibe en los salones de la Cámara de Comercio de la ciudad. El pintor Mario Ayerbe recibió a los niños de la Normal Superior de Pitalito y recorrió con ellos la exposición “De la sombra a la luz”, que por este mes se exhibe en los salones de la Cámara de Comercio de la ciudad. Hablaron de arte, del secuestro, de la vida y de lo que significó crear una obra pictórica a partir del relato de la congresista Consuelo González de Perdomo. Gerardo Meneses Claros Especial La Nación, Pitalito. Luego de un año de haber empezado su recorrido por Colombia, este febrero llegó a Pitalito la exposición “De la sombra a la luz”. Curioso, aquí debió comenzar, no terminar, pero no importa, está exhibida y la tendremos todo un mes; los dos salones de exposiciones de la Cámara de Comercio, en el Centro Empresarial Surcolombiano albergan las diecinueve piezas que conforman la muestra. FOTO 01 MARIOEsta semana los niños de La Normal han ido a visitarla gracias a la gentileza de Mario que recorre con ellos las salas, atiende sus preguntas y luego, como un buen maestro, se sienta a explicarles el proceso de creación de la obra y a escuchar sus apreciaciones sobre ella. “Me encanta que los colegios vengan, que sean los niños y los jóvenes los más inquietos en conocer este tipo de expresiones” -nos dice como saludo- “esto es para ustedes, para que desde su escuela hablen, debatan y discutan un tema que debería ser ajeno a nosotros, pero que tristemente nos ha tocado tan de cerca”. El rostro de la tragedia Luego del recorrido, Mario les pide que hablen, que le den sus opiniones. Y es Pablo el primero en dar la suya: “todos los cuadros son oscuros, no hay tanto color como yo esperaba”. Entonces Mario aprovecha esa observación para explicarles el motivo y el nombre de la exposición. Les cuenta lo que la señora Consuelo le contó a él, les muestra como en un cuento, el dolor de la tragedia y lo va explicando mostrando sus cuadros. El orden de la exposición tiene un sentido casi cronológico, y es Daniela quien lo nota “el primer cuadro es donde comienza el secuestro ¿cierto?”.  Cierto. -afirma el maestro- “Aunque el orden que ustedes ven aquí no es el mismo de la elaboración de cada pieza, ellas fueron surgiendo a medida del impacto que me causaba el relato; hubo momentos en que la sola idea de la selva me sobrecogía, me atemorizaba, pero la selva no es culpable de tanta maldad”. Camilo no puede parar de preguntar, quiere saberlo todo de una vez, que cuanto tiempo gastaste en cada cuadro, que cuantas horas hablando con doña Consuelo, que qué comían los secuestrados, que donde dormían, que por qué a ella… Y esa es otra historia, la que Mario les cuenta como si él mismo la hubiera vivido “Es que llegó un momento en que el secuestrado parecía ser yo mismo”. ¿Ser político es malo? Pregunta Ángela, y su pregunta crea un silencio que nos deja perplejos. “No se trata de ser malo o bueno, nena -le dice Mario- son objetivos; para la guerrilla ellos se convierten en presas, en objetos de valor para chantajear, para extorsionar, ahí es donde uno no entiende la maldad que puede albergar el alma humana. Y en este país el secuestro se volvió un negocio, una manera de obtener cosas”. Diego se atreve a preguntar sobre algo que en el  fondo todos nos hemos preguntado: “¿Mario, no es un riesgo hacer esto? “. Y el maestro le responde con una sonrisa de preocupación: “Créeme que sí. Denunciar, no quedarse callado, decir las cosas en un país como Colombia, no es fácil. Pero es mi trabajo y esto tiene que ayudarnos a entender y a impedir que siga pasando esta barbarie que tantos han vivido y otros siguen viviendo”. FOTO 02 MARIOEstamos sentados en la segunda sala, los niños escuchan a Mario, cuchichean sus cosas, otros hacen fotografías con sus teléfonos, de pronto uno de ellos señala el cuadro que tiene en frente y que se llama hacinamiento, “no es justo -me dice- pobrecitos”. Kevin se detiene en el último cuadro y le llama la atención la luz que hay en él “por fin se ven las nubes” -dice. “Ese cuadro es una metáfora del país, ese pedacito de cielo azul que se ve y que acompaña el día de la liberación, es el símbolo de la libertad, de la luz que esperamos vean todos los secuestrados que aún están en la selva. Por eso la exposición se llama así -comenta Alicia. Ha pasado algo más de una hora, afuera, sobre la Avenida Pastrana se escucha la bocina del bus de La Normal, es José, que ha llegado a recogernos. Los niños se despiden del maestro, él les agradece. Nos vamos, pero esta vez no hay algarabía en el bus; hay comentarios, caritas pensativas. Mañana en la clase, oiré sus comentarios.

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