Con el propósito de hacer carrera a nivel profesional en las artes marciales mixtas en las grandes ligas, Luis Enrique Pobre Bonilla viajó a México en donde ya es reconocido como “La bestia”, Bonilla. Sobre su proceso habló con LA NACIÓN.
Hernán Guillermo Galindo M
hernan.galindo@lanacion.com.co
Aunque su nombre es Luis Enrique Pobre Bonilla, el neivano de 28 años de edad, tiene mayor reconocimiento por su madre, ya que quien lo crió y compartió su proceso de formación, fue su mamá Diana Aurora Bonilla.
“Mi papá biológico se llama, Euder Augusto Pobre, fue ausente, encontré el amor y apoyo de mi “papá celestial” y luego en Nicolás Guerrero, quien me enseñó Jiu-jitsu, se convirtió en mi padre adoptivo. Mi madre ha tenido una vida difícil, y desde los 9 años enfrenté retos”, comentó desde Guadalajara.
Antes de emprender el viaje a México, Luis Enrique laboró desde niño junto a su progenitora, trabajando en lo que fuera, vendiendo frutas, flores y haciendo diversos oficios.
Recordó que la mayor parte de su infancia la vivió en el barrio Eduardo Santos, cerca de Alberto Galindo. Culminó su secundaria en la Institución educativa Gabriel García Márquez, consiguió un técnico en entrenamiento deportivo y fundó una academia de Jiu Jitsu, The Beast (La bestia). “Ella logró estudiar enfermería y a veces trabaja en eso o en otros oficios”, agregó en referencia a su madre.
Rumbo al profesionalismo
En 2015, fue el primer peleador amateur de MMA en Neiva, pero como no había academias de artes marciales mixtas, comienza por fundar su primera academia, llamada Escultor GYM. Representa al Huila en diversos eventos como aficionado.
“A menudo, cubría los costos de mis viajes y competencias con mi propio dinero. Tras 16 peleas amateur, decidí dar el salto a lo profesional en 2020, obteniendo buenos resultados inicialmente, pero perdiendo en mis siguientes combates, lo que me llevó a buscar mejorar”, comentó.
Añadió que un amigo le abrió la puerta para entrenar en Lobo GYM en Guadalajara, México. Para ello, comenzó a ahorrar y organizar rifas, hasta que un pupilo le ayudó con los pasajes. “Con el apoyo de mis seres queridos, logré viajar a México, comenzando así una nueva etapa en mi carrera deportiva”.
Previo al viaje el 30 de diciembre, mientras estaba en Cali, lo llama su esposa para decirle que los habían robado: “Se llevaron dinero y un computador que me costó años pagar. Estaba devastado, pero en febrero ya tenía el tiquete para México, gracias al apoyo de un amigo. Llegué sin saber cómo, y ese amigo me ayudó el primer mes, dándome comida y un trabajo dando clases”, añadió.
En México, ha luchado por sobrevivir, buscando cómo obtener la residencia temporal, ya que está irregular. Trabaja en una bodega por la noche y en construcción para cubrir sus gastos. “Ha sido difícil estar lejos de mi esposa, pero sigo adelante, agradecido por las personas que han cruzado mi camino”, expresa con gratitud.
Cuando llegó a México, le abrieron las puertas el coach Francisco Grasso y luego el coach Tito Castro, quien le permitió entrenar en su academia.
“En octubre del año pasado, tuve mi primera pelea en MFL, la cual gané en el primer round, pero me fracturé el metacarpo derecho y la falange del meñique izquierdo. Me preocupé porque no tenía dinero para regresar, pero Dios me ayudó a sanar”.
Tras un tiempo de descanso, en junio de este año se recuperó por completo y pudo volver a entrenar. “En mi última pelea, también gané en el primer round, noqueando a mi oponente en 1:08 minutos”, relató.
La Bestia
El apodo de La Bestia nació en 2016 durante un campeonato nacional, cuando en la final, el público comenzó a gritarlo mientras peleaba. “Desde entonces, se quedó conmigo y es conocido en el ambiente marcial”.
La carrera de peleador es difícil y exige mucha resiliencia, expresó, y en las artes marciales mixtas, los pagos varían según la franquicia, y aunque en México le pagan más que en Colombia, los costos de las peleas son altos, ya que se requiere inversión en suplementos, dieta, corte de peso y recuperación, casi todo el recurso se queda en inversión.
“A pesar de los bajos pagos, mi objetivo es llegar a las grandes ligas, donde el reconocimiento y la remuneración son mayores. Mi meta es dedicarme completamente a entrenar y vivir de mi sueño sin preocuparme por mis gastos. También quiero traer a mi familia a México cuando logre estabilizar mi situación migratoria, que aún estoy trabajando para resolver”, concluyó.