Marcas colectivas, perdidas en el baúl del desconocimiento

Ushas – Amanecer
                                                                         

Desde el comienzo de estas columnas hemos insistido en la importancia de la Propiedad Intelectual como herramienta de desarrollo para cualquier país, y en especial, para nuestras regiones. Las Marcas Colectivas, a diferencia de una simple, consisten en una titularidad común sobre el derecho que de ella se deriva, mientras en la primera, cada titular debe batirse en el mercado para posicionarse a costa de ingentes esfuerzos y de tratar de anular a su competencia, en una Marca Colectiva los mismos productores y competidores unen esfuerzos para tener una marca más sólida y reducir gastos de publicidad, comercialización y posicionamiento, que seguramente no lograrían de manera individual, pero que conjuntamente pueden volver una marca muy poderosa, en una simbiosis en la que ganan todos los intervinientes.
 
Para que se hagan una idea, si en lugar de tener 10 marcas de Bizcochos (Gloria, Las Delicias, La Especial, Diana, etc.), existiera solo una, FORTALECILLAS, por ejemplo, se necesitaría un solo registro de marca, un Registro Sanitario, un diseño, una estrategia de comercialización y no diez a la vez, con todo el desgaste que eso implica para el pequeño productor, que en la mayoría de los casos no cuenta con los recursos para formalizarse.
 
Comúnmente se tiende a confundir las Denominaciones de Origen con las Marcas Colectivas y la poca difusión que hacen nuestras autoridades se enfoca principalmente a promover las primeras, por lo que en las regiones está de moda tener una Denominación de Origen, sin entender que en muchos casos no se dan los requisitos para su obtención, además, sin tener presente que su implementación y administración es muy engorrosa. Varias de las Denominaciones existentes son realmente Marcas Colectivas. Por ejemplo, es bastante discutible que una artesana Suaceña, que aprendió de manera tradicional a tejer el sombrero y que utiliza la misma palma de Iraca de Suaza, no pueda identificarlo como Suaceño porque fue elaborado en Bogotá, lo mismo podría decirse de los Bizcochos de Achira, protegidos bajo Denominación, pero que, de idéntica, o mejor calidad que algunos locales, los producen en Fusagasugá.
 
Con una Marca Colectiva podrían asociarse varios productores de características similares, para así tener una sola marca que saliera al mercado y que facilite su promoción, publicidad y comercialización reduciendo los costos ostensiblemente. No obstante, volvemos a lo de siempre, nuestras autoridades, sobre todo locales, desconocen por completo este mecanismo y no lo promueven con los pequeños empresarios de la región, perdiendo grandes oportunidades de llegar de una manera más eficiente a los mercados nacionales e internacionales y dando ventajas para que quienes tienen más recursos llenen esos espacios que deberían ser de nuestros pequeños, grandes campesinos.
 
 

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