Mentir no es un derecho fundamental

La semana pasada dos noticias demostraron lo peligrosa que es la mentira. El presidente Petro, experto en decir y difundir falsedades, publicó un video de Brasil sobre el aguacate, afirmando que era de los montes de María, sin duda, para respaldar su disparatada idea de sustituir las exportaciones de hidrocarburos por ese tipo de frutos. Muy rápido quedó en evidencia, puesto que quienes estaban en el video hablaban en portugués. No hubo rectificación a pesar de la incuestionable certeza de la falacia.

También se difundió la información acerca de que la concesión de aguas que tiene una multinacional en un municipio de Cundinamarca era la causa del racionamiento en Bogotá y que esa licencia era autorizada por el Alcalde de la capital del país. También cayeron rapidito porque el manantial de esa concesión está en un lugar diferente a donde se capta al agua para la ciudad, el volumen es insignificante y la autorización la dio la CAR, no la Alcaldía. Los autores de la mentira se retractaron ante la amenaza de ser demandados.

Podría llenar esta columna y muchas más sobre las mentiras que circulan por todos los medios, por intereses políticos, para promover o acabar con un negocio, y, por supuesto, las que provienen de las denominadas bodegas que son pagadas, incluso con recursos públicos.

Lo inaceptable es que quienes se dedican a esas mentiras, y aquellos que de manera irresponsable las divulgan, se escudan en el derecho a la libertad de expresión, creyendo erróneamente que el privilegio humano de mentir (no está presente en los animales) no tiene límites y, por ende, ese derecho se puede ejercer para defender falsedades y multiplicarlas.

Teniendo la certeza de la inexistencia de la verdad absoluta y la diversidad de opiniones sobre cualquier tema, tales situaciones tampoco pueden ser usadas para disfrazar la mentira o como mecanismo para difundir y multiplicar información falsa.

En un mundo hiperinformado es difícil establecer qué es verdadero o falso, pero al menos, por compromiso ético y moral es nuestro deber realizar una mínima revisión a lo que nos llega por las diferentes redes sociales, sobre todo cuando la intención sea reenviarla a otras personas.

Finalmente, debemos considerar que la mentira produce daño, es decir, que no es inocuo afirmar o reproducir algo que no es cierto, en consecuencia, difundirla puede generar algún tipo de impacto en quienes la reciben.

Que no se equivoquen quienes tienen la mentira como deporte; la libertad de expresión no convierte sus falsedades en un derecho fundamental, ni tampoco en parte de los valores democráticos.

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