Paradojas electorales. por Sergio Younes Rincón

Se me ha pedido que escriba en esta columna algo sobre politiquería, corrupción y su relación con los llamados “dineros calientes”. Se me ha pedido que escriba en esta columna algo sobre politiquería, corrupción y su relación con los llamados “dineros calientes”. La historia de los “dineros calientes” en la política es amplia y antigua. No obstante, la corrupción no tiene origen apenas en las malas inclinaciones que individualmente puedan tener ciertos políticos sino en la manera de hacer política en Colombia que implica la corrupción de ellos: no porque sea rentable –que lo es- sino porque es costosa. La corrupción no es entonces una causa sino una consecuencia. El Estado, en general, no es malo o inviable porque esté en manos, en algunos niveles, de politiqueros corruptos sino que está en manos de ellos, en esos niveles y en otros, precisamente porque el funcionamiento o materialización del voto en nuestro sistema electoral implica, naturalmente, la corrupción de la que son efecto. Le cuesta tanto a un hombre honrado como a uno deshonesto ser elegido a algo: y eso lo tiene que pagar, o bien saqueando a quienes lo eligieron, o bien con plata de algún grupo económico, cartel de la droga o contratista de turno; al que igualmente tendrá que regresarle, con dinero de todos o de algunos, el favor que le han hecho. No ha sido por placer, sino por necesidad, que históricamente, de acuerdo con el CNE, el 97% de las campañas exitosas en este país se han saltado los topes legales de gastos. Vuelvo y digo: es un problema del modelo y de quiénes eligen en él. Por esa razón, no importa que los dineros sean calientes, importa que el éxito o fracaso de las elecciones se determine con dinero. Y que las gane el mejor postor. Eso, como es natural, corrompe el nervio de la democracia. En la teoría política, una elección no debería ser una subasta. Que ese dinero provenga del narcotráfico es solamente un hecho anecdótico, y en nada mejora la situación que pueda provenir o derivar de otro sector. Lo que importa es que no las ganen, corrientemente y en buena medida, las promesas, resultados y formas de ser o de proceder de los candidatos, sino sus gastos. La gente, lamentablemente, desea resultados para los cuales no procede como se debiere hacerlo para la consecución de los mismos. Votar es participar, y elegir a personas que uno cree que están en capacidad de ser o de hacer con este país lo que uno quiera de él. Por eso cada cual es responsable de estas paradojas electorales, de su corrección o de su permanencia. sergioyounes@hotmail.com

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