En Colombia existe una fuerte exclusión de la diferencia. No obstante, los grupos sociales han inventado sus propias soluciones para instalarse en los relatos sociales.
Olmedo Polanco
Aunque en el fondo oscuro reposen los restos de un mítico bandolero conservador, su tumba está pintada a mano y de color palo de rosa. El revestimiento parece la cobertura azucarada y gruesa de un pastel hecho para un festejo popular. Sin embargo, el sepulcro acoge a uno de los bandidos -que según la historia oral- sembró de terror las zonas rurales del norte del Huila durante el periodo de la violencia bipartidista. También hacen parte de los recuerdos trágicos los nombres de: Uldarico García (‘Capitán Terror’), Ismael Manrique (‘Relámpago’) y Miguel Ángel Cedeño (‘El Rayo’).
El lunes es día de visitas. Es jueves, ni un alma entre semana. Permanecen algunas evidencias de agradecimientos sobre la arquitectura fúnebre. La más antigua es del 18 de julio de 1977, está fundida en plomo e incluye el nombre de Juan Tovar. “Gracias Dios mío. Gracias Hno. Saúl por haber curado mi cabeza y mi brazo”, es el testimonio de Arnulfo Monsalve. El diseño incorpora, en alto relieve, las figuras de una cabeza y un antebrazo como referencias visuales.
La rogativa más reciente está escrita a mano, con tinta roja y en letras cursivas sobre un trozo de papel que el viento ha dejado en el piso: “…dame una bendición económica con las loterías que tengo aquí y las que compré en Miami, para poder salir de tantas deudas”. También ruega para que no haya inconvenientes en el trámite de la pensión de su esposo. “Gracias Raúl (sic), amigo de los necesitados”, ha escrito en el último renglón. Sabrá Dios si el ‘pájaro’ le hará el milagro por el simple detalle de no llamarlo por su nombre. Vaya uno a saber si es susceptible el difunto. Son algunas formas de expresión de la fe católica en la tumba de Saúl Quintero (‘El Renco’), en el cementerio central de Neiva. Un frondoso Caracolí (Anacardium excelsum) custodia la tumba en el costado suroccidental.
Naturaleza, territorio y fe
El bosque seco húmedo en la vereda ‘El Espino’, a la altura de ‘Los Filos’, está sembrado de arbustos de Pelá (Vachellia farnesiana). “Por los lados de Peñas Blancas hay: Guásimo (Guazuma ulmifolia), Iguá (Pseudosamanea guachapele), Caracolí (Anacardium excelsum), Payandé (Pithecellobium dulce) y Totumo (Crescentia cujete)”, me ha detallado el profesor Alfredo Olaya Amaya. Del inventario también hacen parte los árboles que nombraré a continuación: Dinde (Clorophora tinctoria), Cruceto (Randia armata), Chicható (Muntigia calabura), Sauce playero (Tessaria integrifolia), Ceiba (Ceiba pentandra), Gualanday (Jacaranda), Cachimgo (Erithrina poeppigiana), Guayabo (Pidium guajaba) y Guayabilla.
La vegetación propicia el sombrío a la gruta donde ha sido entronizada la virgen de Las Mercedes, desde el pasado domingo 3 de noviembre. En la fecha se cumplieron 62 años de la masacre en Peñas Blancas; precisamente en el sector de ‘Los Filos’. Al lugar se llega desde la vereda ‘Tamarindo’, a través de una carretera en mal estado. También desde Neiva, en la ruta hacia Aipe; justo en el cruce a la altura del kilómetro 8, pero se incorpora usted a la carretera destapada en el sentido Norte-Sur de la ruta 4506.
“A pesar de la tragedia ocurrida el 3 de noviembre de 1962, viven ustedes en un territorio bendecido por el Señor”, expresó durante el sermón el sacerdote David Sierra Álvarez. “No deben olvidar la historia de la tragedia, pero han de sobreponerse al dolor, permaneciendo unidos y luchando para que no haya repetición de las masacres”, insistió el religioso.
El síntoma social que no se disuelve.
A propósito de los 26 asesinatos en ‘Los Filos’ y la categoría de ‘síntoma social’, he charlado con Herwin Eduardo Cardona Quitian, doctorado en Psicoanálisis y estudioso de las problemáticas psicosociales contemporáneas. “Probablemente, no se ha logrado instalar un pacto social como forma de anudamiento en el contexto nacional”, expresa. Considera -desde el Psicoanálisis- que el síntoma (social o subjetivo) es un proceso de anudamiento; una forma particular de alojamiento en lo social. En ese sentido, “…lo sintomático, entendido como malestar, es una forma particular de alojamiento en el campo del otro como sujeto”. No obstante, Cardona Quitian, advierte que: “Lo anterior no quiere decir que estas formas normalizantes de alojamiento sean ‘benéficas’ para el sujeto; por el contrario, siguen siendo conflictivas y sintomáticas”. Es más: “Las expresiones conflictivas hacen parte de un repertorio, porque al tiempo que hay rivalidad y conflicto hay identificación”. Herwin Eduardo llama la atención sobre la necesidad particular de formular un pacto que permita elaborar el síntoma social generado por la masacre en ‘Los Filos’. “Quizás, lo más interesante en términos de síntoma social es, tratar de observar las formas específicas construidas por los sobrevivientes para alojarse en lo social, para mantener la memoria y construir un discurso que la transmita”.
A propósito, el historiador Álvaro Falla Alvira ha encontrado en el expediente judicial que sobrevivieron a las heridas, las siguientes personas: Ismael Quintero Dussán, Rómulo Garrido Losada (42 años), natural de Rivera y residente en Peñas Blancas; Rodrigo Meléndez (28), natural y vecino de Neiva; Ascensión Pascuas Garrido (29), Mery Cabrera (23), Carmen Dussán de Medina (34), que huyó con su hijo; y Jesús Antonio Vargas (27). (Falla Alvira, Álvaro. Academia Huilense de Historia. https://journals.academiahuilensedehistoria.org. Págs. 65 a 90).
Las formas del recuerdo
Cada año, las comunidades de las veredas Peñas Blancas y Tamarindo, especialmente, son invitadas a los oficios religiosos que se proponen recordar a las víctimas de la masacre. Sin embargo, no aparecen todos los nombres o están mal escritos en las cintas o en el pendón, usados durante las misas de los recientes años. Hago referencia a Justino Cabrera Charry y Genoveva Dussán García.
El sacerdote David Sierra, camina con dificultad. Es sujeto de las heridas físicas y la memoria traumática generada por la guerra en Colombia. Sobrevivió al atentado de las Farc, el 12 de noviembre de 1990, en jurisdicción del municipio de Algeciras (Huila). “Iba en uno de los vehículos de la caravana. De repente escuché el totazo de la explosión y sentí un ‘quemonazo’ en la pierna derecha. Estaba herido en el gemelo; parece que la bala entró y salió. Tenía 12 años. A Dios gracias, me salvé porque uno de los atacantes me reconoció como el hijo de la señora del restaurante”. Es hijo de Noel Sierra Delgado, exconcejal de Algeciras, y de Maria Elida Alvarez. Se encargaba de llevar los portas con las comidas hasta la estación de Policía en Algeciras. Estudió en el Seminario Mayor ‘San Esteban’, en Rivera (Huila). Se ordenó sacerdote el 17 de noviembre de 2018.
En el ataque brutal de los ‘pájaros’, en el sector de Peñas Blancas, sobrevivieron: Otiliano Olarte (45 años), Alaín Quintero Medina (44), Luis Enrique Aldana (54), Claudina Medina de Ricaurte (44), Ramón Dussán Medina (25), Luz Mery Cabrera (23), Aura María Vargas Cabrera (38), Camilo Charry Dussán (13), Vicente Álvarez Beltrán (43), Jesús Antonio Vargas (27), Nohora Dussán de Díaz (30), el niño Sixto Díaz; Alaín Ricaurte Medina (10) e Ismael Quintero Medina (44). (Falla Alvira, Álvaro. Op. Cit).
Una virgen en el camino
Ambrosio López Meléndez, es abogado titulado por la Universidad Surcolombiana. Estudió el expediente sobre la masacre en Peñas Blancas. “Es algo que aún no se resuelve; que todavía duele, a pesar de que cuando yo nací eso ya había pasado. De todas maneras, es doloroso. Es la vida que me ha traumatizado con una masacre contra mi familia. No conocí a mi abuela Margarita Dussán, pero sí a mi abuelo Nicolás Meléndez; eran madre y padre de mi mamá Sara.
El psiquiatra Herwin Eduardo Cardona, considera que existe una manifestación de síntoma social en la práctica comunitaria reflejada en el rito religioso y en la devoción expresada a través de la virgen expuesta a un lado del camino en el sector de ‘Los Filos’. “Sería allí en dónde podría abordarse algo del síntoma social. Como solución/suplencia o intento de alojamiento. Pero también como objeción/denuncia a aquello que no marcha en lo social y en lo político”. Indica que “…el eje no debería ser solo lo que consideramos trauma social. Es un punto de partida para visibilizar la situación y reconocer las coordenadas históricas”, puntualiza el académico.
A las comunidades afectadas por la conflictividad bipartidista de 1962 no se les ha preguntado ¿Cómo quieren recordar a las víctimas?