El premiado poeta, escritor y docente neivano Winston Morales Chavarro, hoy radicado en Cartagena, nos presenta su percepción de la capital huilense y de los procesos culturales en la ciudad. El premiado poeta, escritor y docente neivano Winston Morales Chavarro, hoy radicado en Cartagena, nos presenta su percepción de la capital huilense y de los procesos culturales en la ciudad. LA NACION sigue con la serie de crónicas, análisis y entrevistas con motivo de los 400 años de Neiva. Heber Zabaleta Parra LA NACION, Neiva Con su espíritu rebelde intacto, pero con las palabras maduradas producto de las experiencias, de los viajes, de las lecturas, de los libros escritos, de los premios obtenidos, de los amores correspondidos y de la vida vivida que está a punto de cumplir 43 años, Winston Morales Chavarro describe un panorama de Neiva desde la literatura, la poesía y la universidad. En esta entrevista con LA NACION, en desarrollo de la serie periodística con motivo de los 400 años de Neiva, Morales Chavarro llama la atención para que se entienda qué es la cultura, y que va más allá de un Festival del San Pedro. ¿En qué momento de su creación poética y literaria se encuentra? Como diría J. M. Coetzee: En medio de ninguna parte. En la literatura uno no puede precisar espacios ni tiempos. Recordemos que Saramago llegó a lo mejor de su escritura después de los 50 años. De tal modo que no podría ser preciso con esa respuesta. Leo, escribo, enseño, corrijo. Sólo puedo decirte que sigo amando los libros de la misma manera que lo hice cuando niño; con el mismo arrobamiento, la misma pasión pervertida de tocarlos, rozarlos y olerlos. La literatura (y el arte en general) es un estado mental, una decisión de caminar con los ojos abiertos, explorando el mundo, olfateando esa atmósfera que se traza a partir de las palabras. ¿Cuál es su evaluación de la literatura que se hace hoy en día en Colombia? ¿Tiene presente y futuro? La literatura siempre tendrá presente y futuro, está por encima de consideraciones humanas. Quienes no tienen futuro son algunos (o muchos) escritores. Puede que un escritor tenga presente, pero futuro, futuro como narrador o poeta, lo pongo en duda. Un ejercicio que siempre se hace en el terreno de la escritura es dejárselo todo al tiempo: el tiempo es el mejor crítico, el mejor lector, el juez más elocuente. Hoy por hoy, conocemos más nombres que obras. Es decir, hablamos de X o Y escritor (por asuntos de mercado, de ventas, de publicidad) pero desconocemos su propuesta literaria. De tal modo que el tiempo, como un embudo, filtrará todo, escogerá lo perdurable, lo perenne, lo digno de trascendencia. Ahí están Milton, Apuleyo, Dante. No creo que todas esas historias de Vampiros llevadas al cine superen, por ejemplo, a Bram Stoker. Esas historias tienen mucho presente, muchas ventas, mucho mercado, excesiva publicidad. Pero el tiempo, con su parca y su guadaña, volverá añicos esa pila de hojas secas, de hierros molidos. ¿Para qué le han servido, a Winston Morales, los múltiples premios que sus obras han recibido en los diferentes concursos? El Winston escritor le ha ayudado mucho al Winston empleado. Todos mis trabajos, incluso los de la radio en las emisoras comerciales, se los debo a los libros. Cuando trabajaba en la radio comercial, mis escritos eran anónimos; el poder expresarme frente a un micrófono, frente a una cámara, se lo debo a la lectura. Mi maestría en la Universidad Andina Simón Bolívar, del Ecuador, se la debo a los premios, al currículo que comenzaba a robustecerse. Llegué a la Universidad Surcolombiana gracias a la Bienal de Novela José Eustasio Rivera; gané el concurso como profesor de planta en la Universidad de Cartagena gracias a los libros publicados y a los premios. Todo, desde mi jefatura de prensa en el Hospital Universitario hasta mi trabajo en el Instituto de Cultura Popular de Neiva, se lo debo en gran medida a los libros, a la lectura, al gusto desmedido por la poesía. A esto debo abonar las invitaciones a festivales en el extranjero, la participación en encuentros de escritores en todo el país, la inclusión en importantes antologías de poesía. ¿Considera usted que la literatura regional sigue anclada en el fantasma de José Eustasio Rivera? Si sigue anclada es por varias razones: El Huila no tiene presente sino pasado. Ni los gobiernos, ni las escuelas revisan su literatura contemporánea. Para las escuelas no existe otro escritor que Rivera. Y claro, Rivera es nuestro gran exponente, de eso no cabe duda. Pero ¿saben nuestros muchachos de otros escritores del Huila? ¿Los políticos son conscientes de lo qué es la cultura, más allá de un festival del San Pedro? Los escritores contemporáneos deben enfrentarse a las prisas de los tiempos modernos, donde todo es evanescencia, fugacidad, levedad y simulación. El hiperindividualismo, típico de las modernidades periféricas, hace que el escritor contemporáneo sea un ser insular, perdido en el océano de la mercancía, del consumo, del mercado. Y si no se cuenta con esas herramientas, pues no le habla a nadie. El medio es el mensaje, lo dijo hace muchos años Marshall Mc Luhan. Rivera nació y creció en un tiempo crucial para la formación de los estados americanos. Esto no niega las múltiples dificultades que tuvo que enfrentar nuestro escritor, pero por lo menos tenía la virtud de la palabra y la palabra era la diosa blanca: no había otra lógica que ella, ni siquiera la radio había surgido en nuestro país. Hoy por hoy tenemos un gran enemigo y un gran aliado: el internet. Y con él toda la cultura audiovisual que usted quiera. Entonces los libros, y la literatura, no forman parte de esa canasta virtual que es tan fundamental para las nuevas generaciones. Desde La Heroica, ciudad donde hoy está usted residenciado y vinculado a la Universidad de Cartagena como docente de planta, ¿cómo observa a Neiva, su proyección y el trabajo con respecto a los 400 años? Si no fuera por algunos nombres, eso de los 400 años de Neiva pasaría desapercibido. El Doctor Guillermo Plazas Alcid viene soñando con los 400 años de la Bella Durmiente del Magdalena hace más de 10 años. Hace más de 10 años viene batallando con la clase dirigente. Por lo que sé, el nuevo alcalde de la ciudad ha entrado en sintonía. Sé de unos proyectos individuales: la reedición de Juan Gil, la obra dramática de Rivera. Este es un proyecto presentado por Esmir Garcés Quiacha y Jader Rivera Monje. Sé de otras iniciativas. Pero todo esto se puede quedar pequeño frente a los 400 años de una ciudad que a veces parece comarca. Neiva debe crecer, madurar, hacerse adulta. Y para que eso suceda, debe existir una madurez mental en sus habitantes: mejor educación, mejor empleo, mejor vivienda, mejores bibliotecas (En Neiva, cierran una biblioteca y abren tres casinos). Lo que percibo de Neiva es que crece urbanísticamente –algo que también se ve en Cartagena- pero no madura en comportamientos como el respeto, la cultura ciudadana, la tolerancia, el compromiso con el medio ambiente. Y la corrupción cabalga tranquilamente por las calles de la ciudad. ¿Por qué seguir escribiendo si los índices de lectura continúan cayendo y los nuevos ‘nativos digitales’ desprecian los libros? Partamos de una tesis: Los nativos digitales desprecian los viejos formatos (el libro), pero leen todo el tiempo (la pantalla). La pregunta sería: ¿Qué leen? ¿Vale la pena lo que leen? Creo que es un asunto de pedagogía. Como educador, sé que no puedo imponerle a mi hijo (un muchacho de 14 años) Crimen y Castigo, de Dostoievski, ni en Busca del tiempo perdido de Marcel Proust. Son otras lógicas, otros imaginarios, otras mentalidades. Una mentalidad nacida a finales de los 60´s, no tiene el mismo locus enunciativo que una nacida en los 90´s. En alguna ocasión mi hijo me pidió de regalo Crepúsculo, de Stephenie Meyer. No creo en ese tipo de literatura, me parece muy superficial y liviana. Sin embargo, mi interés porque mi hijo lea, está por encima de lo que yo supongo debe leer. Mi impresión es una, la de los jóvenes es otra. Creo que hay que establecer puentes, lograr una reconciliación entre un punto de vista y otro. De otra parte, la literatura nunca ha sido de multitudes, ni siquiera en los tiempos de Balzac o de Maupassant. Siempre han sido unas minorías las que se han acercado a los libros. Si la literatura fuera para todo el mundo, lo mismo debería suponer Beethoven de la música: que todo el mundo aprenda a tocar piano. Se requiere, por el equilibrio del mundo, diversidad y diferencia. La mayor satisfacción que le deja la literatura al ser humano Winston, no al reconocido escritor. Los amigos cultivados a lo largo de mi existencia. Los libros comprados, los paisajes recorridos, la aparición de Aniquirona. Creo que la mejor satisfacción, además de la de convertirme en un mejor ser humano, es la de haber llegado a la docencia universitaria, el poder compartir con los otros aquello que amas con la sangre, con los huesos. En estos momentos: ¿usted lee más o escribe más? Leo más, corrijo más y escribo menos. Ahora soy un corrector de estilo de mis estudiantes, lo cual me alegra mucho. A veces, muchas veces, me encuentro con unos trabajos que me sorprenden el alma. Entonces me digo: me hubiera gustado escribir esto. Veo mucho talento en la Universidad: el año pasado ocupamos el primer lugar en la mayoría de factores del Saber Pro (ECAES). Eso también fortalece, llena de ánimos. Los triunfos ajenos se vuelven tuyos. Los libros y los autores que lo han marcado en su desarrollo como escritor y poeta. Un libro que leo y releo: El Extranjero de Albert Camus. Fue un libro que me formó como hombre, como ser humano. Digamos que Camus te sacude la cabeza, crea un gran movimiento telúrico en tu ser interior. Libros que te marcan el espíritu (otro elemento importante): El asno de oro (Apuleyo); La Divina Comedia (Dante); El Paraíso perdido (Milton); La Serpiente verde (Goethe); La Tempestad, (Shakespeare); La muerte de Virgilio, (Hermann Broch); En medio de ninguna parte, (Coetzee). Y una obra que recrea el alma, que la exalta: El principito, de Antoine de Saint-Exupéry. ¿Sueña con volver a Neiva? Amo a Neiva, en ella nací, en ella crecí, en ella tengo a mis hijos. Debo regresar de vez en cuando a encontrarme con los míos: mis padres, mis hermanos, mis amigos. No sé si regrese a Neiva, no sueño con ello. Creo que Neiva es bastante hostil con sus artistas, con sus escritores (le pasó a José Eustasio Rivera, le pasó a Gustavo Andrade, le pasa a muchos en la actualidad). Y si bien es cierto, como diría Ricardo Chica, un compañero de la Universidad, que “todo el mundo ama a Cartagena, pero Cartagena no quiere a nadie”, en Cartagena tengo mi trabajo. La Universidad de Cartagena (pese a ser extraño para ella) me acogió, me recibió con los brazos abiertos, valora mi trabajo. Como diría el Joe: En Cartagena me quedo. ¿Qué nombres y que obras escritas por huilenses usted recomendaría leer hoy y por qué? La Venturosa de Ramón Manrique. Un libro que fue reeditado en los 100 años del Huila. La Venturosa es un libro que se anticipa al realismo mágico, que nos habla de los mitos, que recrea sucesos históricos fundamentales para el Huila. Creo que debemos leer Rivera, sobre todo su novela, una novela que fue acogida por el gran Horacio Quiroga. No es mi deber ponderar, calificar o rotular. Sólo propongo que nos acerquemos al arte huilense en general, que revisemos la buena pintura que se viene haciendo en el Departamento, que nos tomemos un buen café al lado de la gran poesía que se ha escrito en los últimos tiempos, de la narrativa que viene tomando fuerza hace más de tres décadas. ‘Lo que percibo de Neiva es que crece urbanísticamente –algo que también se ve en Cartagena- pero no madura en comportamientos como el respeto, la cultura ciudadana, la tolerancia, el compromiso con el medio ambiente. Y la corrupción cabalga tranquilamente por las calles de la ciudad’.