María servidora de la vida

«En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: “¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”» (Lucas 1,39-45).

Estamos llegando al final de adviento y abriendo las puertas de la Navidad. En este cuarto domingo de adviento se nos ofrece nuevamente la figura de María como motivo de reflexión. El evangelio del Magníficat, termina diciéndonos que María se quedó tres meses… ¿Tres meses para qué? Tres meses para servir…Aquí centraré esta sencilla reflexión que comparto con Usted. Uno de los rasgos más característicos del amor cristiano es saber acudir a quien puede estar necesitando, el cristianismo siempre motiva nuestra presencia para servir. Ese es el primer gesto de María después de decir Sí y de acoger con fe la misión de ser madre del Salvador. Ponerse en camino y marchar a prisa para servir a otra mujer que necesitaba en esos momentos de su cercanía. Hay una manera de amar que debemos recuperar en nuestros días y que consiste en “acompañar a vivir” a quien se encuentra hundido en la soledad, bloqueado por la depresión, atrapado por la enfermedad o sencillamente vacío de alegría o de esperanza. Estamos consolidando entre toda una sociedad hecha sólo para los fuertes, los agraciados, los jóvenes, los sanos y los que son capaces de gozar y disfrutar de la vida. Estamos fomentando así un “segregarismo social”.

Reunimos a los niños en las guarderías, instalamos a los enfermos en las clínicas y hospitales, guardamos a nuestros ancianos en asilos y residencias, encerramos a los delincuentes en las cárceles y ponemos a los drogadictos bajo vigilancia…Así todo nos parece que está en orden. Cada uno recibirá allí la atención que necesita, y los demás nos podremos dedicar con más tranquilidad a trabajar y disfrutar de la vida sin ser molestados. Entonces procuramos rodearnos de personas simpáticas y sin problemas que no pongan en peligro nuestro bienestar.

Convertimos la amistad y hasta el amor en un intercambio mutuo de favores y logramos vivir “bastante” satisfechos. Sólo que así no es posible contagiar y dar vida. Así se explica que muchos aun habiendo logrado un nivel elevado de bienestar y tranquilidad, tengan la impresión de que viven sin vivir y que la vida se les escapa aburridamente entre las manos. El que cree en la Encarnación de un Dios que ha querido compartir nuestra vida y acompañarnos en nuestra indigencia, se siente llamado a vivir de otra manera.

Es mentira creer en un Dios que camina con nosotros y nos visita y, a la vez, encerrarnos en nuestro pequeño mundo y en nuestros problemas. No se trata de hacer “grandes cosas”. Quizá sencillamente ofrecer nuestra amistad a ese compañero o vecino que se encuentra hundido en la soledad o la desconfianza, quizá se trate de estar cerca de ese joven propenso a la depresión, quizá se trate de tener paciencia con ese anciano que busca ser escuchado por alguien, quizá se trate de estar cerca de esos padres que tienen un hijo delincuente o drogadicto, o quizá se trate de alegrar el rostro entristecido de ese niño cuyos padres se han separado.

Este amor que nos hace tomar parte en las cargas y el peso que tiene que soportar cualquier hermano, es un amor “salvador”, pues libera de la soledad e introduce una esperanza y alegría nueva en quien sufre, pero se siente acompañado en su dolor… No olvidemos a las puertas de celebrar nuevamente la Navidad este sencillo, pero significativo gesto de la Virgen. No nos queda otra alternativa, sino acompañar para servir.

Nota: le invitamos a participar de la novena de Navidad en el Templo San Calixto en Timan Huila, a las 5:30 am. Le esperamos.

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