LA NACIÓN
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El escritor payanés Andrés Mauricio Muñoz anda promocionando su novela titulada ‘El último donjuan’ que aborda el delicado tema de las relaciones amorosas por internet y cómo estas llenan los vacíos afectivos de los ciudadanos del siglo XXI. Pero además es una reflexión sobre lo solitarios que son los seres humanos aunque estén todo el tiempo conectados a la red. “Cuando aparece el tema de internet yo digo: en internet puedo ser ese galán que no fui. Entonces empecé a jugar con esta figura preguntándome ¿en realidad puedo enamorar a alguien por internet?”, manifestó el autor.
Este libro demuestra que la trama de una novela no necesariamente la tiene que proporcionar una secuencia central de eventos, sino que puede ser una idea encarnada a lo largo de distintos planos y secuencias, porque la vida también está llena de hipervínculos. Y todo esto dosificando los detalles y el suspenso, con una tensión que el autor suministra con naturalidad espaciando y contrayendo la narración, en ocasiones volviéndola transparente y en otras dejándola abierta, como un cursor que titila esperando la próxima tecla.
LA HISTORIA
‘El último donjuan’ cuenta la historia de Una pareja se resquebraja, un joven quiere regresar a su país para conocer a su nuevo amor virtual, una mujer anhela emprender el viaje de sus sueños, una chica decide confrontar al hombre que le ha partido el corazón a su hermanita, un padre abatido hace lo posible por descubrir la causa que movió a su pequeña a quitarse la vida. Estos personajes replantean sus experiencias vitales a partir de un descubrimiento: alguien entró a sus vidas desde el Messenger y les desordenó sus convicciones.
EL AUTOR
Andrés Mauricio Muñoz ganó en el 2006 el Concurso Nacional de Cuento de la revista Libros y Letras con ‘Una tarde en París’. En 2007 obtuvo el primer lugar en el Premio Literario Fundación Gilberto Alzate Avendaño con el cuento ‘Pierna obstinada’. En 2008 su cuento ‘Carolina ya no aguanta más’ obtuvo el primer lugar en el Concurso Nacional de Cuento de los Premios de Literatura TEUC 2008 y fue incluido en la antología de cuento colombiano ‘El corazón habitado’ en 2010. Ese mismo año su libro de cuentos ‘Desasosiegos menores’ ganó la cuarta edición del Concurso Nacional de Libro de Cuentos UIS. Después, este mismo libro, bajo el título ‘Hombres sin epitafio’, fue reeditado en Colombia por la editorial Pluma de Mompox dentro de su colección ‘Voces del fuego: Testigos del bicentenario’, y nominado en Colombia como uno de los cinco mejores libros de ficción publicados en el último año, en el marco de los Premios Nacionales de Literatura Libros y Letras 2011. Su libro de cuentos ‘Un lugar para que rece Adela’, fue publicado en 2015 por Editorial Universidad de Antioquia. Textos suyos han sido traducidos al árabe, alemán e italiano y ha aparecido en importante publicaciones impresas dentro y fuera del país.
Dice así…
“En este momento estoy solo en mi habitación. No sé si hoy por fin sea capaz de confrontar a Marta. A veces pienso que no es el mejor momento para hacerlo. Desde que nos casamos es la primera vez que siento que nuestra relación se encuentra bastante vulnerable. No es el sexo, como podría pensarse de una pareja que aún no completa los dos años, pues hasta el momento creo que por ese lado no le he fallado; tampoco la convivencia porque, aunque Marta es un poco obsesiva por el orden y yo era la mata del desorden, mamá siempre me enseñó a moldear mis costumbres para no ser un estorbo para nadie. Pero estamos mal. Los primeros brotes de conflicto se presentaron hace un poco más de tres meses, a raíz de mis constantes evasivas cuando ella me proponía cambiar el estilo del apartamento. Evasivas y también negativas, pues varias veces le dije abiertamente que no. Ella se inclinaba por una propuesta de culture, que le daría al lugar “mucha más vida”: muebles tapizados con diferentes colores, colores vivos, sobre todo; cojines de suelo en los rincones de la sala y un comedor con acabados en madera rústica. También hablaba de poner cuadros de arte abstracto. Se paraba en medio de la sala y comenzaba a mirar para todos lados, como ida, en una especie de trance; yo me quedaba sentado en la mesa y me daba cuenta de que sus ojos parecían verlo todo con el nuevo decorado. Pero yo no quería gastar un peso más en este apartamento. Por eso le dije, cuando me presentó emocionada la revista, que a mí me gustaba algo más simple, más espontáneo, más casual; algo así como el estilo minimal, dijo desilusionada. No, no me gusta así, entonces prefiero dejarlo como está, agregó arrugando la cara y con esa frase puso punto final a la conversación. Sin embargo, con los días, una vez depurada su estrategia de manipulación, desapareció el punto y se convirtió en una coma, en una sucesión de comas que separaban frases sueltas pero muy bien meditadas; indirectas y directas con las que ella, con mucha maestría, daba forma a retahílas.