Polémica reforma

En un corto tiempo, menos del que amerita cualquier discusión sin trascendencia, el Congreso de la República modificó hasta el fondo elementos esenciales de la Constitución Política en su estructura de justicia En un corto tiempo, menos del que amerita cualquier discusión sin trascendencia, el Congreso de la República modificó hasta el fondo elementos esenciales de la Constitución Política en su estructura de justicia, y decidió sobre materias cuyos únicos beneficiarios son, o los mismos congresistas o los magistrados de las altas cortes. Pero de la justicia diaria, de aquella que el ciudadano de a pie reclama, de la que tiene hoy más de un millón de procesos represados en todos los juzgados del país, muy poco o casi nada. Los señores congresistas pareciese que, en una jornada de piñata constitucional, determinaron que estaban ante un momento histórico en el que lo que menos importaba era el interés común y que, gozando de una patente de corso que nadie les ha otorgado, hicieron de su capa un sayo y legislaron en causa propia. No en vano la reforma fue calificada como una vergüenza. La promocionada reforma a la justicia, que el Gobierno Nacional incluyó como uno de los puntos de mayor relevancia para el país, no tocarán para casi nada las estructuras que desde hace décadas carcomen la confianza del colombiano en su sistema jurisdiccional; los legisladores solamente se ocuparon de sus procesos, de sus investiduras, de sus instancias, de sus juzgadores y de asuntos tan gruesos y de tan poco impacto sobre la vida diaria del ciudadano que sería necio intentar que alguien que no haya tomado parte en esas discusiones sepa qué fue lo que se aprobó, cuál su alcance y real beneficio sobre la totalidad nacional. Ni siquiera el tan debatido y polémico fin del Consejo Superior de la Judicatura pueda exhibirse como un punto de avance. El cuestionado organismo será remplazado por otro, el Consejo Nacional de Disciplina Judicial, y a él ingresarán nueve consejeros elegidos, ¿adivinan por quién?: por el Congreso de la República de ternas elaboradas, ¿por quién? a razón de tres por la Corte Constitucional, tres por el Consejo de Estado y tres por la Corte Suprema de Justicia. ¿Y saben qué pasará con el resto de la larga nómina de estos consejos, incluyendo los seccionales de la Judicatura? Pues que no desaparecen, solamente cambian de nombre, como cambiará de nombre apenas la inútil Comisión de Investigaciones y Acusaciones de la Cámara de Representantes, que ahora se llamará dizque Comisión de Aforados Constitucionales. Pero más grave aún son las disposiciones que modifican de fondo las investigaciones y juzgamiento de altos funcionarios que no hacían parte de los tales aforados. Y de contera, significativos y sonados casos de gran corrupción van camino de la impunidad o, por lo menos, del odioso alargue de procesos judiciales, como los que involucran a destacados ex funcionarios del Estado. La piñata alcanzó para todos, se repartió ponqué a tutiplén entre congresistas, magistrados, aforados, ex ministros y Judicatura. Y el Gobierno Nacional, que propuso la reforma, que la impulsó, la discutió, analizó, estudió y alimentó dialéctica y teóricamente, al final ni siquiera lo invitaron a la repartición. El Ministro de Justicia no alcanzó ni para invitado de piedra. Una contrarreforma constitucional que desnaturaliza la esencia misma de la Carta Fundamental. Destacado “Gozando de una patente de corso que nadie les ha otorgado, hicieron de su capa un sayo y legislaron en causa propia. No en vano la reforma fue calificada como una vergüenza”. EDITORIALITO El Sena celebra hoy 55 años de su fundación, reafirmando el liderazgo en los programas de formación de técnicos, tecnólogos y emprendedores con alta calidad educativa. Una fecha para exaltar sus grandes logros que la han convertido en una institución modelo.