No se sabe hasta dónde llegará el escándalo de la UNGRD. Lo que destaparon los medios de comunicación hace unos meses y las declaraciones de Olmedo López y Sneyder Pinilla hoy parecen una caja de Pandora llena de infortunios, dejando al descubierto los entramados de una relación corrupta que ha existido y sigue existiendo entre el Congreso y el Ejecutivo.
Lo llamativo es que este escándalo surgió durante el Gobierno que se presentaba como el del cambio, aquel que sería un punto de inflexión en la lucha contra la corrupción, el que apostaría por la meritocracia y el bien común, el que sacaría del olvido a las regiones más empobrecidas. Hoy, Cotorra, Carmen de Bolívar, Saravena y la Guajira son noticia, no por los avances y logros obtenidos, sino por la corrupción que una vez más les arrebata la posibilidad de salir adelante.
Por donde se mire, brota la podredumbre: los hechos de corrupción y malos manejos ocurridos en torno a las intervenciones de las EPS llevaron a la sustitución de todos los interventores, generando aún más incertidumbre en el manejo de la salud. Qué desgracia tan infinita nos acompaña.
No fue durante este Gobierno cuando se dio el cambio en las viejas costumbres. Sin embargo, veo con cierta esperanza el proyecto de descentralizar los recursos y fortalecer las regiones, algo que valoro y que podría ser un primer paso en la lucha contra la corrupción.
Se avecina el inicio de un nuevo debate presidencial. Hoy, la democracia herida necesita algo de oxígeno, tal vez un último salvavidas antes de fenecer como un país inviable democráticamente. Pero esa salida no está en candidatos con propuestas populistas e incumplibles, ni en aquellos que solo buscan polarizar más a esta sociedad y que se creen dueños de una única verdad. Creo que, como sociedad, necesitamos reflexionar profundamente y construir una propuesta de país que busque unir a esta Colombia rota, que se destruye a pedazos por el odio, siguiendo la crítica de Moisés Naím en su libro ‘La revancha de los poderosos’, a causa del populismo, la polarización y la posverdad.