Uno de los últimos días en que compartió con la estilista Aura Lucía Llanos, el ex policía de Neiva Javier Solís Ángulo la visitó en su peluquería, ubicada en un populoso sector de la ciudad. Llegó al negocio, tomó el control del televisor, cambió de canal y se sentó como en su casa. Ella se hizo la indiferente. La relación de nueve años había concluido meses antes. Él cogió el computador de la mujer e intentó rastrear los mensajes de sus redes sociales. Y después fue a la tienda. Pero retornó. Llegó con una gaseosa oscura, destapada y le dijo a Aura que la bebiera. Ella –agobiada por la sed- tomó un sorbo, pero sintió mareo. La bebida- cuyo envase después desapareció- estaba amarga y extraña.
Horas después, Aura Lucía Llanos fue a mercar. Y en el supermercado pidió un baño donde vomitó hasta saciarse. Estaba débil, descolorida, sudaba frío y pedía que la auxiliaran. Una de sus familiares entró al baño y la encontró desplomada, casi sin signos vitales. En la ESE Carmen Emilia Ospina de Las Granjas le dictaminaron intoxicación, pero Aura Lucía- quien después fue presuntamente asesinada por Solís- falleció convencida que él, días antes del crimen, la había intentado envenenar.
Solís, con 40 años, oriundo de Buenaventura, buen hombre – aparentemente-, tranquilo, una de las voces de la orquesta de la Policía y el ex uniformado que paseó por todos los barrios en jornadas comunitarias de la institución, se estaba convirtiendo en un posible asesino.
El 10 de enero de 2015, el ex policía prometió viajar a Buenaventura. Dijo que volvería en una semana, pero retornó en dos días. Cayó de sorpresa. Quería intentar recuperar a Aura Lucía, pero ella ya estaba conquistada por Antonio Cobo, otro hombre moreno, de Tumaco, Nariño. Se conocieron tres meses atrás cuando la mujer sufría porque Solís andaba ilusionado con otra de sus tantas prometidas.
Perseguida
Solís la perseguía, la amenazaba y hasta le robó la clave de su red social Facebook. En su muro compartió decenas de fotos donde ella aparecía desnuda, en la cama con él. Lo hacía para fastidiar a Antonio- el prometido de Aura-, y de paso arruinar la vida de la mujer. “Mamí lo que pasa es que como yo ya lo dejé, pero él no quiere dejarme tranquila. Me está haciendo la guerra por punta y punta. Ya no sé qué hacer”, dijo Aura a una de sus parientes en un WhatsApp que obtuvo LA NACIÓN. Lo escribió días antes de su muerte.
Con la motocicleta le cerraba el camino durante los últimos días, le siguió los pasos, y cada vez que le hablaba lo hacía con odio, aprentando los dientes y susurrándole al oído: “Te voy a matar…usted sabe qué lo voy a hacer. Le voy a dar donde más le duele”, decía él. Ella pensó que no pasaría de palabras.
A Antonio- el nuevo prometido de Aura-, Solís ya lo había abordado. Y también lo amenazó. Pero él tampoco creyó, aunque le advirtió que no le hiciera nada a su compañera.
Crimen
El día del crimen (2 de febrero de 2015), Aura llegó a su casa de madrugada. Una de sus hijas alcanzó a oírla por última vez. Hablaron del perro, de sus vidas, y la hoy difunta alcanzó a decir que Solís- quien ya no vivía con ella- arribaría esa mañana a su casa. La chica se despidió, pero prometió regresar pronto.
Al ex policía lo observaron rondando en el parque desde las 6:00 de la mañana de ese día. Y esperó- según creen los parientes- la salida de la última hija de la vivienda para ingresar. Él tenía llaves. Las había hurtado días atrás en una de las visitas relámpago a la peluquería. El día del homicidio vestía un pantalón claro, camisa morada de rayas, y llevaba una maleta negra.
El momento
En la casa- después de las 8:30 a.m.- se escucharon gritos. Aura pedía auxilio desde el segundo piso, decía que la iban a matar. Algunos vecinos escucharon, pero no identificaban su voz. Cuando ella dejó de gritar se oyeron dos disparos. Teminaron en la espalda de la mujer que quedó tendida boca abajo entre la puerta del apartamento y las escaleras. Antes la correteó por la sala, los cuartos y la cocina. La chapa de la puerta en madera terminó suelta, destruida. Seguro ella quiso esconderse. En la cama aparecieron unas tijeras, estaban partidas. Había cabello de ella porque se defendió. No iba a dejarse matar tan fácil, resumen algunas parientes consultadas por LA NACIÓN. Las uñas le quedaron moradas, algunas partidas, un ojo hinchado.
Los vecinos habían informado a la Policía que arribó diez minutos después a la vivienda. Por una cuadra llegó la autoridad. Por la otra desapareció Solís, de acuerdo a los testimonios de algunos vecinos que lo vieron terciarse su maleta en la espalda y caminar como si nada hubiese ocurrido. Desde ahí se esfumó. No dejó rastro. Su familia en Buenaventura, Cali, tampoco da pistas de su paradero.
Relación tormentosa…
Javier Solís llegó a la casa de Aura nueve años atrás. Ella lo presentó a sus tres hijas y estaba embarazada de él, informó. Desde que empezó la relación fue tormentosa. A sus tres meses de gestación, la estilista neivana se enteró de que el ex policía tenía otra vida sentimental en Buenaventura. Otra esposa con quien tenía hijos, y quien estaba embarazada al tiempo.
Aura- resumen algunos de sus familiares- estuvo engañada durante meses por el ex uniformado. Y soportó agresiones en su contra. Dos mujeres de color oscuro llegaron- recién iniciado el noviazgo- desde Buenaventura hasta Neiva, la ubicaron en el supermercado donde laboraba, la sacaron a la calle y la agarraron a golpes. Querían lanzarle un frasco con orines y unas hierbas extrañas, al parecer una brujería. No lo lograron.
Solís seguía con Aura, también con su propia esposa, quien también atormentaba a Aura con mensajes de texto, llamadas, frases fuertes en redes sociales, propias de una mujer celosa por su pareja. Y además se supo de otro noviazgo de Solís que le generó nuevos dolores de cabeza a la estilista.
Ella le toleró sus comportamientos extramatrimoniales. Dormía en su casa y después desaparecía. Iba a Buenaventura, regresaba a Neiva por sus labores como policía.
Lo que vino
Aura aguantó hasta hace cuatro meses cuando una nueva mujer apareció en la vida de él. Trabajaba al lado de Cocobongo, el bar que el expolicía abrió en el centro de Neiva. La nueva dama se burlaba en la cara de la propia compañera de Solís, pero ella meses después se enteró del romance oculto entre ellos.
La amante de Solís- quien trabajaba en un asadero de pollos- también estaba engañada. Creía que era el amor de Javier, cuando él ya tenía a Aura y su propia esposa en Buenaventura.
Ahí la estilista decidió abandonarlo, romper por completo.
Pero ella lo amaba, aunque sus hijas mayores no, porque no toleraban los insultos, las golpizas, manipulaciones, atropellos e infidelidades a su madre. Y un día- a finales de 2014- una de las hijas le sacó la maleta con la ropa a la calle. Pero a Aura le daba lástima porque Solís cayó en el licor, en dificultades económicas y volvía a recibirlo.
Una noche- cuando la mujer lo sacó de la casa-el ex policía apareció en la madrugada en la vivienda. Ingresó por el parqueadero e infundió temor. “Mami, mire, se nos entró”, dijo Aura a una de sus hijas. Quería golpear a su expareja, creía que estaba con otro hombre. La hija intercedió y él le dijo que no se metiera, “¿acaso te quieres morir o qué?. El hombre terminó dormido, después de forcejear con la ex mujer. Y ella logró quitarle el arma de fuego. Días después, él insistió y Aura terminó pidiéndole a su hija que se la devolviera. No imaginó que ese día aseguraba su muerte. Que con esa misma arma de fuego la asesinaría días después.
Aura terminó muerta. Solís anda desaparecido, sin orden de captura por la Fiscalía que busca más pruebas para señalarlo responsable. Algunos creen que viajó a refugiarse en Cali, Valle, aunque otros no descartan que se haya suicidado. Antes de la tragedia fue a una notaría y juramentó que en caso de muerte su pensión de la Policía terminara exclusivamente en su hija menor.
Triste final…
Cobo- último novio de Aura- se marchó de Neiva porque el expolicía también lo amenazó. Y las cuatro hijas de la estilista asesinada viven escondidas, de casa en casa, buscando que la Fiscalía las proteja ya que con su madre fue imposible. La mujer denunció el 22 de diciembre de 2014 que su expareja la había amenazado. Y ese mismo día le dieron una medida de protección que quedó en el papel y que hoy tiene LA NACIÓN. Finalmente terminaron matándola. El documento no sirvió de nada.