Al comenzar el Gran encuentro de oración por la reconciliación nacional, efectuado en el Parque Las Malocas, de la Capilla del Meta, el Papa confesó que desde el primer día de su visita a Colombia había deseado que llegara esta reunión. Reclamó ‘como hermano y como padre’ que Colombia abra ‘su corazón de pueblo de Dios’ y se deje reconciliar y no tema a la verdad ni a la justicia.

El Papa Francisco se reunió este viernes en Villavicencio con las víctimas del conflicto y conmovido por sus testimonios, advirtió que ‘en este enorme campo que es Colombia todavía hay espacio para la cizaña’. Sin embargo pidió a los colombianos que ‘estén atentos a los frutos, cuiden el trigo y no pierdan la paz por la cizaña’.

El líder de la Iglesia católica presido el Gran encuentro de oración por la reconciliación nacional, que se efectuó en el Parque Las Malocas, de la capital del departamento del Meta. Reclamó ‘como hermano y como padre’ que Colombia abra ‘su corazón de pueblo de Dios’ y se deje reconciliar y no tema a la verdad ni a la justicia.

Al comenzar el encuentro, el Papa confesó que desde el primer día de su visita a Colombia había deseado que llegara este encuentro. ‘Ustedes llevan en su corazón y en su carne las huellas de la historia viva y reciente de su pueblo, marcada por eventos trágicos pero también llena de gestos heroicos, de gran humanidad y de alto valor espiritual de fe y esperanza’, declaró el Papa.

‘Vengo aquí con respeto y con una conciencia clara de estar, como Moisés, pisando un terreno sagrado. Una tierra regada con la sangre de miles de víctimas inocentes y el dolor desgarrador de sus familiares y conocidos. Heridas que cuesta cicatrizar y que nos duelen a todos, porque cada violencia cometida contra un ser humano es una herida en la carne de la humanidad; cada muerte violenta nos disminuye como personas’, manifestó Francisco.

Sin embargo señaló que no estaba allí para hablar sino ‘para estar cerca de ustedes y mirarlos a los ojos, para escucharlos y abrir mi corazón a vuestro testimonio de vida y de fe’. ‘Si me lo permiten, desearía también abrazarlos y llorar con ustedes, quisiera que recemos juntos y que nos perdonemos ?yo también tengo que pedir perdón? y que así, todos juntos, podamos mirar y caminar hacia delante con fe y esperanza’, continuó el Obispo de Roma.

Destacó que la reunión se hacía en ese momento ante el Crucificado de Bojayá, la imagen que quedó de la masacre ocurrida el 2 de mayo de 2002 en ese pueblo del Choco, donde las personas que se refugiaban en la iglesia fueron alcanzadas por la explosión de un cilindro bomba arrojado por guerrilleros.

Francisco comentó que ‘esta imagen tiene un fuerte valor simbólico y espiritual. Al mirarla contemplamos no sólo lo que ocurrió aquel día, sino también tanto dolor, tanta muerte, tantas vidas rotas y tanta sangre derramada en la Colombia de los últimos decenios’.

‘Ver a Cristo así, mutilado y herido, nos interpela. Ya no tiene brazos y su cuerpo ya no está, pero conserva su rostro y con él nos mira y nos ama. Cristo roto y amputado, para nosotros es «más Cristo» aún, porque nos muestra una vez más que Él vino para sufrir por su pueblo y con su pueblo; y para enseñarnos también que el odio no tiene la última palabra, que el amor es más fuerte que la muerte y la violencia. Nos enseña a transformar el dolor en fuente de vida y resurrección, para que junto a Él y con Él aprendamos la fuerza del perdón, la grandeza del amor’, afirmó el Papa.

El sucesor de Padre agradeció a los cuatros colombianos que minutos antes narraron sus historias vida en medio de la violencia. ‘Agradezco a estos hermanos nuestros que han querido compartir su testimonio, en nombre de tantos otros. ¡Cuánto bien nos hace escuchar sus historias! Estoy conmovido. Son historias de sufrimiento y amargura, pero también y, sobre todo, son historias de amor y perdón que nos hablan de vida y esperanza; de no dejar que el odio, la venganza o el dolor se apoderen de nuestro corazón.

El Papa citó un salmo para insistir en que perdonar, como lo hicieron estas víctimas, sólo es posible con la ayuda y presencia de Dios. Y agradeció a cada uno de los cuatro por sus nombres. ‘Resulta difícil aceptar el cambio de quienes apelaron a la violencia cruel para promover sus fines, para proteger negocios ilícitos y enriquecerse o para, engañosamente, creer estar defendiendo la vida de sus hermanos’, consideró el Papa.

El jerarca fue más allá y sostuvo que ‘aún cuando perduren conflictos, violencia o sentimientos de venganza, no impidamos que la justicia y la misericordia se encuentren en un abrazo que asuma la historia de dolor de Colombia. Sanemos aquel dolor y acojamos a todo ser humano que cometió delitos, los reconoce, se arrepiente y se compromete a reparar, contribuyendo a la construcción del orden nuevo donde brille la justicia y La Paz’.

Indicó que ‘resulta indispensable también asumir la verdad. Es un desafío grande pero necesario. La verdad es una compañera inseparable de la justicia y de la misericordia. Juntas son esenciales para construir la paz y, por otra parte, cada una de ellas impide que las otras sean alteradas y se transformen en instrumentos de venganza sobre quien es más débil’.

‘La verdad no debe, de hecho, conducir a la venganza, sino más bien a la reconciliación y al perdón. Verdad es contar a las familias desgarradas por el dolor lo que ha ocurrido con sus parientes desaparecidos. Verdad es confesar qué pasó con los menores de edad reclutados por los actores violentos. Verdad es reconocer el dolor de las mujeres víctimas de violencia y de abusos’, agregó.

Y acudiendo al santo de Asís, del que tomó el nombre Jorge Mario Bergoglio cuando lo eligieron Papa hace cuatro años, invitó a que ‘pidamos ser constructores de paz, que allá donde haya odio y resentimiento, pongamos amor y misericordia’.

El Papa terminó su intervención poniendo una serie de intenciones ante la imagen del crucificado, el Cristo negro de Bojayá, a la que compuso una oración.