Lelio Camacho Valderrama, es un uniformado del grupo de rock de la cárcel La Modelo, integrado por privados de la libertad e integrantes del cuerpo de custodia y vigilancia del Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (INPEC).
En las presentaciones usa gafas redondas rojas. Lleva la música en sus venas, se le nota. Y sonríe. Y está alerta. No se está quieto ni un segundo. Hace 14 años que ingresó como miembro de la guardia del INPEC. Sufre de ansiedad. No se queja, no. Lo volvió su virtud, cuenta.
El pasado 11 de diciembre lo encontramos encima de la tarima de Expotalentos, en medio de la feria y la fiesta de Expoartesanías, en Corferias, con su grupo de toque: el profe Miguel, Chaux, ‘Cabito’, ‘Thompson’, ‘El lobo’, ‘Otto’ y César, el vocalista.
En la primera entrevista o en el primer toque, comienza a temblar. Y a sudar. Y le sale una sonrisa nerviosa, pero luego, brinca, rasga su guitarra y las botas de este uniformado retumban en la tarima. Y exorciza. Y vuelve a saltar y suelta toda la adrenalina que lleva por dentro.
Simbiontes es como esa definición de la relación que hay entre dos organismos que se benefician y construyen: el ansioso y el metalero. “Es esa simbiosis que hay en el grupo: unos son privados de la libertad y otros, los guardianes; son seres humanos que participan y se integran en la construcción de la música, el respeto y la resocialización”, sintetiza el viceministro de Política Criminal y Justicia Restaurativa, Diego Olarte Rincón.
Un mes antes de la presentación en Corferias, nos metimos a los ensayos y las audiciones de este grupo de rock, al lado de la capilla de La Modelo, penitenciaría ubicada en el corazón de Bogotá, en la carrera 56 entre calles 17A y 19, bordeada de altos muros, garitas, cámaras y alambres de concertina.
Mientras recorríamos los pasillos, a este hombre de 1.85 mts. de estatura y ojos verdes, lo saludan todos con aprecio. Ya todos conocen ese sello indeleble que se volvió una institución en la entidad: hola “Mi Soo” (mi socio). No es Lelio, es “Mi Soo”.
Entramos al estudio que no es otra cosa que un salón que se cubre con telas negras y luces de colores, donde los 16 integrantes ensayan. Al otro lado del zaguán pueden estar en oración, o en una Novena de Aguinaldos, o puede estar practicando el grupo de salsa ‘Son de Adentro’ o los raperos ‘Dark Crew’, pero esas son otras historias que serán contadas más adelante.
Lo que se mueve en el tema cultural al interior de una penitenciaría, “es una muestra de la reconciliación que hay a través de la música”, dice Hernán Ciprián, quien duró 20 años de su vida como guardián del INPEC y ahora como abogado experto en procesos de resocialización y derechos humanos, trabaja como asesor del Viceministerio de Política Criminal y Justicia Restaurativa del Ministerio de Justicia y del Derecho.
De Simbiontes hay composiciones como “Ansiedad”, “Bendito el día”, “Bajo presión” o “Falso amor”, que se escriben y se arreglan tras esos muros. Son muchas más historias que están detrás de todo esto como la del dragoneante Óscar Betancur Lobatón, ‘El lobo’ o ‘Lobito’, como le dicen cariñosamente, quien también es fundador de este grupo, toca el bajo, y es kinestésico. Siempre atento a que todo esté en orden y a que las cosas fluyan al interior de la penitenciaría. También está Jefrey Otavo, ‘Otto’, el baterista, y guardián más joven de la banda de rock.
Como bien lo señala Juan Pablo Uribe, asesor de despacho del Viceministerio de Política Criminal y Justicia Restaurativa, “esta es la prueba más bella de la materialización de una nueva forma de entender el sistema penitenciario, en la que no es guardia contra privados de la libertad sino más bien un espacio en el que trabajan juntos y en el que la meta no es el castigo sino la reinserción social”.