La fiesta popular se evidencia como una forma de hacer política. Durante algunos días, bailes populares y cabalgatas en la programación oficial para ‘sacarle el bulto’ a los problemas sociales de fondo en la región. Cuando la dicha acaba y llega la resaca, las comunidades retornan a su particular estado de pobreza estructural.
Olmedo Polanco
Muy tierna y caliente ella; silente y provocativa como la que más. La margarina no resistió la temperatura y se derretía entre sus protuberancias simétricas de granos ordenados de mayor a menor, de arriba hacia abajo. El aceite chorreaba entre sus valles acanalados. Estaba en el punto exacto antes de madurar totalmente y adquirir la dureza del maíz. Una pizca de sal precisó el ingrediente último a su origen sabanero. Al final del disfrute gastronómico, quedé con la tuza entre los dedos. Era una mazorca de maíz manipulada genéticamente.
María Nidia Guamanga Díaz (Bogotá, 7 de agosto de 1982), vendió dos bultos de mazorcas durante el Festival del Retorno en Villavieja, celebrado entre el sábado 12 y el lunes 14 de octubre de 2024. Cada bulto contenía entre 50 y 60 unidades y fueron distribuidos por la empresa ‘La Sabanera’, con sede en Bogotá. María Nidia vive en el barrio Caracolí, en Neiva. Heredó de su padre Dídimo Guamanga Muñoz el oficio de vendedora ambulante. Junto a ella trabajan: su hermana Luz Nerdi y sus hijas Lina Marcela y Laura Fernanda Morales Guamanga.
Las manzanas que vendió Angie Katherine Paez Gonzáles, durante el Festival del Retorno en Villavieja, tampoco se cosecharon en el territorio; llegaron importadas desde Chile y las compró en Mercaneiva, plaza mayorista instalada en el sur de la capital huilense. ‘Golosinas Paez’ es una empresa familiar creada por Jorge Eliécer Paez Gutiérrez, bogotano de 54 años de edad. La familia empezó vendiendo raspao, crispetas, manzanas acarameladas y algodón de azúcar en parques y colegios de Bosa-La Paz, en Bogotá. El abuelo Pedro José Paez Suárez, también era vendedor ambulante. La familia vive hace 20 años en Neiva.
Siempre ha sido grato visitar Villavieja
A las fiestas del retorno en Villavieja llegué sin que me invitaran, tampoco me dijeron que no fuera. No soy de aquel municipio; nací en San Agustín (Huila). Durante la tarde del domingo, estuvimos de visita en el Desierto de La Tatacoa. Queríamos, en familia, asistir al concierto bailable que brindaría el Grupo Dinamo, fundado en el año 2010, por Diego Barrero Acosta, músico ibaguereño.
El parque Reinaldo Matiz Trujillo estaba parcelado con vallas metálicas prestadas por la administración municipal de Tello. La infraestructura delimitaba los espacios públicos de manera jerárquica. La elevada tarima contenía una carpa y los equipos de sonido; una pantalla led de alta definición y suficiente espacio para los grupos musicales. Abajo y de frente a la tarima, un espacio reducido, “Está reservado para los amigos del Alcalde”, me advirtió un contratista de logística. ¿Cómo se llama el alcalde?, le pregunté. “Ni idea”, me respondió. “Si trae manilla puede pasar”, aconsejó el hombre del ‘staff’. Di las gracias y no me interesé por el ‘pasaporte’ que me acercaría a Yordan Aris Pacheco Toncón, primera autoridad político-administrativa del municipio, fundado el 18 de agosto de 1550. Me integré al común y disfruté, como el que más, de los cover interpretados por la orquesta capitalina. En escena: merengue dominicano, cumbia, salsa, y ‘raspa’. En esencia, la herencia de la Billo’s Caracas Boys, agrupación venezolana. “Excelente la orquesta; para la próxima deben incorporar en el repertorio más ritmos tropicales”, me dijo el locutor Hermes Tafur, nacido en el municipio de Baraya (Huila). ‘Tierra del eterno retorno’, según él.
Apertura económica y crisis agrícola
El ‘plante’ de María Nidia, está soportado en un rústico asador que funciona con carbón comprado en Neiva a un costo de $40 mil pesos por bulto. Permaneció los tres días de fiesta en Villavieja y no le recaudaron impuestos. Ella estuvo recientemente en correrías en ferias y fiestas en municipios del sur del Huila. “Hace como cuatro años viajamos a Medellín y nos fue como a los ‘perros en misa’; no hicimos ni para pagar el hospedaje. Trabajamos a pérdida”, comentó. “Aquí, en Villavieja, gracias a Dios estuvo bueno”, complementó. También vendía pinchos elaborados con carnes compradas en Neiva.
La empresa familiar de Jorge Eliécer Paez Gutiérrez, empalagó el gusto de los clientes con 50 libras de azúcar. La materia prima, traída del Valle del Cauca, garantizó durante los tres días de fiesta, la hechura del producto conocido como ‘algodón de azúcar’. Complementaban el comestible las tinturas de tonos rojo y azul. Una libra de azúcar sirve para producir 15 algodones. Antes de instalarse en las fiestas de Villavieja, vendieron manzanas endulzadas, raspao y crispetas multicolores en Natagaima, El Guamo, Saldaña, Purificación y El Espinal. La infraestructura del rebusque utiliza una máquina que funciona con un motor a gasolina y una tolva que se calienta con las llamas azules que alimentan un cilindro de gas. Tampoco les cobraron impuestos.
“La economía informal o del rebusque no incide en el desarrollo económico de la región, porque no crea cadena de valor. Tampoco impacta la economía local movida por el turismo nacional o internacional hacia el Desierto de La Tatacoa”, afirma el economista Carlos Tobar Gutiérrez. Según el experto, “Los problemas de fondo en temas de pobreza extrema, se atacan con políticas y proyectos de desarrollo bien pensados sobre las realidades social y económica; además de excelente financiación”.
A propósito del algodón de azúcar, conversamos ‘largo y tendido’ en la mañana del viernes con Tobar Gutiérrez. “En Villavieja se dejó de sembrar algodón, en parte por culpa de los impactos negativos de la apertura económica”, dice. Apertura impuesta por el gobierno del presidente César Augusto Gaviria Trujillo (1990-1994), -’metí la cucharada’-, “…y que se gestó en los años 80 del siglo XX”, recuerda Tobar. En 1966, la Costa Atlántica, constituía la región con el mayor incremento de producción algodonera en Colombia. “Produjo 75 mil toneladas de algodón-fibra, de las cuales 63 mil toneladas fueron para el consumo nacional y 12 mil 500 para la exportación…”, informó el Ministerio de Agricultura. (Un gobierno en comunicación con el pueblo. Mensaje presidencial. Tomo IV. Volumen 2. La producción algodonera. Pág. 167).
Volver a estar juntos
Recientemente he tomado café con Luis Alfonso Sánchez Lozano, exconcejal de Villavieja y Comunicador Social, egresado de la Universidad Surcolombiana. “Según los relatos de los abuelos, en los años 70 del siglo pasado, por iniciativa popular se creó la fiesta del algodón y del retorno en el mes de agosto”, ha comentado. “Quienes partieron querían volver a su tierra natal para mantener los lazos familiares y revivir las tradiciones locales”, afirma Luis Alfonso, coautor de la investigación ‘Cambios socioculturales en San Alfonso (Villavieja), a partir de la construcción del distrito de riego entre 1968 y 1971. Según el autor, el ferrocarril, los caballos y las canoas de los bogas hacían parte de los medios de transporte que facilitaban a los visitantes llegar hasta Villavieja en tiempo de cosecha.
Si nos atenemos a las estadísticas electorales de aquellos años del Frente Nacional, Villavieja, en lo regional, votó a las ideas liberales. El domingo 18 de marzo de 1962 eligieron al Senado a su paisano Alberto Galindo Galindo, con 615 sufragios. El conservador Max Duque Palma, obtuvo 289 votos. En total, sufragaron 1.278 personas. Las demás cifras electorales se las repartieron Jaime Ucrós García (liberal) y Gustavo Salazar (Conservador). No obstante, la ciudadanía se dejó convencer por las propuestas del conservador Guillermo León Valencia, candidato presidencial. En total, votaron 1.116 personas: 705 a Valencia, 161 a Jorge Leyva; un voto en blanco y 249 papeletas anuladas. (Registraduría Nacional del Estado Civil. Organización y estadísticas electorales. Bogotá, marzo y mayo de 1962. Págs. 26 y 188).
Las vías del turismo regional
A la una de la madrugada empezamos a desandar los 38 kilómetros de la carretera angosta y con varios trayectos en mal estado que nos traería hacia Neiva. Ni un alma en el camino. En los trayectos que exigían mermar la velocidad a menos de cinco kilómetros por hora, porque no hay pavimento, recordaba el ritmo del merengue ‘Pégame tu vicio’, del dominicano Eddy Herrera e interpretado a manera de cover por Luis Fernando Mejía, cantante lírico. Le acompañaban en los coros: Gregorio García y el psicólogo Harman Narváez. Pasamos el planchón sin barandas construido sobre la quebrada de El Aceite. Cuando asomamos en el sector de Alberto Galindo, norte de Neiva, había borrachos amanecidos. Llegamos a la capital sin contratiempos.
Días después, llamé insistentemente al señor Alcalde para darle las gracias; como debe ser. A causa de que no encontré suficiente documentación en el espacio virtual de la Alcaldía, sigo interesado en conocer y divulgar el acto administrativo que justifica e institucionaliza el primer Festival del retorno. Aunque suene inoportuno e impertinente, quise preguntarle, también, por el costo de la rumba del puente festivo. Desafortunadamente, Pacheco Toncón no me devolvió las llamadas, aunque seguí las instrucciones de la inteligencia artificial que me anunció el correo de voz.
No estoy en el ‘llavero’ de amigos de Yordan Aris. No me dieron manilla, tampoco la pedí y el gobierno municipal no estaba obligado a dármela como pasaporte. “No me importa si eres una perdida. Si bebes y fumas, esa es tu vida (…) Ven dame tu vicio”, me sigue rondando la melodía de Eduardo José Herrera de los Ríos. Lo conocí cuando era vocalista del conjunto musical que plantaba por delante a Wilfrido Vargas, en la década de los 80.