“Amar es dar lo que no se tiene, a alguien que no lo es”, es una de las definiciones del amor con la cual el discurso psicoanalítico, específicamente Jacques-Alain Miller nos confronta, en relación a la forma como establecemos vínculos afectivos de pareja, la esta definición tiene que ver con un supuesto engaño que rodea la relación amorosa. Hace referencia a reconocer en el enamoramiento una fase de especulaciones e imaginarios, en la cual se le supone a la persona amada, una serie de atributos de personalidad o de su apariencia física que no le correspondan pero que nos generan impulsos inmensamente agradables y atrayentes y que lleva a algunos enamorados a afirmaciones como: “Tú eres todo para mí”, “Tú y yo somos uno” ó “Sin ti no soy nada”, poniendo en juego buena parte del sentido de su existencia en algo o en alguien que quizás no corresponda a las expectativas o sea una especulación y que posteriormente conllevan un enorme desengaño, tristeza y dolor. Vale la pena pensar qué lugar le damos al objeto de amor, es decir a la persona amada, con quien esperamos suplir parte de nuestra necesidad de afecto y de placer erótico. No se trata acá de un asunto de Cupido, tiene que ver más bien con lógicas que no son conscientes para nosotros y que determinan nuestras decisiones. Amamos porque necesitamos algo que esperamos sea suplido, sólo que debemos saber que el otro no tiene exactamente eso que buscamos; pero en la pareja podemos reconocer la posibilidad de construir opciones cercanas a nuestra satisfacción, es justo allí donde se construye el amor, trascendiendo las suposiciones y reconociendo a la pareja en sus limitaciones y posibilidades; para algunos esta forma de pensar el amor elimina su dimensión romántica, pues entonces toca cuestionarnos por este romanticismo y la necesidad de que este nos lleva a un estado de ignorancia o de borrar nuestra capacidad de reconocer a la pareja. El amor no tiene que ser necesariamente ciego. Se trata de un asunto que tiene que ver con nuestra existencia y con las decisiones que tomamos para complacer nuestros deseos; la pareja objeto hacia quien se dirige nuestro afecto es alguien en quien podemos reconocer limitaciones y sobre la cual no podemos depositar la responsabilidad de resolver el enigma de nuestra existencia, eso es algo que corresponde a cada sujeto. Quizás sea más viable la relación si se acuerdan las expectativas, si se definen espacios para complacer mutuamente los deseos eróticos, y también la compañía, el apoyo al proyecto de vida de cada uno. En la medida en que regulemos las ilusiones, expectativas, especulaciones y aumenten los acuerdos y sean más explicitas las intenciones, la vivencia amorosa será más productiva, más placentera, sana y posiblemente menos dolorosa, y aun así pueda seguir llamándose amor. **Psicólogo, docente Usco Grupo Crecer