La vida clásica de Vicente Guerrero entre la locución y la docencia

Vicente Guerrero es un hombre que, a sus 68 años de edad en uso de buen retiro, puede hablar con total tranquilidad sobre su vida que comenzó un 19 de marzo de 1955 en La Cruz, Nariño, y transcurre en medio de los recuerdos de su paso por la radio y la docencia en el departamento del Huila a donde llegó hace casi 40 años para quedarse como un “opita” más.

 

Hernán Galindo

temadeldia@lanacion.com.co

“Soy de esas familias antiguas de 12 hijos, ya quedamos solo cinco, a pesar de mis 68 años; nací en La Cruz, Nariño, que es un departamento que se divide en una extensa zona costera que va para el Pacífico, desde Barbacoas, y la parte andina, que es la que acoge mi pueblo natal, en la Cordillera Central bastante frío. Ahí transcurrió mi infancia, normal de pueblo con esas cosas entrañables, que ya no se dan, ya no se viven, lo que vivimos nosotros, el juego de barrio, la llamada a las 8 de la noche a acostarnos, no sin antes rezar el rosario, soy de una familia muy católica”, son los primeros recuerdos de Vicente.

Un triste recuerdo es haber perdido a su señora madre, Josefina Sanchez, siendo muy niño, tenía unos once años de edad y estaba terminando la primaria. Don José Vicente, su padre, los fueron sacando adelante con el apoyo de las hermanas mayores, “ahí fuimos saliendo poco a poco, mi padre  José, tocayo mío, yo soy José Vicente, murió como de unos 84 años y mi mamá falleció muy joven,  yo estaba muy niño, tuve una infancia que transcurrió de manera normal con todo lo que implica una infancia en un pueblo sabroso, tranquilo, de juegos, de rasguños y hasta de juetazos, de todo lo normal de nuestra vida antigua”, rememora.

Vicente entró al seminario a estudiar para cura que era el deseo de don José Vicente. Estudiaba interno en el seminario menor de Pasto, así fue hasta el quinto de bachillerato cuando decidió que no tenía vocación para ser sacerdote, “el sexto año de bachillerato que hoy es once lo hice en un colegio privado en la ciudad de Pasto”, recuerda.

Mientras estudiaba interno en el seminario, salían cada día, “íbamos a nuestro pueblo, fue una vida, que dejó gratas experiencias, corrían los años finales de los 60 donde comenzamos a oír las baladas, estábamos con la línea que traían nuestros viejos de la música antigua, los boleros, la balada, el rock y todo esos ritmos que irrumpieron en los años 60, por eso dicen que nosotros somos de esa generación privilegiada,  que nacimos en los 50 y en los 60”, expresa con convicción.

Al terminar el bachillerato, Vicente Guerrero viaja a Bogotá con el propósito de hacerse profesional, “me presenté a la Universidad Nacional y pasé en el programa Inglés – Español, en eso obtuve mi licenciatura, pero eran los años 70 y se acercaban los 80,  pero estaba muy demorada esa carrera porque en la Nacional en los 70 si teníamos suerte sacábamos un semestre por año porque eran años muy revoltosos, eran tiempos de los gobiernos de López Michelsen, Turbay Ayala, me alcanzó algo del gobierno de Belisario y veía que me estaba como demorando mucho, entonces me tocó terminar en una universidad privada”, asegura.

Y agrega: “Con un paso muy valioso por la Universidad Nacional, me tocó terminar en la Universidad La Gran Colombia. Allá para admitirme, me hicieron la validación de todas las materias y el vicerrector me hizo la entrevista y me dijo: bueno, lo vamos a recibir para que usted termine su carrera, su licenciatura, pero no vaya a venir a revolucionarnos esto; es otra historia que le contaré en otra oportunidad”.

Vicente Guerrero en su otra faceta de vida, el educador.

Rememora además que “al terminar la licenciatura y estando apto para ejercer como docente, a la par estaba mi afición, por la locución, una afición que empezó cuando estaba interno y nos tocaba jugar después de almuerzo, lo hacíamos con una grabadora, hacíamos programas musicales, transmitíamos partidos, programas radiales imaginarios con la grabadorcita de esa época en los años 70. Finalmente, mi enfrentamiento con el público fue en un almacén que se llamaba Tampico en el barrio Restrepo de Bogotá”.

Y continúa: “fue mi primer puesto laboral, era el locutor del almacén, anunciaba todas las promociones dando órdenes; ahí fui soltando el miedo, después ya entré a la universidad que me presenté a finales del 74 y principios del 75, me tocó renunciar porque se me cruzaban los horarios con las clases en la Nacional”, dice.

Y después de que ya terminando la carrera, “volví a lo de la radio, me fui a una emisora que se llamaba Radio Latina, que transmitía música en inglés, su dueña era María Eugenia Rojas de Moreno, la hija del general Rojas Pinilla”.

“Luego vino el paso por diferentes emisoras como Radio Sutatenza, Radio Melodía, Radio Santa Fe y luego era el supernumerario en Todelar que quedaba en la Avenida Jiménez, me tocaba aceptar cualquier turno, así fuera a medianoche”, cuenta. “Ganaba unos 800 pesos semanales que alcanzaban para el transporte y para las onces, mientras avanzaba en mis estudios. Para luego comenzar a incursionar en la educación en colegios privados en donde si se contaba con suerte ya le pagaban a uno el mínimo”.

Traslado al Huila

Como todo docente, Vicente Guerrero, comenzó a pensar en incursionar en la docencia con el sector oficial y tras tocar la puerta en el Ministerio de Educación por cerca de seis meses, le anunciaron una plaza en el colegio Antonio Baraya de Baraya en el Huila.

“Yo creo que los cansé al punto que me dijeron: mira Vicente hay un puesto oficial en el Colegio Nacional Antonio Baraya de Baraya en el Huila, usted verá si lo acepta. Como tenía conocimiento de Neiva, del Huila, porque acá se desempeñaron algunas hermanas mayores en la docencia y yo venía de vez en cuando al San Pedro, no lo dudé y acepté, me vine a trabajar en Baraya en donde estuve cinco años, hasta que logré el traslado para Neiva”.

“Siempre me acompañaba a la par con la docencia mi afición por la radio, así que logré el contacto con don Rafael Navarro que recién había fundado Radio Futuro y logré hacer unos turnos. Pasé a Colosal. Hacía ‘Amanecer huilense’ que era a las cinco de la mañana. De ahí arrancaba para el colegio de la Policía en donde fui el organizador del San Pedro estudiantil por varios años”, recuerda.

En el 98, que se acabó Colosal, le presenta un proyecto a Jorge Helí Charry para hacer un programa que recogía todas esas baladas bonitas de los años 70, que ninguna emisora tenía como un programa al aire. “Él dijo pues hágale y es como nacen los Clásicos con Vida en la emisora Cristalina Estéreo, programa que realicé de manera ininterrumpida por casi quince años los sábados, domingos y festivos de 8 de la mañana a 12 del mediodía. Tuvo mucha acogida incluso de las nuevas generaciones que aprendieron a querer esas canciones al lado de sus viejos, sus papás o sus abuelos”, recuerda.

“Estuve todo ese tiempo de manera muy religiosa, muy puntual, muy disciplinada, hasta el año 2014 cuando por cambio de director se terminó el programa, querían otra línea musical, me dijeron”.

“Entonces, me dije: no me voy a poner a pelear, afortunadamente he tenido una estabilidad laboral, por el lado de la docencia. No es que fueran muchos los ingresos que me generaba de tal manera que me dolió más por los oyentes que aún diez años después que se terminó, preguntan por el programa. Algo que para mí es muy agradable, muy bonito”, asegura con cariño.

Posteriormente vino un intento de hacer algo similar en  la emisora Cultural, “Los románticos del ayer, creo que fue como lo bautizamos, o los Románticos de siempre, pero duró muy poco, porque la emisora estaba en crisis, a veces salía, en otras no, se cortaba mucho la señal,  fallaban mucho los transmisores, entonces, el programa no tuvo la misma audiencia que en Cristalina, y luego, vino la pandemia que acabó de darle el golpe final”, indica con nostalgia.

El momento actual de Vicente Guerrero, trascurre con su familia, ya pensionado de la docencia, y buscando volver a los orígenes, “mi papá fue minifundista, siempre sembraba, en la tierrita se sembraba trigo y papa. En mitad de año y diciembre íbamos para las cosechas. Ahora con mi  hijo Cristian, que es técnico agropecuario del Sena, estamos en un proyecto, en un pequeño terreno que adquirí con mis ahorros y un préstamo en Nilo, zona rural de Palermo”.

“Me retiré en plenas facultades físicas y mentales pudiendo seguir porque recuerden que los docentes pueden ejercer su labor, ganándose su sueldo y tener su pensión. Entonces, me dije: ya realicé todo para tener lo necesario para vivir dignamente, la pensión bien manejadita da para vivir dignamente y algún ahorrito que quedó por ahí para administrarlo en el aspecto familiar con la señora, Herminia Alvarado, que es abogada y actualmente comisaria de familia en El Pital y los hijos”, expresa Vicente, en un tono pastuso que aún conserva.

En los años juveniles en compañía de su padre, don José Vicente.

Su otro hijo, Nicolas estudió Música y acaba de terminar una especialización en Música Colombiana. Recuerda también a su hija Nathaly Guerrero, trabajadora social en Bogotá.

“En resumidas cuentas, no soy una persona de muchas riquezas, con lo necesario para vivir dignamente, que espera perdurar en el recuerdo de las generaciones a las que ayudé a educar y que me escucharon, como el buen profesor o el buen locutor que los acompañó, siempre con el mayor de los respetos”, concluye.

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