La verdadera imagen del Buen Pastor

«En aquel tiempo dijo Jesús a los fariseos: «Os aseguro que el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que salta por otro lado, es un ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el guardián y as ovejas reconocen su voz, y él llama a cada una por su nombre y las conduce fuera. Cuando ha sacado a todas sus ovejas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños». Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron lo que les quería decir. Por eso añadió Jesús: «Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero mis ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entra por mí, se salvará, y podrá entrar y salir y encontrará pastos. El ladrón sólo viene a robar, a matar y destruir; yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia.» (Juan 10, 1-10).

Padre Elcías Trujillo Núñez

El Evangelio de este domingo presenta a Dios como Buen Pastor. Esta imagen es muy conocida desde el cristianismo primitivo. La vemos frecuentemente en las catacumbas. También hoy conocemos estas imágenes del Buen Pastor en medio de su rebaño, o con la oveja sobre sus hombros. Parece que a todos los cristianos de todos los tiempos esta persona del Buen Pastor los impresionó profundamente. ¿De dónde viene este anhelo escondido? ¿De dónde viene esta simpatía entre el Buen Pastor y nosotros? Creo que es porque su rostro nos promete cariño y entrega, protección y seguridad. Porque muchas veces nos sentimos solos, desamparados, solitarios. Porque frecuentemente nos sentimos como ovejas perdidas. El peso de nuestras debilidades, de nuestros sufrimientos, de nuestras limitaciones nos da pena y nos mortifican.

Queremos estar con Jesús, nuestro Pastor, que nos acompaña, nos dirige y nos busca, que nos conoce por el nombre, nos llama y arriesga su vida por defendernos. Muchas veces la figura del Pastor está marcada por la soledad e incomprensión. Jesús mostró el sumo grado de su amor de pastor sacrificándose por nosotros, tanto en su vida como en su muerte. “Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos” (Juan 15,13). Ya su vida fue un gran sacrificio por su misión: un sacrificio de soledad y de incomprensión por nosotros. Veamos la conducta de los apóstoles frente a Él, muestra que no tienen comprensión para con su persona ni para con su misión.

Así, un día, Jesús les dice a ellos: “Llevo tanto tiempo con vosotros, y no me habéis conocido” (Juan 14,9). Y mucho menos que sus discípulos, lo entiende el pueblo. De modo que Jesús queda, en el fondo, solo con su misión. Y el colmo de su soledad se realiza en su sacrificio en la cruz. Él es realmente el Buen Pastor “que arriesga su vida por sus ovejas”; que la entrega por amor a los suyos. Sólo el mayor sacrificio le basta para manifestar su amor infinito. Esta es una de las leyes del Reino de Dios: ¡Si quieres ser amado, ama! Si quieres ser amado por los demás, entonces tienes que mostrarles tu propio amor, sacrificándote por ellos. Y Dios emplea esta ley de un modo singularmente hermoso y profundamente eficaz.

Él quiere nuestro amor, y por eso nos ama con un amor palpable, desbordante. Sentirnos amados es el inicio de la santidad. Todos los santos comenzaron a escalar las cumbres de la santidad, cuando se sintieron objeto del amor eterno e infinito de Dios. Cuando me creo y siento amado per Dios, entonces se despierta en mí la respuesta del amor. Mientras estamos convencidos de que hay alguien que nos ama, nuestro amor está asegurado. Pase lo que pase, jamás debe abandonamos la profunda convicción: Él me ama. Y si nos preguntamos, por qué somos tan poco inflamados para Dios y para lo divino, pues ya sabemos la respuesta: no sentimos ni comprendemos ese amor abundante de Dios. Vivimos como si Jesús no hubiera muerto en la cruz por nosotros. Este domingo del Buen Pastor, tiene todavía otro significado: celebramos como cada año la jornada mundial de oración por las vocaciones. Es nuestra respuesta a la consigna del Señor: “La mies es abundante y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies” (Mt 9,37).

Pero, a la vez, hemos de acompañar en la oración a nuestros sacerdotes, religiosos y religiosas, para que sean verdaderos pastores de las almas, llenos de amor desinteresado, reflejos auténticos de Jesucristo, nuestro Buen y Eterno Pastor. Nota: Felicitaciones a los Obispos, Sacerdotes, Religiosos, Padres de familia, Maestros, Gobernantes honestos y gerentes de empresas, también Ustedes son Pastores.

Destacado: “Él quiere nuestro amor, y por eso nos ama con un amor palpable, desbordante. Sentirnos amados es el inicio de la santidad. Todos los santos comenzaron a escalar las cumbres de la santidad, cuando se sintieron objeto del amor eterno e infinito de Dios”.

 

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