Dolce y Gabbana hizo viajar el sábado a sus modelos a los tiempos en que la Sicilia medieval era normanda, y Stefano Pilati, de la firma Ermenegildo Zegna, prefirió verlos como "exploradores urbanos", en el primer día de los desfiles milaneses para el próximo invierno.
Domenico Dolce y Stefano Gabbana decidieron transportarnos diez siglos atrás, a la época de esos reyes-caballeros con armaduras, de origen normando, que reinaron en Sicilia en los siglos XII y XIII.
Su colección se revela al mismo tiempo rica y austera. Coronas, guanteletes constelados de pedrerías para proteger las manos, "chinelas" decoradas de estrás, cuellos de gruesa malla que cubrían también los hombros y la cabeza.
En sus trajes, cuyas camisas bastante ajustadas al cuerpo exhiben motivos medievales (espadas, hachas, llaves, yelmos) los caballeros del siglo XXI llevan morrales y espesos abrigos decorados con retratos de esos guerreros con nombres románticos. como Tancredo o Manfredo.
Por su lado, los diseños de la casa Ermenegildo Zegna celebran la naturaleza en su inmensidad. Stefano Pilati, su director artístico, destacó "la fuerza, el progreso y la búsqueda que representa la naturaleza".
Mediante un retorno a las fuentes de la marca, a las fibras naturales y a las materias nobles -cachemira, vicuña, alpaca, seda japonesa- lo deportivo se vuelve elegante, la apariencia relativa y el traje de lujo cobra altura.
Ello pasa por chaquetas de aviador y pantalones de dobladillo alto -lo "recortado" tiene aún mucho futuro- que dejan ver la cintura y los tobillos, abrigos flotantes, bufandas muy largas y tejidos que cuelgan descuidadamente en la espalda o a lo largo de la pierna.
Las chaquetas tienen forros a cuadros y el poncho con capucha color camello viste a este "explorador urbano" buscado por el creador.
La casa Jil Sander impuso una silueta neta, pantalones de talla alta, suéters a ras del cuello, grandes bolsillos. En la ausencia de la diseñadora alemana -"no andamos en busca de una estilista", declaró Franco Pené, administrador delegado de Olg, el grupo ítalo-japonés propietario de la marca- el estilo depurado y riguroso de la casa sigue presente.
Los materiales son rebuscados -tweed, franela, zaraza, mohair- y los colores impactantes, con una paleta que va desde el púrpura hasta el verde oscuro, de la antracita al plateado. El hombre vestido por Jil Sander es un ciudadano del mundo, que avanza con paso decidido.
Inspirada en David Bowie, y sobre todo en su periodo berlinés (1977-1979), la colección imaginada por Ennio Capasa está hecha para hombres que "se sienten héroes, que desean el cambio", que rechazan los "excesos" de la década precedente y que buscan "valores" en un periodo lleno de contradicciones. De ahí esos colores fuertes -aquí el azul es eléctrico, combinado con el negro, el rojo es carmín y brilla, y el verde botella- y los cortes muy técnicos, en los que las chaquetas con cofortables y los pantalones se alargan, siguiendo líneas muy masculinas.