Carlos Eduardo Amézquita
Con estas palabras el Filósofo francés Herbert Marcuse inauguró el Movimiento estudiantil de mayo de 1968. Por primera vez se impuso la huelga estudiantil como forma de expresión social y rebeldía política – urbana, distinta a las de obreros y campesinos.
Imaginar que los jóvenes podrían cambiar, dirigir y gobernar el Planeta resultaba una solicitud extrema que hoy perfectamente denominaríamos “solicitud terrorista”, por tanto “utópica”.
Pues bien, recientemente el joven periodista holandés Rutger Bregman publicó su libro “Utopía para realistas” proponiendo al mundo 3 sesudas utopías: 1a. Que algunos países abran las fronteras a los inmigrantes; 2a. Que se adopte la semana laboral de 15 horas y, 3a. Que se pague a los trabajadores una Renta Básica Universal ($560 euros/mes).
Bregman inicia su invitación “elogiando al capitalismo” como el sistema que ha permitido generar más riqueza que nunca en la historia, al tiempo que ha permitido mejorar las condiciones de vida de las mayorías.
Desde los principios del pensamiento humano, incluso hoy día, los “libre pensadores” incompatibles con la racionalidad de los mundos que han vivido, propusieron y diseñaron sistemas alternativos ideales, construyendo utopías en torno a una sociedad mejor, a punta de hacha, puñal, e incluso “tirando balas”. Miren algunas:
El científico Stephen Hawking hace pocas horas solicitó a la humanidad escapar hacia el Planeta Alpha Centauri, lo más pronto, y evitar su inminente autodestrucción; Platón insistió en organizarnos como República libre y civilizada; Tomás Moro en crear la ciudad sin políticos y sin propiedad privada; Francis Bacon sugirió domeñar la naturaleza para ser felices; Rousseau, con el “contrato social” (el pacto de tolerancia entre ciudadanos); Saint-Simón, fundó el socialismo utópico (muy parecido al de Maduro); en fin, utopías tenemos en bulla por ahí.