José Manuel Acevedo M.
La pelea política de la semana pasada sin duda corrió por cuenta de la senadora Claudia López y el fiscal Néstor Humberto Martínez. Aunque, en general la opinión pública repudió la forma en que se tramitó el desencuentro y editoriales de periódicos como El Espectador pidieron que “a los gritos no” se discutan estos asuntos, debo decir que a mí no me escandaliza la manera en que se dieron los hechos ni mucho menos que la tensión hubiera tenido lugar en el Capitolio.
De hecho, los parlamentos son los escenarios en los que se libran las peleas mas vigorosas y enérgicas pero, al fin y al cabo incruentas, en una auténtica democracia. Celebro que haya debates intensos cara a cara especialmente porque los fiscales, que constitucionalmente escapan al control político del senado, deberían bajarse de vez en cuando del pedestal y concurrir a defender su política criminal frente a las críticas que les formulan algunos interlocutores válidos como la doctora López.
Sin embargo, más allá de la forma, habrá que desmenuzar lo que tiene de fondo esta disputa.
Razón, por ejemplo, le asiste a la senadora en pedir que en el caso del político de Magangué Marcelo Torres, por encontrarse en un ambiente tan caldeado que puede interferir en la tranquilidad e independencia de la investigación, su expediente debería trasladarse a Bogotá para desde aquí analizar los hechos con absoluta transparencia.
Por otro lado, el fiscal también tiene argumentos valederos para decir que su lucha contra la corrupción entre los dirigentes regionales ha alcanzado a todas las colectividades incluido Cambio Radical. La compulsa de copias en el caso del senador Antonio Guerra de La Aspriella, la imputación a la exgobernadora del Quindío, lo que ha hecho contra dos gobernadores en La Guajira y el alcalde de Girardot, entre otros, demuestra que también se ha metido con el partido de sus afectos.
Tiene razón El Espectador, eso sí, en rechazar el discurso de que “cuando se investiga a los copartidarios es injusto, pero cuando se les sigue proceso a los contradictores, ya era hora”.
Lo que de verdad llegará a buena hora es que la corrupción, venga de donde venga, se destape y no se quede, como de costumbre, en los mandos medios.
El fiscal y la senadora son personajes valiosos en la coyuntura política y judicial que vivimos. Nos corresponde a quienes estamos en la mitad de esta sana confrontación, ponderar los argumentos de uno y otro, sin apasionamientos y exigiendo, en todo caso, que brille la verdad.