Las páginas de la historia de una amplia área del centro del Huila, de por lo menos tres mil años atrás sobre la diversidad de las costumbres funerarias y situaciones de vida de los habitantes, quedaron en gran parte al descubierto con los hallazgos arqueológicos de la zona de influencia de la construcción de El Quimbo.
Sin embargo, el develamiento podría haber sido mucho mayor porque la información material recogida es exclusiva del área intervenida para construir la hidroeléctrica y no de sitios adyacentes en los que seguramente reposan más tumbas.
La inspección del lugar impactado por las obras en los municipios de Altamira, Garzón, Gigante, Agrado, Tesalia y Paicol arrojó una valiosa expresión artística, social y cultural de los antepasados ubicados en el sur del Alto Magdalena a través de los artefactos y elementos hallados.
La investigación
Lo anterior fue posible gracias a la aplicación del Plan de Manejo Arqueológico Preventivo en el área del embalse y vecina, de conformidad con la Ley General de Cultura 1185 de 2008 y el Decreto 763 de 2009 que define que en el patrimonio cultural de la Nación se incluye “el conocimiento ancestral, el paisaje cultural, las costumbres y los hábitos” de las poblaciones pasadas.
La mayoría de piezas encontradas son en cerámica.
Inició en 2013 por la Universidad Nacional por petición de Emgesa, dueña de la central de energía, con vinculación de profesionales de arqueología y antropología.
Además, tuvo la supervisión del Instituto Colombiano de Antropología e Historia, Icanh, que hizo seguimiento a las exploraciones realizadas.
Desde ese año fueron excavadas cerca de 500 tumbas y más de 700 cortes arqueológicos de los períodos Precerámico (8000-1000 a. C.); Formativo (I milenio a. C. a siglo I d. C.); Clásico Regional (siglos II-IX d. C.); Reciente (siglos X-XVI d. C.); Colonial (1539-11819); y República (1819), según José Vicente Rodríguez, jefe del Proyecto de Arqueología Preventiva.
Lo acompañaron los intelectuales Gustavo Cabal, antropólogo director de campo y de laboratorio, y Ferney Caldón, arqueólogo encargado de liderar la recuperación de las piezas de cerámica magistralmente elaboradas con finos detalles y acabados.
“Se ha establecido la variación de las costumbres funerarias y condiciones de vida de la población, documentando prácticas culturales como la deformación cefálica (cabeza), el surgimiento y posterior evolución de las enfermedades dentales, infecciosas, metabólicas y articulares en el transcurso de casi 3000 años”, señaló Rodríguez quien es profesor del Departamento de Antropología de la Universidad Nacional.
Los estudios de centenares de piezas halladas continúan. Un grupo de expertos entre arqueólogos, antropólogos y demás personal que conforma el equipo sigue en labores de limpieza, clasificación y registro de los vestigios de cerámica, artefactos o útiles de piedra. Los pocos elementos de orfebrería encontrados en algunas tumbas indígenas, especialmente como ofrendas, fueron guardados en un lugar especial de protección y preservación.
“Inclusive hemos recuperado restos de megafauna como el gliptodonte (armadillo gigante) extinguido hace más de 10.000 años y de otros animales aún no identificados”, dijo Rodríguez.
Las piezas fueron encontradas en las zonas actualmente inundadas con aguas del río Magdalena, en lugares de reasentamientos de pobladores y distritos de riego, ocupados hoy en día por las familias desplazadas por la megaobra.
Una casa en Garzón alberga gran parte de los hallazgos arqueológicos.
En los tres años de excavación arqueológica “sólo se arañó un poco de lo que sería un lugar de suma importancia arqueológica y de historia de nuestros antepasados”.
Son alrededor de 329.000 los fragmentos desenterrados y 158 los elementos intactos o con pocas afectaciones a pesar de miles de años bajo tierra en socavones (estructuras funerarias). Muchas otras han tenido que ser restauradas minuciosamente pedazo a pedazo para determinar al máximo posible su origen. También se hallaron decenas de restos humanos, algunos con deformación cefálica, y distintas formas de tumbas.
Los sitios de mayor importancia arqueológica son Garzón, en el sector de La Jagua, con presencia de tumbas en el lugar de reubicación de las lagunas de oxidación. En Altamira, en el plan del Llano de la Virgen, hubo posibles antiguos asentamientos aborígenes y hasta hallazgos de restos fosilizados.
El Agrado presentó descubrimientos importantes en el área de La Escalereta, San José de Belén y La Galda, los cuales yacen hoy bajo las aguas del Magdalena, en el lugar donde se levantó el viaducto que comunica a Garzón con esta localidad y El Pital.
Documental, museo y libros
Con la información recogida después de tres años de inspecciones y excavaciones se plantea hacer un documental. Está contemplado también un museo en uno de los municipios de influencia para exhibir todo el material arqueológico hallado. El Icanh y la Gobernación del Huila definirán la localidad.
Pronto saldrá un libro titulado “Vida y muerte en el sur del Alto Magdalena, Huila”, de los investigadores mencionados anteriormente que actualmente está en proceso de edición en asocio con Emgesa y bajo la supervisión del Icanh, para complementar los trabajos de investigación realizados en los últimos cien años de la cultura agustiniana en el sur del Huila.
Los artefactos dan cuenta de los estilos de vida de los antiguos habitantes de la zona.
La obra incluye la investigación bioarqueológica también conocida como osteoarqueología, una sub-especialidad de la antropología física cuya meta es estudiar poblaciones pasadas por medio del análisis de los restos óseos provenientes de sitios arqueológicos.
Con esta amplísima información se entregará un trabajo completo sobre cómo vivían nuestros antepasados, qué consumían en su dieta diaria, qué enfermedades padecieron, su estructura demográfica, ritos funerarios y su evolución cultural.
Almacenamiento
Todos los resultados de la arqueología preventiva realizada por los arqueólogos y antropólogos de la Universidad Nacional, bajo la licencia de intervención arqueológica #3149 del Icanh, están en una casa reacondicionada como laboratorio a pocas cuadras del parque principal de Garzón. Cada una de las habitaciones se ha convertido en sitio de almacenamiento lo hallado en las excavaciones.
De los 329 mil fragmentos encontrados entre tiestos y piedras se han clasificado y registrado solo el 15%, hoy almacenado en cerca de 200 cajas. Los restos humanos encontrados en casi 500 tumbas exploradas reposan en el Laboratorio de Antropología Física de la Universidad Nacional en Bogotá para las labores de investigación científica.
Por seguridad fueron trasladadas a la capital las 32 piezas en oro halladas en las excavaciones, que en ningún caso pesan más de 4 gramos. Muchas en realidad son mezcla de oro y cobro, denominada tumbaga. Son narigueras con forma anulares, y otras elaboradas en la técnica de martillado.
Vale destacar que en los años anteriores de gestión arqueológica preventiva de la Universidad Nacional, fueron encontradas muchas piezas más en el lugar de las compuertas y sus alrededores, de cerámica y material lítico especialmente, por C.O.Q. Consorcio Obras Quimbo y la Empresa contratista Ingetec Ingenieros Consultores.
Estos elementos están bajo custodia de Emgesa en el sector de Finlandia, municipio de Gigante, en las oficinas y laboratorios de la multinacional.
Ofrendas en las tumbas estaban basadas en joyas.