Tengo el señalado honor de conocer, tratar y admirar a Monseñor Darío Molina Jaramillo, ilustre líder espiritual, quien, además de su autorizada palabra, enseña con su ejemplo de vida: laborioso, creativo, poseído de admirable mística pastoral. Su tarea en Neiva fue, desde el comienzo, constante y fecunda. A tiempo que promovió la ilustración y fervor cristianos, impulsó, sostenidamente, la acción constructiva de escenarios apropiados, destinados al culto, y a la capacitación doctrinaria. De recia personalidad, y dotado de perceptible don de mando. Verlo y escucharlo en el ceremonial litúrgico, constituye vivencia cargada de convicción y gratificantes mensajes. Aquí, entre nosotros, demostró con sorprendente objetividad, las virtudes y fortalezas de su pueblo antioqueño. El Huila en general, y Neiva en particular, lo recordarán siempre con respeto, afecto y gratitud. Su legado es cuantificable, en términos espirituales, y opciones comunitarias. El Alcalde Pedro Hernán Suárez, y la Gobernadora Cielo González, con sus respectivos equipos de gobierno, programan de manera concertada, la tarea a cumplir el 24 de Mayo de 2012, fecha en la cual, Neiva cumple el IV Centenario de su fundación. En tal ocasión, por lo hasta ahora conocido, no habrá despilfarros financieros, pero sí ceremonias cargadas de significado histórico y cultural. La Comunidad, esta vez, cumplirá papel protagónico, según lo expresado por los responsables del festejo. El miércoles anterior, en la Sala de Juntas de la Alcaldía, se revisó cuidadosamente la programación. Oración, acción y convicción.- Soy cristiano que procura “orar en silencio con fe y esperanza”. En la religión católica, apostólica y romana nací, y en ella aspiro morir. Cuando era niño, primero en la finca de los abuelos maternos, en Baraya, percibí las primeras nociones religiosas, de parte de mi abuela y tías, por igual campesinas, y luego, sucesivamente, en la educación primaria, secundaria e incluso universitaria, cumplí- confieso que no rigurosamente- mis deberes religiosos. En ocasiones he sido presa de angustiosas dudas, respecto de la dogmática y praxis católica. Tuve, en suerte, magníficos profesores: Sacerdotes Jenaro Díaz Jordán y Félix María Torres de Filosofía y Apologética, respectivamente, en el Santa Librada, y en la Universidad, el Padre Quintana, profesor de Derecho Canónico, y al espléndido profesor español Antonio Salvador de la Cruz, que nos dictó con admirable brillo, Historia de la Filosofía y Filosofía del Derecho. Rara vez llamaba a lista, pero casi nunca faltaba alumno alguno. Eran sorprendentes su consistencia intelectual, y su capacidad pedagógica.