La especialista en psicología de la Salud, Maritza Rocío López, hace para LA NACIÓN un análisis sobre los miedos y paradigmas que giran alrededor de la vacuna contra el COVID-19. Destaca que vacunarse es una forma de proteger la vida propia y la de los seres queridos.
Maritza Rocío López Vargas
Especialista Psicología de la Salud
Sumado a las dificultades del manejo de la Pandemia de COVID-19, la poca preparación de los sistemas de salud para enfrentar el virus; las marcadas brechas sociales, desigualdades educativas y de esperanza de vida; las confrontaciones partidistas, en momentos de crisis; la falta de cuidado del medioambiente, formas de producir, distribuir, consumir y vivir en sociedad; la baja de la economía por las cuarentenas, la pérdida de empleos; el aumento de contagiados, personas fallecidas y carencia de UCI; el cierre de escuelas, colegios y universidades; las fallas de intercomunicación, la poca habilidad para el manejo de plataformas virtuales e incredulidad ante el contagio; se suman al miedo, de vacunarse contra un invisible y peligroso enemigo para la humanidad.
La información divulgada a través de redes sociales acerca de las vacunas para combatir el COVID, no siempre es confiable. Mucho se especula acerca de su efectividad para combatir las nuevas cepas, los temores asociados a las mismas, la desconfianza por haber sido desarrolladas en corto tiempo, el miedo a los efectos secundarios, la idea que modifica el ADN, que interfiere en la fertilidad y que muchas personas, a pesar de haber sido vacunados han muerto; incentiva la reticencia y escepticismo en algunos. Pese a ello, no se debe olvidar que el desarrollo de las vacunas se basa en décadas de investigación microbiológica e inmunológica. Son el resultado del esfuerzo realizado por laboratorios, científicos, biomédicos y profesionales de otras áreas, ellas representan la mayor contribución de la medicina. Para su elaboración se han invertido considerables recursos económicos e inteligencia humana. Las vacunas ayudan al sistema inmunológico, para que luchen contra las infecciones y se conviertan en la mejor arma que tiene la humanidad, para ganar la batalla contra el contra el SARS-CoV-2.
Y aunque no se tiene certeza del tiempo que se irá, para producir las dosis requeridas para la población mundial; que tampoco se sabe el número exacto de personas que se contagiarán, enfermarán o perderán la vida, días, semanas o meses antes de recibir la vacunas; se debe reconocer que al vacunarse se protege la vida propia y de los seres queridos, de las personas con las que se interactúa y trabaja; razón por la cual los distintos estamentos de la sociedad, deben unirse para acabar con este virus. Se requiere mayor prudencia por parte de algunos medios de comunicación, evitar divulgar información alarmista y amarillista mediática, relacionada con las vacunas. La comunidad científica debe divulgar de manera clara, sencilla y concisa, información relacionada con la creación de las vacunas, su historia y desarrollo, facilitar espacios para escuchar, comprender y responder las inquietudes de las personas. Que se incentive la confianza hacia las habilidades y competencias de los trabajadores de la salud, responsables de la implementación de las vacunas y se confíe más en el trabajo que adelanta la OMS, para garantizar que éstas resulten inocuas, seguras y eficaces para las personas.
La humanidad necesita vivir sin miedo, salir a la calle con tranquilidad y recuperar sus vidas; por lo que la vacunación contra el COVID-19 constituye la manera más confiable de poner fin a la crisis que atraviesa la humanidad, mantener la esperanza de rescatar y volver a lo que era antes la normalidad. Esto no significa que en la medida que se avanza, las personas en un exceso de optimismo y una falsa sensación de seguridad relajen las medidas de prevención y control para la propagación del virus.
Este año es decisivo, es muy pronto para cantar victoria y bajar la guardia. Se deben contemplar todos los escenarios posibles, para evitar conductas extremas de exceso de confianza o de rechazo a las vacunas y continuar acatando las medidas de protección sanitaria básicas. Al final, todo se trata de actos individuales y colectivos con una alta dosis de responsabilidad, conciencia, solidaridad y empatía, requeridas para la supervivencia de todos.
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