Muy complacido se notó el Papa Francisco al recibir los presentes entregados por el Presidente Juan Manuel Santos y su esposa María Clemencia Rodríguez, en su visita a la Casa de Nariño. Se trató de un rosario de plata de Ciénaga de Oro, un ángel de barro de Ráquira y una mochila arhuaca.
Los obsequios típicos de varias regiones colombianas son obra de artesanos y artistas. El rosario fue elaborado por Diego Urán Arcia, artesano de Ciénaga de Oro, con 50 años de experiencia en el arte de la filigrana, que heredó de sus padres. Diego es un devoto católico y admirador profundo del Papa Francisco.
La camándula se utiliza para rezar el Rosario pasando las cuentas en forma de rosas, por cada avemaría, como lo enseñara Santo Domingo Guzmán en 1208. La joya de Diego Urán es una pieza única en plata de 400 gramos de peso con una incrustación de ónix en la cruz. El cordobés trabajó durante tres meses para elaborarla.
La mochila fue tejida por Aty Janey Mestre Izquierdo, una mujer de 37 años, de la Sierra Nevada de Santa Marta. Aty también heredó la habilidad de su madre, su abuela y su bisabuela. La bolsa se hizo conforme a la tradición, después de obtener el “permiso” del mamu o líder espiritual.
Las arhuacas tejen las mochilas en fique, algodón y lana de ovejo. Las de uso personal son hechas con fique mientras que las del mamu siempre se hacen en algodón, fibra que consideran sagrada.
Las mochilas que han alcanzado fama internacional comienzan a tejerse en pequeños círculos con hilos blancos, beige, grises, marrones y negros. En unos casos llevan representaciones de la naturaleza y de la cosmogonía.
Pero la mochila blanca sin dibujos, o tutu bunsi, es usada solamente por el mamu. Para los arhuacos el blanco tiene un significado sagrado, la paz interior y la pureza de espíritu. La que recibió Francisco fue elaborada en algodón durante 45 días.
La Niña Ángel o María en Paz, es un trabajo de Javier Sierra, artesano de Boyacá conocido como “Javier de Ráquira” y se entregó al Papa Francisco en nombre de todos los artesanos de ese municipio famoso por sus artesanías de barro cocido.
Se elaboró en arcilla a mano durante dos meses y tiene una altura de 50 centímetros. La escultura está inspirada en la pureza, inocencia y humildad de una niña campesina, que sufrió y ora y da gracias a Dios.
El cuarto regalo es una paloma de la artista Ana González Rojas, titulada Plumae (pluma en latín). La autora es una arquitecta, escultora, pintora y fotógrafa nacida en Bogotá. Es con estudios de arte en el Reino Unido, Irlanda y Francia.
La obra de 10 x 10 centímetros “habla de la visión que tenemos todos de un país sin violencia”.
Es una paloma hecha a mano en porcelana blanca y en sus alas están dibujadas en grafito orquídeas y flores colombianas como la Cattleya o la Passiflora. “La paloma es pequeña, frágil y delicada. Pero está volando hacia un mejor mañana para nuestro país. Es el primer vuelo, tal vez inseguro y con miedo pero con el alma segura de que el camino es volar”, afirma su creadora.