La Nación
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La suerte del Huila por Jorge Guebely

Pocos hombres se levantan contra las mentiras de su tiempo y las restriegan en el rostro de sus promotores, asumiendo el precio de esta rebelión. José Eustasio Rivera lo hizo y la historia humana le ha dado la razón.

El comentario de Elías

Pocos hombres se levantan contra las mentiras de su tiempo y las restriegan en el rostro de sus promotores, asumiendo el precio de esta rebelión. José Eustasio Rivera lo hizo y la historia humana le ha dado la razón. Riñó con el esquema pedagógico del Seminario de Elías de donde salió expulsado. El obispo Esteban Rojas lo eliminó de una lista del Partido Conservador, desconfiaba de su espíritu libertario, acto que originó la dolorosa afirmación: “Me barrieron de un sotanazo”. Se enemistó con Neiva, espacio estéril donde no encontró espíritus para dialogar, exceptuando a Rojas Garrido, uno de los pocos liberales de verdad en el Huila, quizás el único. Denunció la Casa Arana, una de las primeras aventuras capitalistas en territorio colombiano, del mismo talante de la actual Emgesa: voracidad económica insaciable, depredación despiadada de la naturaleza, espejismo absurdo de desarrollo, explotación cruel de los seres humanos. Acusó al Ministro de Relaciones por su afrentosa indiferencia, su cinismo para dirigir un país que ni siquiera conocía, típica costumbre política, deslumbrante patriota de coctel pero de opaca inteligencia en lo social y humano. Nada cambió con su denuncia, no era el Ministro el corrompido, lo era sistema político. Censuró los desmanes de Leonidas Norzagaray en las caucherías del Vaupés, otro depredador capitalista, y le tocó padecer las infidencias del Ministro, quien filtró la información, y soportar la persecución del personaje denunciado, quien lo buscó para asesinarlo. Fue el primero en descubrir la penetración peruana  en territorio colombiano, momento en que todos callaron, silencio que generó la guerra y cientos de muertos por la patria y por la misma ineptitud de sus dirigentes. Pero sus mayores revelaciones y rebeliones fueron literarias, las que permanecerán en el tiempo y en toda la tierra. En “Tierra de Promisión” desveló nuestra expulsión del paraíso terrenal, atroz condición de parias sin avizorar la patria original, bello entronque con la Biblia. En “La Vorágine” desnudó el pavoroso descenso de la historia, caer de la moral conservadora anquilosada en la Bogotá medieval para desplomarse en la voracidad capitalista, terriblemente metaforizada en los desmanes de la selva. En “Juan Gil” denunció la ceguera humana  que alimenta el descalabro y lo prolonga, estupidez que se reproduce de generación en generación como una condenación. Pocos pueblos tienen la suerte de poseer un espíritu lúcido, el Huila la tiene en Rivera. Ahora corresponde seguirlo, construir la saga de la dignidad humana donde prevalezca el ser humano, no las mezquindades partidistas y económicas. lunpapel@gmail.com