¿Quién no ha sentido que no sabe para dónde ir, que no sabe qué camino tomar?
Entonces acudimos ciegamente a quien dice poder salvarnos; el profesor, el cura, el guía espiritual, el pseudo terapeuta…
La sensación de no saber y de necesitar que alguien más nos lleve, se percibe urgente. Sin duda el miedo, el dolor y la desesperación acosan en el silencio del respirar. Al encontrar esa persona que dice poder guiarnos y que parece ostentar un poder misterioso, que parece que lo sabe todo y, que, además, parece que no sufre porque lo tiene todo bajo control, quedamos deslumbrados.
El gurú nos dice mira hacia arriba, voltea a la derecha, camina conmigo. Quedamos encantados, sentimos que funciona, que un poder nos mueve. Nuestra vida empieza a cambiar, subimos de estrato, sentimos que entendemos más porque hemos encontrado la verdad y sonreímos con orgullo. Parece que hemos encontrado lo que buscábamos.
Bajo este encantamiento que distorsiona la realidad, accedemos a situaciones abusivas y ciertamente dolorosas. Cedemos nuestra individualidad, ya nada de lo que somos y hacemos nos pertenece, mucho menos es nuestra responsabilidad.
Y ¿Quién es él? ¿Conoce su poder?
Claro que sí. Busca llenar sus insatisfacciones a través del séquito que siente “naturalmente” adquirir. No reconoce límites individuales, se burla, insulta, usa y, a su vez, dice hacerlo por el bien y para ayudarle a los suyos incondicionalmente. Conoce técnicas salvadoras secretas, usualmente con alcances sexuales. Desdibuja a quienes le rodean y con una sola frase estrambótica y sacada de algún libro antiguo que llaman sagrado, lo cura y lo justifica todo.
Cuando quien le sigue empieza a darse cuenta de lo que sucede, lo rechaza y lo niega, ¡no puede ser cierto! Luego, si le acompaña la fuerza de la realidad, cae dolorosamente en cuenta. Reconoce que ha sido víctima de manipulación y tremendo abuso.
Un nuevo camino de curación inicia
Hace tiempo recibo “denuncias” sobre L. A. un hombre que ha abusado por años a mujeres. Colombiano de la tercera edad que tras ropas algodón de color blanco, baja estatura y barba abundante, es la cabeza de una escuela de yoga olvidada en Bogotá.
Hace años lo conocí y, aunque por un largo tiempo no pude verlo, también lo sufrí. Gracias a letras ajenas, comprendí el abuso que viví. Me era imposible hablar del tema abiertamente, pues la vergüenza que acompaña a quienes hemos padecido abuso es muy fuerte. Nos sentimos culpables. “¿Cómo no nos dimos cuenta?” Pero no hay culpas, este es el fruto de una intensa, sostenida y profunda manipulación.
Si esta síntesis le es familiar, por favor busque ayuda. Recuerde que nada, ni nadie le puede salvar de vivir la vida tal y como ella viene. Poner la responsabilidad de su vida y su bienestar en manos de otra persona o agenciamiento, es el camino rápido al sufrimiento, el abuso, la violencia y la perpetuación del dolor.
Sienta; en su corazón habita toda la sabiduría que necesita para vivir aquí y ahora mismo.