Esas fueron las primeras palabras del Sumo Pontífice a su llegada a Bogotá, donde fue recibido con todos los honores y recorrió las principales calles hasta su destino en la Nunciatura Apostólica donde compartió con jóvenes rehabilitados, a quienes les dijo: “Gracias por la valentía, gracias por el coraje, no se dejen robar la alegría, no se dejen robar la esperanza”.
En el aeropuerto el Papa Francisco abrazó a los miembros de la Fuerza Pública heridos en cumplimiento de su deber, a personas con discapacidad y a los niños y niñas que lo esperaban en Catam.
En su trayecto por la Avenida El Dorado, aprovechó una pausa del cortejo para saludar chocando las manos a algunas de las miles de personas que fueron a recibirlo.
En la Nunciatura Apostólica compartió con jóvenes rehabilitados, a quienes les dijo: “Gracias por la valentía, gracias por el coraje, no se dejen robar la alegría, no se dejen robar la esperanza”.
“Con los pies en la tierra y la mirada puesta en la eternidad”, a las 4:10 de la tarde de este miércoles 6 de septiembre, a bordo del avión Pastor 1 de Alitalia, que enarbolaba las banderas al viento de Colombia y el Vaticano y tras 12 horas de viaje desde Roma, el Papa Francisco arribó al aeropuerto militar de Catam en Bogotá, para iniciar su histórica visita al país.
El Nuncio Apostólico de Colombia, Monseñor Ettore Balestrero, y el Jefe de Protocolo, subieron a la aeronave para invitarlo a descender. El Papa se asomó a la puerta del avión. Vestía, como siempre lo hace en estos casos, de túnica blanca y solideo, que es el pequeño gorro de tela blanca que le tapa la coronilla. Portaba el Anillo del Pescador en su dedo y la Cruz del Buen Pastor en el pecho. Se le veía fresco y descansado, a pesar del largo viaje desde Roma.
Una vez bajó la escalerilla fue recibido por el Presidente Juan Manuel Santos y su esposa, María Clemencia Rodríguez de Santos. Los saludó, con calidez, tomándolos por las manos.
En seguida los tres avanzaron por el tapete con las notas de la Sinfónica Nacional de Colombia, que interpretó el coro inicial de ‘Gloria’ de Antonio Vivaldi, la Marcha triunfal de ‘Tarpeja’ y el Aleluya de ‘Cristo en el Monte de los Olivos’, de Ludwig van Beethoven.
Flores de Emanuel
Saludó al cardenal Rubén Salazar y a otros jerarcas de la Iglesia en Colombia. Emanuel, el hijo de la congresista Clara Rojas, nacido en la selva en el año 2004 mientras su madre estaba en cautiverio, fue el encargado de acercarse a Francisco para obsequiarle flores.
Vino luego el saludo a un grupo de niños y niñas, a quienes se detuvo a abrazarlos más allá de lo establecido en el protocolo. Levantó la mano para saludar a los cerca de mil asistentes que le daban la bienvenida en Catam y se dirigió, siempre acompañado por el Presidente Santos y su esposa, al sitio de banderas para los honores de rigor y la presentación de las respectivas delegaciones. El Papa dio la mano al Vicepresidente, a la Canciller y a los demás ministros del Gabinete. El Presidente saludó, a su vez, al séquito papal.
En este momento se inició una presentación artística en homenaje a Francisco. Se escucharon diversos clásicos de la música colombiana, como ‘Yo me llamo Cumbia’ de Mario Gareña, ‘Acuarela’ de Adolfo Mejía, ‘Carmentea’ de Miguel Ángel Martin y ‘Tolú’ de Lucho Bermúdez, interpretación que fue acompañada con los grupos de baile Jocaycú, dirigido por Joaquín Labrada, y la compañía Herencia Viva, dirigida por Mónica Mercado.
Abrazo a los héroes
Fue ahí cuando ocurrió uno de los capítulos más impactantes de la llegada del Santo Padre a Catam. Dejó el tapete para ir a saludar, a abrazar, a miembros de la Fuerza Pública heridos en combate y a personas en situación de discapacidad. Visiblemente emocionado, los bendijo a todos, uno por uno, imponiéndoles la mano sobre sus cabezas.
Acto seguido, regresó al tapete, se despidió del Presidente Santos y de la señora María Clemencia y abordó el papamóvil, que arrancó y tomó por la Avenida El Dorado rumbo a la Nunciatura Apostólica.
El cortejo papal avanzó rápido durante un trayecto, en medio de los miles y miles de feligreses que, batiendo pañuelos blancos, lo aguardaban desde hacía varias horas para verlo en persona y darle la bienvenida.
Antes de llegar a la carrera 30, el río humano se agolpó sobre la vía, impidiendo el avance veloz del cortejo, situación que fue aprovechada por Francisco para saludar con choque de manos a quienes lograron acercarse al papamóvil e inclusive para recibir las flores rojas que le trajo una niña.
Hacia las 6:00 de la tarde, tras un recorrido de 15 kilómetros desde Catam, todavía con los gritos de “Francisco, Francisco” en los tímpanos, la caravana arribó a la Nunciatura, donde Su Santidad fue recibido por un grupo de fieles que entonaban cantos y realizaban danzas tradicionales.
‘No pierdan la esperanza’
“Se levantan, son héroes y van adelante, sigan adelante así, no se dejan vencer, no se dejen engañar, no pierdan la alegría, no pierdan la esperanza, no pierdan la sonrisa, sigan adelante”, dijo tras darles la bendición a quienes lo esperaban allí y rezar el Avemaría.
Francisco departió con jóvenes rehabilitados a través de la Fundación del padre Javier de Nicoló. Ellos le obsequiaron una ruana, un velón y un vitral y él les reiteró: “Gracias por la valentía, gracias por el coraje, no se dejen robar la alegría, no se dejen robar la esperanza”.
Tras esto, el Papa ingresó a la capilla, donde se reunió con personal de la Nunciatura y le ofreció flores a la Virgen y gratitud por la bonanza del viaje. Allí lo esperaba una cena privada, antes de su descanso. El firmamento estaba azul, el día fue soleado. Había la sensación de que Bogotá no era la misma con el Santo Padre en la ciudad. Francisco acababa de dar su “primer paso” en Colombia.