¿Le pinto la cara?

Poco queda de las fiestas tradicionales de Blancos y Negros en el Sur del Huila. Las culturas locales se embadurnan con espumas de marca ‘Carioca’, importadas y que enmascaran un motivo de falsa acción lúdica.

Olmedo Polanco

olmedo.polanco@usco.edu.co

La algarabía terminó en la puerta del cementerio. ‘Tavito’ había pedaleado sin descanso hasta el camposanto en la bicicleta de turismo marca Philips que había tomado sin permiso. Durante el raudo paseo por las calles del pueblo corrieron a su lado los niños que avivaron la aventura del joven que sentía y actuaba como un niño de seis añitos. Al final de la hazaña y casi sin resuello, cerraba la grupeta un niño del divertimento que devolvía al robusto ciclista el sombrero hecho con palma de pindo, y que lo había perdido en la esquina de ‘Cuatro vientos’.

Gustavo Garcés Añazco -‘Tavito’- (San Agustín, 20 de junio de 1942) se había llevado la bicicleta que Fermín Urbano, reparador de radios en el pueblo, dejó recostada en la pared.

Josefina Garcés -Chepa- (El Rosal, Cauca, 27 de septiembre de 1927), era su madre y ofrecía desayunos, almuerzos y cenas que los comensales se comprometían a pagar sin falta cada fin de mes. No era la primera vez y a Fermín le traía sin cuidado no encontrar su medio de transporte donde lo había dejado. El técnico en asuntos de transistores, parlantes y bobinas, sabía que antes de escarbar su última muela con el palillo de madera, la chiquillada volvería con su velocípedo. En el restaurante de ‘Chepa’ también se alimentaban los policías custodios del pueblo.

“Menos mal que en ese tiempo no había tantos carros en San Agustín”, me ha contado su hermano Melquisedec. “Por fortuna, ‘Tavito’ nunca se accidentó, aunque había nacido con una discapacidad intelectual”, agradece Melqui. Ni el menor manto de dudas sobre una causa nutricional como origen de la discapacidad. Menos aún, que un síntoma lo constituyera la sospecha de un retraso en sus habilidades motoras o falta de curiosidad. ‘Tavito’ era feliz y en comunidad, aunque no iba a la escuela.

Alegría en carnavales

‘Tavito’ no cabía de la dicha cuando su tío Mario Garcés Añazco -sastre y peluquero del pueblo- le pintaba con carbón molido el rostro el cinco de enero, y de blanco el seis; día de Reyes. De igual manera, le maquillaban la redondez de los cachetes sus hermanas Gilma y Rosita. Al ‘niño eterno’ le gustaban, sobremanera, las comparsas que Bernabé Paladinez organizaba en la vereda La Cuchilla y compartía en las calles con las gentes del pueblo y los turistas nacionales y extranjeros.

Baudelino Muñoz Bravo (San Agustín, 17 de mayo de 1946), era vecino de ‘Bernita’ o ‘Tesorito’ en la vereda ubicada en las goteras del casco urbano y en la vía hacia el Estrecho del río Magdalena. ‘Bauda’ es hijo de Martín Muñoz Viana e Isabel Bravo Bolaños, llegados al Sur del Huila desde La Cruz y San José de Albán (Nariño), respectivamente. “¡No sea pendejo!” -dice Baudelino con marcado acento sureño- “…el Bernita sí que era un animador de las fiestas de Negros y Blancos en San Agustín. ¡Vírgen santísima!, parecía como si tuviera una teja corrida o se hubiera caído del zarzo. Alegre y picarón como el que más”.

‘Tesorito’ estaba casado con Adelaida Ordóñez Bravo (nacida en La Unión, Nariño). El matrimonio cultivaba en su parcela: yucas, plátanos, fríjoles y caña de azúcar. Tenían una enramada y en ella un trapiche fabricado en madera, activado por una yegua mansa aupada por la misma persona que apuntalaba las cañas entre los cilindros.

Había molienda para obtener el guarapo dulce. El proceso seguía en los fogones que hacían hervir el líquido en los fondos. Posteriormente, cuando el guarapo espesaba, hacían panelas en gaveras. En tiempos de fiestas, en ollas de barro fermentaban la bebida que ‘entonaba’ a los integrantes de las comparsas.

A propósito, en 1974, según consta en el oficio No. 432, fechado en Neiva el 19 de agosto y firmado por Toribio Cardozo, secretario de la inspección de rentas; Bernabé Paladinez debió afrontar cargos legales. La razón: porque ocultas, entre el bagazo de la enramada, le encontraron bebidas fermentadas. (Archivo Histórico de San Agustín. Inspección de Policía. Juzgado departamental de rentas y ejecuciones fiscales. Acta de visita. Informe de Policía. Enero 22 de 1974).

En el municipio de Isnos (Huila), las familias de origen nariñense mantienen algunos elementos identitarios de sus mayores. (Foto: Alcaldía municipal, administración 2022)

Carnaval en el solsticio de invierno

Desde mediados de diciembre, ‘Bernita’ reunía a la peonada en la elaboración de estructuras artesanales que daban forma a caballitos hechos con trozos de guadua y forrados en papel grueso. El armazón permitía a un hombre entrar en su interior, terciarlo en sus hombros y conducirlo entre las multitudes. El binomio parecía un Centauro mitológico y las calles se convertían en un extenso potrero de juegos sin control. Los jinetes asumían la teatralidad: daban brincos, emitían relinchos y lanzaban patadas al aire. ¡Upa, upa caballito!, incitaban los espectadores. Un hombre disfrazado de diablo controlaba a fuetazos los desmanes contra los equinos de juguete.

Complementaban las comparsas: un par de ‘vacas locas’ hechas con madera, forradas con costales y cachos envueltos en trapos y empapados de petróleo en llamas. La noche se iluminaba con la ‘bola de fuego’ que viajaba impulsaba a puntapiés y sin rumbo entre el público que esquivaba la candela.

“Bernabé se disfrazaba de viuda. Vestía de negro y se llenaba las nalgas de trapos. Usaba una pañoleta oscura en la cabeza, lloraba ‘desconsolada’ y desde un calabazo repartía guarapo fermentado”, recuerda Baudelino.

Luis Gerardo Franco Arce es antropólogo, está por estos días en Piendamó (Cauca) y hemos conversado a propósito de las fiestas de enero en el sur del Huila. “Durante buena parte del siglo XIX, el juego de negros caracterizó las fiestas populares en Popayán y el Cauca. Según las crónicas de Cordovez Moure, en Pasto se juega negritos, desde 1854”, indica.

Franco Arce, expone con relación a las festividades en Pasto (Nariño): “El período de celebraciones populares mestizas, abarcan desde las vísperas del ‘Solsticio de invierno’, que se cumple entre el 21 de diciembre y el seis de enero. Desde el juego de aguinaldos hasta el juego de blancos, como fecha de máximo esplendor de la ceremonia colectiva”. Según el académico: “Se cierra el ciclo de la alegría compartida, porque la naturaleza, los espíritus y los cuerpos han conjurado la muerte”.

Las manifestaciones culturales en Isnos

También he dialogado con la antropóloga Paola Galíndez Muñoz, que me atiende desde Isnos (Sur del Huila). “El carnaval se hacía con respeto, como algo sagrado; pero sin olvidar la diversión. Nos integrábamos al desfile como familia, así no tuviéramos disfraz ni representáramos tema alguno”, le contaba su abuela Amelia Valencia. “Acompañábamos las comparsas caminando por las calles, que eran trochas. El pueblo era pequeño y con pocas casas. Entonces el desfile era corto y dábamos una vuelta por la plaza y nos echábamos harina”.

En los años recientes, las familias tradicionales de apellidos nariñenses, que residen en Isnos, persisten en sus prácticas ancestrales. “Mantienen las tradiciones del carnaval de Negros y Blancos, las familias Muñoz, Bolaños, Pasaje, Rodríguez, Gaviria y Realpe; también el señor Rafael Rojas”, menciona Paola.

“Han apoyado las administraciones municipales. Desde el año 2022  se declaró el 5 de enero como el día del carnavalito. Destinado a la población infantil, para que disfruten de un espacio cultural que enaltece sus orígenes culturales”, afirma la antropóloga.  “El seis de enero tenemos desfile de comparsas y luego el festividad de la chicha”, explica. Es más, con relación a las prácticas sociales “… nos recuerdan los saberes ancestrales de las comunidades indígenas que habitaron el territorio, y la fermentación del maíz, la uva, la arracacha y la caña de azúcar”. Las bebidas tradicionales son repartidas entre familiares, amigos y turistas.

Las políticas públicas en veremos

En las páginas del plan de desarrollo de San Agustín “La ciudad se construye desde el campo”, aparece sólo una vez el término ‘Folklore’; sin ampliación del concepto en el diagnóstico, ni plan de acción que lo vuelva tangible. (Acuerdo municipal No. 009. 30 de mayo de 2024). “Porque querer un pueblo es luchar por su gente”, titula el plan de desarrollo aprobado para el municipio de Isnos. El término ‘Folklore’ aparece una sóla vez en sus páginas y sin elaboración conceptual (Acuerdo 008, 30 de abril de 2024).

La fiesta tradicionales de Negros y Blancos en San Agustín, terminaron cuando la intolerancia acuchilló un seis de enero a Arturo Pipicano Meneses. “Él estaba en la casa trabajando y de repente una señora le tiró harina. Mi tío le pintó la cara con un labial de su esposa”, le contó su madre Gloria Elena Bermeo a su hija Silvia, que nació en 1974 sin conocer a su tío zapatero, hermano de su padre José María. La historia de violencia y su desenlace trágico están en la memoria colectiva local.

Como no tenía noción del tiempo y siempre vivió en fiesta, ‘Tavito’ se detenía frente a sus paisanos a preguntar: “¿Quiere que le pinte la cara?”. Gustavo Garcés Añazco murió con la carita sin pintar el 4 de febrero de 1989. Fue enterrado en el cementerio que servía de meta a sus aventuras de ciclista acolitado por Fermín, el reparador de radios.

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