No bastan la campañas, ni las rosas, ni un discurso sonante en su favor. Nada de esto ha sido efecto para parar la atroz forma de tratar al ser más digno que el universo en sus formas disímiles creó. La manera más decorosa de celebrar la existencia de la mujer en la tierra, es la demostración diaria que quien trae luz y esperanza con un nuevo nacimiento es la mujer, aquella que se desvela al mínimo asenso de la temperatura de su bebé, la que madruga a siete jornadas al tiempo (barre, trapea, alista a sus hijos, satisface su compañero, deja la olla de arroz lista, jabona, plancha, y se alista con su humilde muda para salir a trabajar). Esto y diecisiete cosas más, son realización de la mujer.
Pero al tiempo, la mujer es más que eso, y esto es lo que la hace grande. El mundo es perfecto porque la mujer existe. Creo en su mansedumbre, no obstante su bravura; creo en su humildad, no obstante su vanidad; creo en su ternura, amén de su dureza para afrontar la vida; y así voy creyendo y sigo convencido después de irse acercando la vejez, que es la compañía perfecta. Con seguridad, seguirá yendo al cementerio después de la partida terrenal a llevar la rosa quizá nunca le dimos, ni como hermanos, ni como hijos, ni como esposos, o compañeros.
Miles de años azotada, y mal tratada, incomprendida, tratada como cosa u objeto, tildada de bruja, con desconocimiento de sus derechos como ser humano, y hoy en pleno siglo XXI, como máxima expresión de injusticia e inhumanidad, golpeada en el seno de su propio hogar, por quien dice ser su marido o su compañero. No en vano, por lo menos en nuestrotriste país, y más particularmente en nuestro Departamento, con las cifras más aterradoras, tipificando el delito de Violencia Intrafamiliar, o violencia contra la mujer. Y muchos de sus victimarios, juraron ante un altar, y amparados en una religión, profesarles respeto, y un etc.
Del día internacional de la mujer, se empezó a hablar un mes de marzo en 1.911 en países europeos, incluido Alemania, Dinamarca y Suiza. Para 1.972, Naciones Unidas a través de la Asamblea General, declaró el año 1.975, como el día internacional de la mujer, y dos años más tarde invitó a todos los Estados a declarar, conforme a sus tradiciones y costumbres nacionales, un día como Día Internacional por los Derechos de la Mujer, y la paz Internacional. Colombia escogió el ocho de marzo.
Más que celebrar con discursos y con propósitos, con rosas o un dulce, la mujer merece su propia dignidad, aquella que la historia y el hombre como género, auspiciado incluso por la propia religión, le han arrebatado y le siguen arrebatando. Mujer, sustancia y forma, esencia y contenido, fin último de toda expresión humana.
