Palermo lucha sin cansancio contra el fuego

 Tristes, deprimidos, preocupados y exhaustos, se encuentran los palermunos que completan ocho días de lucha contra voraces incendios forestales que parecen no dar tregua. El panorama no solo es desolador por las más de 3.500 hectáreas consumidas, sino por el dolor que en el rostro reflejan los ciudadanos que luchan sin cansancio por proteger lo que han conseguido con esfuerzo.

Johan Eduardo Rojas López

Periodistamultimedia4@lanacion.com.co

“¿Quién está disponible?, ¡Salga ya!”, es lo que más se escucha por esto días en La Cima, un mirador ubicado en la vereda Alto Sardinata de Palermo, Huila, que se convirtió en el centro de operación para coordinar todas las acciones tendientes a extinguir las conflagraciones que se avivan, casi al mismo tiempo que la impotencia y el dolor.

En ese lugar, en el que las cenizas pululan en el aire y el humo invade el oxígeno natural, se encuentran decenas de personas que no solamente luchan contra las llamas, sino que además, enfrentan con dolor la ‘masacre’ ambiental que no se imaginaron vivenciar. El llanto, estrés, agite, desolación y frustración, no han logrado acabar con los habitantes del sector que, pese a todas las adversidades, se aferran al más bajo porcentaje que pueda existir y, por el contrario, han demostrado ser ejemplo de unión.

Rosabel Caviedes Córdova, es una guarda de seguridad que se puso la ‘10’ por la comunidad palermuna, tanto así que, prefirió cambiar sus horas de descanso por una olla y un delantal, en aras de servir en este momento crítico para la municipalidad.

“Realizamos 300 almuerzos junto a ocho compañeras y ahorita nos pidieron que hiciéramos más comida para la cena, pero yo estaré hasta ahorita porque entro a trabajar a las 5:45 de la tarde. Todos estamos tristes por esta situación, entonces yo prefiero pasar derecho y no dormir nada para poder ayudar”, mencionó Caviedes Córdova, quien se mantuvo pendiente de su rol, a pesar del ‘bolate’ inexplicable y del cansancio generado por el nulo descanso.

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La descompensación no lo detuvo

Tantas son las ganas de acabar con el ‘infierno’ que los persigue sin descanso, que muchos a pesar de descompensarse, deciden seguir las labores propias para ‘matar’ las llamas, eso sí, luego de ser atendidos y examinados por la misión médica que hace presencia en el lugar.

Alexander Puentes, fue llevado al centro de operación por la Defensa Civil, tras haberse descompensado por las altas temperaturas que, evidentemente se intensifican por el fuego, además, del humo y la ceniza. El habitante de la zona, veinte minutos después, aseguró sentirse bien, para retomar el oficio y así salvar una vivienda en la que se encuentra laborando junto a algunos amigos.

“He recibido mucho humo, me duelen los brazos, además me caí y necesitamos ayuda; el médico ya me revisó y ya puedo seguir ayudando. Lo triste de todo esto es que todo fue provocado por una persona, que no solo dañó la naturaleza, sino también animalitos que han muerto quemados. Entonces estamos asustados”.

Deprimidos y sin dormir

Deprimida, afirmó estar Olga Lucía Salas, ciudadana de la región, debido a la situación que se está llevando ilusiones, sueños, esperanzas y anhelos, entre el aire que cada vez es más pesado y, el cual, se encuentra completamente nublado por el humo contaminante.

“Es tremendo cuando las llamas están rodeando las casas en donde uno vive, no se duerme porque todos estamos en alerta roja. Nosotros hemos bregado con palos, hojas y agua para intentar apagar lo que se prenda”, dijo Olga Lucía.

De casa de descanso, a centro de operación

Yohana Rodríguez Silva, es la propietaria de La Cima, lugar en donde se instaló el Puesto de Mando Unificado. Desde el lunes, debido a un primer incendio que se originó en la casa de su primo, decidió prestar el sitio.

“Todos bajamos a intentar ayudar, pero en simultánea estaba prendida la finca de al lado de mi hermana y, se llamaron a bomberos, vinieron cuatro máquinas de bomberos, dos para la parte alta y dos para la parte baja, fue muy bueno, pero nos amaneció por el peligro latente. Estamos, de hecho, muy agradecidos por el apoyo de los bomberos de otros municipios que vinieron a ayudar. Desde ese momento, yo puse a disposición La Cima porque desde aquí se mira todo”, manifestó Rodríguez Silva.

Ese punto estratégico, está ubicado aproximadamente a 45 minutos de Neiva, muy cerca al ‘Cristo más grande del mundo’. De allí, se despacha comida y bebida, en múltiples vehículos tipo camioneta o motocicletas, a los diversos socorristas, fuerza pública y civiles voluntarios que se encontraban a escaso 10, 15 y 30 minutos.

En la cabaña que tiene cama para doce personas, algunas ciudadanos descansan por las largas jornadas, aunque realmente es imposible, pues siempre se está despachando algún utensilio para las zonas de conflagraciones, mientras que, alrededor se encuentran recibiendo lo que les llega y en unas camillas improvisadas se atienden a quienes se descompensan. A escasos pasos, está ubicado un quiosco desde donde se coordina todo el trabajo que está sintetizado en unos tableros que son manipulados por los altos mandos. Todo eso se desarrolla en un atmósfera en la que se viven mil situaciones en un segundo; para donde usted mire y en cualquier momento hay movimiento, es más, no hay un segundo de tranquilidad.

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‘Nublados’ en Palermo

“Yo ya estoy enferma y estoy cansada porque me duele ver que la Vicepresidenta vaya a su casa en helicóptero y que uno pida a gritos que vengan a apagar la montañas y para eso no hay presupuesto, eso es muy triste. Esto no es política, es una realidad. Muchos están tomando pastas e hidratantes para sostenernos y restaurarnos, pero somos más de 100 personas aquí”, agregó la propietaria de La Cima.

Según algunos expertos, quienes valientemente corrían cada vez que el fuego se avivaba, hacía muchos años no evidenciaban una situación tan crítica y de tal magnitud, pues durante el camino se evidencia los rezagos de dichas conflagraciones, además, sobre paso tanto las proporciones, que el fuego daño mangueras y bombas de los mismos bomberos. Por ahora, los habitantes preocupados, hacen calles o senderos a los alrededores para que las llamas no acaben con su hogares, mientras que algunos consumen medicamentos para no dormir y estar atentos ante cualquier emergencia. Aunque el bullicio nunca cesa, cada vez que se logra ‘ganar’ una batalla, la felicidad, se traduce en tranquilidad.

Hoy agradecen el amplio apoyo de la comunidad que se ha internado en el bosque seco tropical, para mitigar la urgencia, mientras que otros siguen aportando utensilios. “No nos dejen solos”, piden, pues mientras el fuego se aviva, la ‘llama’ interna se apaga.

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