A propósito de la celebración del día del abogado que se lleva a cabo cada 22 de Junio, no debemos pasar por alto lo que ha significado esta milenaria profesión en la construcción de la sociedad actual.
Para empezar , y no es necesario hacer alarde de gran sapiencia, basta no más con hacer una búsqueda no muy exhaustiva para enterarnos, que el término abogado es la contracción de una frase latina, siendo esta, “ad auxilium vocatus”, que traducida al español viene siendo “el llamado a auxiliar”. No es de extrañar que así resulte ser, puesto que las leyes, fueron la respuesta a la necesidad propia de una sociedad incipiente, que es lógicamente, dar la batalla frente al caos reinante, toda vez que, el significado mismo de sociedad resulta ser opuesto al caos, ya que esta se rige por dos principios básicos, el orden y el respeto al derecho ajeno, de allí que exista la necesidad de codificar las conductas socialmente aceptadas para denominarlas “leyes”.
Luego, la interpretación de dichas leyes estaba en cabeza de los tribunales de justicia, y por el otro, los abogados, quien no solo auxiliaban a sus prohijados ante los Jueces sino también ante otros civiles. El concepto es entonces claro, el abogado es quien acude al auxilio y hace respetar los derechos, salvando incluso a sus defendidos, de una muerte segura. Hasta allí todo romántico, todo tan perfecto y mágico que haría pensar a cualquier desprevenido que se trata de la mejor profesión del mundo, y no está lejos de ser cierto. ¿Cómo es posible entonces que la reputación de un abogado en Colombia sea tan variada? En algunos casos se trata de una concepción del abogado tipo “Dr. Mata”, que viene a ser algo así como un ser de esos que engatusan a la gente, tiene aspecto malévolo y posee una lengua habilidosa capaz de desaparecer bienes ajenos en un parpadear de ojos, dicha reputación en muchos casos ha sido bien merecida.
Aun así, lo único cierto es que, acudiendo a una frase de nuestros abuelos “en la vida es necesario tener tres amigos, un médico, un cura y un abogado”
Para entender la importancia de la profesión de la abogacía y reinstaurar su concepción original hace falta ver quienes componen el gremio en la actualidad.
Para empezar, no es nueva la preocupación que se viene presentando ante el alto número de nuevos abogados que egresan de las Universidades cada año en un mercado cada vez más atiborrado, cosa que no sería preocupante si no fuera por el tipo de profesionales que se forjan. Concuerdo con quienes dicen, que el abogado no se hace por el nombre de la Universidad donde egresa, sino por su misma determinación y capacidad, pero pareciera que quienes deciden entrar a la facultad de derecho lo hicieran por mero descarte. Es un hecho, la abogacía se ha convertido en una carrera “descarte”, no es raro escuchar a los bachilleres decir “no sé qué estudiar, creo que me pondré a estudiar derecho”, es decir, los futuros abogados, los que se encargarán de velar por los intereses de las personas ingresan a estudiar faltos de amor y pasión por la profesión y su significado.
Pero no todo es culpa del estudiante, también lo es de la misma educación impartida en las universidades y del mercado laboral. De la primera, porque el esquema de aprendizaje que se viene usando desde antaño no ha cambiado, se sigue valorando al estudiante que se memoriza la norma, y no se ha optado porque la carrera misma sea una gran práctica para la vida real. De allí que también critique el mercado laboral que es experto en la exigencia de títulos y cartones, de especializaciones, maestrías y doctorados. Lo anterior está bien, para quien ama la academia y dedique su vida a la investigación jurídica y a la docencia, en general todo aquel que le interese profundizar en su estudio, mas no debe ser una talanquera. Hoy, es mal visto al abogado que no haya realizado especialización alguna, algo casi cultural, a pesar de tener una gran experiencia, sin embargo Fernando Hinestrosa, uno de los grandes juristas Colombianos, criticaba la obsesión por las especializaciones, decía el, que el abogado debía saber de todas las ramas del derecho, por lo menos lo necesario para no perder la capacidad de resolver cualquier problema que un cliente le presentara, el abogado debe ser un jurista integral decía.
La especialización, encausa el futuro de un abogado volviéndolo inútil casi para todo en lo que no se especializó. Esbozada parcialmente la problemática actual de la profesión, no puedo evitar poner de presente un pequeño aparte que nos fuera leído por nuestra profesora de derecho Romano en segundo año, se trata de la ley XIV del Código de Justiniano escrito hace más de 1000 años sobre el orgullo y la grandeza de la profesión.
“Los abogados, que aclaran los hechos ambiguos de las causas, y que por los esfuerzos de su defensa en asuntos públicos y privados levantan las causas caídas, y reparan las quebrantadas, son provechosos al género humano no menos que si en batallas y recibiendo heridas salvasen a su patria y a sus ascendientes. Pues no creemos que en nuestro imperio militen únicamente los que combaten con espadas, escudos y corazas, sino también los abogados; porque militan los patronos de causas, que confiados en la fuerza de su gloriosa palabra defienden la esperanza, la vida y la descendencia de los que sufren".