En la Cumbre de las Américas se discute la legalización de las drogas, otros hablan de la despenalización del consumo. Son asuntos distintos: El primero está asociado a la oferta de drogas, tiene que ver con producción y narcotráfico; el segundo con la demanda, es decir con el consumo. El hecho de plantear esta discusión es un verdadero logro y ciertamente abre las puertas a un cambio en la política antidrogas que ha sido un fracaso absoluto. A pesar de que los representantes de Estados Unidos han sentado su radical postura de hablar pero no aceptar la idea. Del lado del cultivo, producción y tráfico los países consumidores han limitado su responsabilidad a financiar estrategias militares y de erradicación de cultivos mediante fumigaciones indiscriminadas, alimentando el conflicto interno, muertes violentas, deterioro a la salud mental de la población, desplazamientos masivos, vulneración de la estructura del estado, daño a los ecosistemas, sin evidenciar reducción significativa en la producción de droga, por el contrario, en la medida en que se haga más difícil este proceso, el único efecto es incrementar el costo en el mercado a lo que se asocia mayor deterioro en los consumidores en busca de los recursos económicos para acceder a la droga. Ante esta situación los países productores hemos sido espectadores pasivos poniendo los muertos en un asunto que no es sólo nuestro. En lo relacionado con el consumo el panorama es peor. Cada vez se consumen más drogas, se inicia su consumo a más temprana edad, surgen nuevos productos sintéticos más letales; mientras tanto a las personas abusadoras las excluimos y las condenamos a la soledad de su consumo. Este enfoque represivo descontextualizó el uso de las drogas de su génesis cultural e histórico, vulnera el derecho a la diferencia, al libre desarrollo de la personalidad, se olvida que el nihilismo, el vacío existencial, el consumismo, la cosificación del hombre generada por la modernidad son causas directa de muchas de estas prácticas. Frente a esto poco a nada se esa. Como citaba el desaparecido Facundo Cabral en una de sus canciones poema: “El dólar sube y el hombre baja”. Así pues, el hecho de que varios países, entre ellos Colombia y México, estén dispuestos a poner sobre la mesa la necesidad de cambiar el enfoque de la política es un primer paso para hacer del narcotráfico un negocio menos rentable para unos particulares y nos aproxima a una atención humanizada e incluyente a estas personas. Ya en el mismo Estados Unidos en los años 20 fue necesario legalizar el consumo de alcohol para regular el impacto social y económico de su producción y tráfico ilegal, este modelo fue copiado por muchos países en el mundo, tanto que hoy en día los impuestos generados por venta de licores sustentan la inversión en salud y educación. Es necesario y urgente hacer un cambio en la política para afrontar el tema de las drogas y consolidar un modelo de inclusión social y de reducción del daño. *Docente Psicología Usco