Vergüenza e indignación. Esto es lo que producen las escenas que protagonizaron colombianos tratando de irrumpir en el estadio Hard Rock Stadium de la ciudad de Miami, Estados Unidos, durante la pasada final de la Copa América de Fútbol.
Además de la horda de personas queriendo entrar al escenario sin pagar por su entrada en medio de desmanes, peleas y desórdenes, se reportaron robos, agresiones y daños al mobiliario del estadio. El caos fue total y lo que debía ser una gran fiesta del fútbol, se convirtió en un episodio profundamente vergonzoso que en pocos minutos le dio la vuelta al mundo y que originó, entre otras cosas, que el comienzo del juego entre Argentina y Colombia se postergara.
Los videos que, por ejemplo, muestran a un grupo de colombianos buscando ‘colarse’ al estadio por los ductos de ventilación, nos deben despertar una profunda vergüenza. Esta clase de colombianos no nos representan. Como tampoco nos personifican los que generaron daños en las escaleras eléctricas del escenario. No nos representa el presidente de la Federación Colombiana de Fútbol, Ramón Jesurún, quien con su hijo, terminó detenido tras agredir presuntamente a dos guardias de seguridad. Tampoco nos representan cantantes como ‘Maluma’ que fue visto en un video agrediendo verbalmente a aficionados argentinos.
Por donde se le mire, se trata de un episodio sumamente bochornoso que empañó la deslumbrante actuación de la Selección Colombia durante el desarrollo del torneo continental.
Ojalá, todos los colombianos que protagonizaron esta clase de insucesos recibieran una sanción ejemplarizante por parte de las autoridades norteamericanas, que, desafortunadamente, vieron el pasado domingo la peor versión de los colombianos a los que no les gusta el orden y la legalidad, a los que les encanta la trampa y fomentar la destrucción de los bienes públicos y privados y a los que aplauden el irrespeto a las normas y las instituciones.