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Palabra de Vida – Autentica Generosidad

Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie Padre Elcías Trujillo Núñez Especial LA NACION «Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.».  (Marcos  12,38-44) La Palabra del Señor en este domingo  centra la atención en dos mujeres donantes, pero de un perfil muy particular: la viuda de la primera lectura regaló un pan al profeta Elías; la viuda del evangelio depositó dos monedas en la alcancía del templo de Jerusalén. Ellas  dieron no lo que les sobraba, sino que se desprendieron de algo que les era absolutamente necesario. La  generosidad de estas dos mujeres será recordada por los creyentes hasta el fin de los tiempos. Dentro de 200 – 300 años nadie se acordará de las donaciones de  la familia Rockefeller, pero se seguirá hablando de la viuda de Sarepta y de la que depositó dos monedas en la alcancía del templo. Se trata de dos personas socialmente insignificantes, cuya existencia pasó desapercibida para sus contemporáneos. La primera es una viuda de Sarepta, ciudad fenicia al sur de lo hoy conocemos como el Líbano. Ella fue una de las víctimas del hambre causada por una terrible sequía que duró tres años y medio, en tiempos del profeta Elías. La escena, entonces, se ubica en el siglo IX A.C.; esta sequía fue un castigo a Israel por haber rendido culto a Baal, dios de la fecundidad de la tierra, por instigación del rey Ajab y de su esposa fenicia  Jezabel.  La segunda es una viuda piadosa que deposita en la alcancía del templo de Jerusalén lo poco que posee. ¿Qué enseñanzas nos dejan estos dos relatos? Al destacar la generosidad de estas dos mujeres, se nos está diciendo que Dios no se fija en la cantidad sino en la intención del corazón. Estas dos lecturas nos enseñan  que lo  que cuenta ante Dios es la honestidad de nuestras acciones, querer compartir sin cálculos egoístas, la autodonación. En las matemáticas de Dios no interesan los ceros que acompañen el cheque de la donación sino la generosidad que la inspira. ¿Qué buscamos cuando participamos en actividades de beneficencia: una ayuda con lógica cristiana o nos motiva la visibilidad social? ¿Damos lo que nos sobra  como una manera de tranquilizar nuestras conciencias?  Más importante que dar dinero  u objetos es darnos a nosotros mismos: compartir nuestro tiempo con las personas solitarias, dar nuestro afecto a los enfermos y ancianos que no tienen quién los consienta. Más importante que dar a los hijos ropa de marca y vacaciones exóticas es dedicarles tiempo, interesarse por sus asuntos, escucharlos con atención. Estas dos mujeres que nos presenta la liturgia de hoy, la viuda de Sarepta y la que depositó las dos monedas en la alcancía, nos dan una importante lección sobre el significado de la auténtica generosidad. Sugerencias al e mail elciast@hotmail.com.