Mañana se conocerá la ruta para la nación venezolana. A 24 horas del día D, solo hay declaraciones destempladas de Maduro y Diosdado Cabello como poder en la sombra articulador del precario soporte político sobreviviente, y del ministro de defensa Vladimir Padrino como jefe de las fuerzas armadas respaldándoles.
Ver a Maduro disfrazado con telas de camuflado pero sin ningún emblema, insignia o charretera, simplemente anuncia al mundo entero que en el plano militar no es con él que se deben entender. Se muestra en lógica de guerra, por si acaso, mostrando dientes como perro rabioso y arrinconado, comandando milicias armadas que ciegamente harían el papel más sucio y criminal con su propio pueblo, porque en ese inmundo universo criminal no hay honor ni códigos jurídicos o humanitarios: se autoestimulan con el aprovechamiento del asesinato indiscriminado, vandalismo, terror y saqueo, sin más futuro que quedar en condición de negociar con quienes quiera ostenten el poder.
Igual que, guardadas proporciones, es el camino que también le queda a su ‘líder’ fuera de la muerte por ejecución: negociar el exilio sin preocuparse de nadie más que de su propia persona y familia. El sátrapa sabe que todos los Diosdados y Padrinos harán lo propio para salir lo menos descalabrados posible de su inexorable destino: abandonar el barco como ratas, con el queso entre los dientes que puede causarles el ahogamiento si no tienen tabla a la que aferrarse.
No es menor la amenaza de derribar el avión en que mañana ingrese a Venezuela Edmundo González con su nutrida comitiva de expresidentes. Ello sería una manera de ‘ablandar’ al pueblo que respalda a María Corina Machado y, de pronto, provocando una reacción internacional que obligue intervención militar extranjera para derivar en una guerra civil que sí es del interés de todos porque montaría el mejor escenario para ultimar el saqueo y eventualmente negociarse mejor.
De todas maneras, es improbable que mañana se dé la coyuntura de definir el inmediato futuro venezolano, pero sí pueden afianzarse las bases para negociarlo.